– Espero no habersela roto, doctor -dijo, poniendo el molde a un lado, y extrayendo su propia pistola-. Bien, ahora hablemos un poco sobre el asesinato de Dexter Jones.
El teniente Fletcher trajo cafe y lo coloco cuidadosamente sobre el escritorio de Leopold.
– ?Me lo puede explicar, por favor, capitan? ?Como diablos supo que el doctor Ranger asesino a Jones?
– Supongo que cuando intento sacar su pistola. Parece que ahora los asesinos han perdido la costumbre de arrojar las armas al rio, Fletcher. Pero supongo que se sentia muy a salvo.
– Pero, ?
– Tu mismo me habias dicho que Ranger debia pasarle una pension a sus dos esposas. La perspectiva de poder obtener treinta o cuarenta mil dolares le debio de parecer tentadora, y cuando Jones lo amenazo con poner al descubierto el asunto del sello, Ranger tuvo que matarle.
– ?El sello? ?Se refiere al hawaiano de dos centavos?
Leopold asintio.
– Pero, ?donde estaba?
Leopold levanto la mitad de la pesada escayola y tiro de un extremo de la venda de algodon.
– Aqui mismo, Fletcher. He estado llevando el sello de un lugar a otro durante cuatro semanas sin enterarme de ello.
– ?Dentro de la escayola! -dijo, contemplando el antiguo y tosco sello.
– ?Recuerdas como estaba de embarrada mi muneca la noche en que me cai y me la fracture? ?Y te acuerdas como encontraron los sellos esparcidos por el barro que se habian caido del bolsillo roto de Duke? Cuando me apoye en el suelo, este sello, con su sobre protector, se adhirio con el barro a la parte de abajo de mi muneca rota. Debido al dolor y a la tirantez no lo pude percibir, y tampoco podia girar la muneca para ver si se encontraba alli. De todas formas, nunca lo hubiese distinguido en la oscuridad. El doctor Ranger lo encontro cuando me estuvo limpiando el barro, antes de arreglarme los huesos. Quiso la suerte que aquel sello fuera el mas valioso de todos. Por supuesto, Ranger no lo sabia entonces. Recorde cuando el dijo que el robo tenia que haber sido en casa de Bailey. Estaba muy seguro de ello, y yo solo le dije que se habia producido en la otra manzana. Tenia tanta seguridad porque vio el sello de correos colgando de mi brazo.
– ?Pero por que lo puso dentro de su escayola?
– Se trato de un acto impulsivo, por supuesto. Vio que el sello era un hawaiano de dos centavos, y tambien su diseno y su color, pero no podia saber que era tan cotizado. Quiza podria valer tan solo cinco dolares. No queria quedarse con el, cometiendo asi un robo, hasta que no supiera mas; y se cuido muy bien de no entregarmelo, por si acaso fuera muy valioso. Asi que lo escondio entre los vendajes de algodon para protegerlo y luego lo cubrio con el
– ?Y que paso con Jones?
– Llamo a Jones para que le informara sobre el valor del sello porque recordaba haberlo encontrado una vez en un congreso, o quiza porque la Biblioteca Publica le dio sus senas. Despues de lo sucedido no podia llamar a Bailey. Pero Jones tuvo, por el periodico, noticia del sello perdido y adivino que el buen doctor no le estaba haciendo una pregunta hipotetica. Al principio planeo ayudar a Ranger a vender el sello, pero hubo dos cosas que le hicieron cambiar de parecer. En primer lugar, yo fui a verle por motivo de
– ?Asi de simple?
– Asi de simple. Sin embargo, yo no comence a sospechar de el hasta esta manana en su consultorio. Me conto que habia conocido a Jones muchos anos atras, y me lo describio. Dijo que Jones tenia una verruga en la nariz. Probablemente, en la oscuridad del parque de estacionamiento le pareciera eso; pero en realidad se trataba de una quemadura que se habia hecho la misma manana en que fui a
– Y todo por un simple sello de correos -reflexiono Fletcher-. Vaya, por lo menos el caso ha sido solucionado y a usted le han quitado la escayola del brazo, capitan.
Leopold estiro el brazo sobre el escritorio para tocarla.
– Sabes, creo que la echo de menos. Hubo momentos en los que me fue muy util.
Edward D. Hoch