Edward D. Hoch

El Diablo De Jersey

Mas de un pez se ha visto atrapado por un «anzuelo escondido detras de la luna».

El caso no se habia abierto debido a un asesinato, y si aquella noche el capitan de Policia Leopold no se hubiese ofrecido para llevar a Fletcher a su casa, ahora no se veria tan seriamente comprometido. Habian estado trabajando hasta tarde en la jefatura, en una agresion con cuchillo producida en un bar, y cuando finalmente el caso estuvo solucionado, Fletcher recordo que su coche se encontraba en el taller para ser reparado.

– Yo te llevare -se ofrecio Leopold-. No me viene demasiado mal.

Sabia que la mujer de Fletcher se ponia nerviosa cuando el trabajaba hasta tarde, asi que intento hacer algo para que no tuviera tantos problemas. Desde que Fletcher fue ascendido a teniente, trabajaba mas de noche, y Leopold podia percibir que tenia algunas dificultades en su hogar.

– Gracias, capitan -dijo Fletcher, subiendo al coche-. Se lo agradezco. ?Pero me parece que mi casa le queda muy a trasmano!

La persistente lluvia que habia caido en la ciudad durante toda aquella fria tarde de marzo, era ahora una tenue llovizna, apenas perceptible por la luz de los faros del coche. Habian avanzado unas pocas manzanas cuando, de improviso, el radiorreceptor del coche emitio un mensaje chillon.

– ?Todos los patrulleros! ?Atencion a todos los patrulleros que se encuentren cerca de la interseccion de Park y Chesnut! ?Investigar la causa de la alarma del domicilio situado en Park 322!

– Sera mejor que echemos un vistazo -sugirio Fletcher-. Es solo a una manzana de aqui.

Leopold asintio con un grunido, conduciendo el coche hacia una calle lateral.

– De todos modos, ?cuantos hogares en esta zona tienen alarma contra ladrones? -se pregunto en voz alta.

A pesar de encontrarse cerca del centro comercial de la ciudad, aquella zona de casas de clase media con sus cuidados jardines, tenia un porcentaje bastante bajo de delitos.

– Esa es la casa -dijo Fletcher senalando, y Leopold clavo los frenos-. ?Mire! ?Alli, al costado!

Dos figuras surgieron de las sombras y corrian hacia el patio trasero. Leopold ya estaba fuera del coche, gritando:

– ?Alto! ?Somos agentes de la Policia!

Los individuos siguieron corriendo y se perdieron entre la oscuridad de las dos casas. El capitan salio tras ellos; habia sacado su pistola, pero no iba a utilizarla a menos que fuese muy necesario. Segun su parecer, solo se trataba de un par de novatos.

– Tenga cuidado, capitan -le advirtio Fletcher, apareciendo detras de el.

El patio estaba embarrado y resbaladizo a causa de la lluvia.

Leopold no podia ver a ninguno de los dos, pero percibia que se habian ocultado cerca de alli.

– Fletcher, ?tienes una linterna?

Al pronunciar estas palabras, se escucho gritar a una chica:

– ?Corre, Jimmy!

Una figura oscura salio de su refugio, a menos de metro y medio delante de Leopold, y se lanzo a toda velocidad hacia el lugar de donde habia salido la voz.

Leopold dio un salto y trato de agarrar al hombre por el bolsillo de la chaqueta; pero perdio el equilibrio y estuvo a punto de caerse. Al intentar incorporarse, su pies resbalaron en el barro y cayo con violencia, mientras ponia la mano izquierda para apoyarse.

Fletcher acudio en seguida, alumbrando con la linterna.

– Capitan, ?se encuentra usted bien? -dijo, ofreciendole una mano.

– No te preocupes por mi. ?Ve tras ellos!

Leopold sabia que no se encontraba bien. Su muneca izquierda habia soportado todo el peso de la caida, y aunque el dolor no era muy intenso, no la podia mover. Estuvo sentado en el barro durante unos instantes, sintiendose muy mal, y luego se incorporo con cuidado.

Despues de unos cuantos minutos, Fletcher regreso.

– Un patrullero atrapo al hombre en la otra calle; pero la chica se ha escapado. ?Como se encuentra?

– Creo que me he roto la muneca.

– ?Diablos! Tendre que llevarle a un hospital.

– Esta bien -dijo Leopold resignado, pues no se sentia con animos para discutir.

Fletcher chasqueo sus dedos.

– ?Espere un momento! En la otra manzana vive un traumatologo muy bueno. Una vez lleve alli a uno de mis hijos. ?Vamos!

– Creo que a estas horas sera muy dificil que quiera atenderme -repuso Leopold, pues debian ser alrededor de las once.

– No se preocupe.

Fletcher le ayudo a entrar en el coche y condujo hasta la otra manzana, buscando la direccion del doctor. Finalmente, se detuvo delante de una casa antigua que tenia el frente reconstruido.

– Es esta.

– Para ser un doctor, no posee una casa demasiado lujosa -comento Leopold.

– Tiene que pasarle pension a dos ex esposas. Vamos.

En la puerta habia un letrero que ponia: Arnold Ranger, Doctor en Medicina, Cirujano Ortopedico. El doctor Ranger resulto ser un hombre joven, simpatico y despierto.

– Siempre estare encantado de ayudar a la Policia -manifesto en cuanto ellos se hubieron identificado-. Tendremos que hacer una radiografia de ese brazo; pero a juzgar por la posicion de la muneca, estoy seguro de que se trata de una fractura.

Leopold lo siguio hasta el cuarto de rayos X.

– Es un brazo que no hace mas que causarme problemas. El ano pasado me lo hirieron con una bala.

El doctor le limpio el barro seco y coloco con cuidado la muneca lastimada sobre la mesa de rayos X.

– ?Estaban persiguiendo a un asesino?

– Era solo un ladron. Cerca de aqui, en la otra manzana.

– Debio ser en lo de Bailey. Ya le han robado en otras ocasiones -Al cabo de unos minutos, regreso con la radiografia-. Bien, es una fractura. Ambos huesos; el distal del radio y el cubito. En realidad, se trata de algo poco complicado; pero tendra que mantenerla enyesada alrededor de cuatro a seis semanas; estara recuperado totalmente en dos o tres meses.

– ?Tanto tiempo?

El doctor Ranger asintio con la cabeza y le indico a Leopold que se instalara sobre una estrecha camilla acolchonada.

– Ahora le pondre una inyeccion. Esto no le dejara inconsciente, pero le ayudara a relajarse mientras pongo en su sitio los huesos. Quiza su amigo pueda venir a sostener la muneca mientras yo le pongo la escayola.

Fletcher entro y se mantuvo cerca, en tanto el doctor hacia su trabajo. A Leopold le parecio que toda aquella operacion se habia sucedido con notable rapidez. Antes de que pudiera darse cuenta, el doctor ya le estaba ayudando a incorporarse de la camilla y le conducia de nuevo al cuarto de rayos X para un examen final.

– Muy bien -concluyo-. Le fabricare un cabestrillo, y tendra que venir a verme dentro de cuatro semanas. En caso de que se le hinchara, mantenga el brazo elevado durante un dia o dos.

A Leopold, el vendaje de yeso en su brazo izquierdo le resulto incomodo y pesado. Le abarcaba desde debajo del codo hasta los nudillos, con un pequeno gancho a la altura de la muneca. Aunque debia pesar solo un par de kilos, no lo sentia nada liviano.

– Gracias, doctor -dijo refunfunando.

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