Una muchacha de unos veinte anos, que sin duda tenia un cuerpo de bailarina, pasaba por la acera de enfrente, examinando la numeracion de las tiendas. Fletcher se arreglo la gorra y salio por la puerta del vestibulo. Al llegar a la entrada de la «Royal Stamp Sales», la muchacha se detuvo un momento, por lo visto para tomar animos, y luego entro. Fletcher se encontraba a unos cuantos pasos de ella.

Leopold aguardo con impaciencia, repasando con su mano derecha la maciza escayola. Debio haber pasado menos de un minuto, pero a el le parecieron cinco. Se maldijo por lo bajo, y despues echo a andar. Habia bastante trafico en aquella noche, por lo que tardo un poco en cruzarla. No podia ver nada a traves de los sucios escaparates de la tienda de sellos, pero en el mismo instante en que llego alli, la puerta se abrio de golpe y la chica salio corriendo, con una pequena pistola en su mano.

Al ver a Leopold quiso alzar el arma, pero este la hizo volar de su mano con un golpe de escayola, sintiendo instantaneamente un terrible dolor en su brazo roto debido a la fuerza del impacto. El panico se apodero del rostro de la chica y giro sobre si misma para salir corriendo, pero detras de ella se encontraba ya Fletcher, con cartera y todo, y la inmovilizo con un fuerte abrazo de oso.

– Nos cogio por sorpresa, capitan -explico Fletcher-. No me imagine que pudiera ser tan habil con la pistola.

Mientras recogia el arma del suelo, Leopold dijo entre grunidos:

– ?Miss Bonnie Irish, supongo?

Ella trato de librarse del abrazo de Fletcher y dijo con desprecio:

– ?Vayase al infierno!

En el interior de la tienda, Benedict Corflu y los dos detectives de Nueva York, estaban clasificando la pequena pila de sobres de papel cristal que ella habia dejado sobre el mostrador.

– ?Estan todos? -pregunto Leopold.

– Todos, menos el de dos centavos hawaiano -respondio Corflu-. No se halla aqui.

Leopold lanzo un juramento y observo la pistola que tenia en su mano.

– Bien, tenemos a Bonnie Irish; pero eso es todo. Esta pistola es de calibre veintidos, y Dexter Jones fue asesinado con una del treinta y dos.

El caso volvio a estar otra vez en un callejon sin salida, solo que esta vez parecia que nada iba a sacarlo de alli. Bonnie Irish negaba toda relacion con el asesinato de Jones, y unicamente la podian retener por haber participado en el robo de la casa de Bailey. El sello hawaiano de dos centavos seguia sin aparecer, y Oscar Bailey continuaba exigiendo que lo recuperasen. Benedict Corflu volvio a su negocio de camiones, y por lo visto tambien a su sistema postal privado.

Finalmente, una soleada manana de abril, Fletcher pregunto:

– Capitan, ?cree que tendremos que dar por cerrado el caso del asesinato de Jones?

– Aun no ha pasado siquiera un mes, Fletcher. Pronto se presentara algo. Si al menos esa chica diera su brazo a torcer y nos dijera que es lo que hizo con ese condenado sello…

– Es probable que nunca haya sido robado. Quiza Bailey lo incluyo en el botin para cobrar el seguro.

– ?Crees que no lo he pensado? -gruno Leopold.

– O quiza la muchacha se lo haya devuelto a Jimmy Duke y este lo tenga en su poder.

– No, le hemos estado vigilando. Ella no se le ha acercado antes de que la hubieramos arrestado, y tampoco ha sido capaz de conseguir el dinero para salir bajo fianza.

– ?Asi que a donde nos conduce todo eso, capitan? -inquirio Fletcher fatigado.

– A ninguna parte. Supongo que otra vez tendremos que considerar nuestra teoria del atracador.

Leopold revolvio algunos papeles y parecia bastante infeliz. Al cabo de un rato, Fletcher pregunto:

– ?Como se encuentra su brazo? ?No es ya hora de que le quiten la escayola?

– Espero que manana, pues tengo que ir a ver al doctor Ranger.

Al otro dia, Leopold llego al consultorio del doctor quince minutos ante de lo previsto. Estaba ansioso por saber como estaba su brazo, ansioso por liberarse del pesado yeso y volver a sentirse un hombre completo.

– ?Como lo ha pasado? -le pregunto al entrar el sonriente doctor Ranger.

Esta vez tenia puesta una chaqueta blanca y su imagen se asemejaba mucho mas a la de un doctor, en contraste con la que habia conocido Leopold en su primera visita nocturna.

– Me encontrare mejor cuando me haya quitado esta cosa.

– Ya veremos.

Ranger cogio una pequena sierra electrica y se puso a trabajar sobre la escayola. Primero hizo una serie de pequenos cortes, para guiarse al aserrar, y luego corto mas profundo. Leopold podia sentir la sierra sobre su piel mientras esta rompia el yeso.

– ?Ha habido algun asesinato interesante ultimamente?

– Uno que me tiene bastante confuso. Desde la noche en que me rompi el brazo no hizo mas que complicarse.

– No me diga -El doctor Ranger hizo otro corte del lado opuesto de la escayola y comenzo a separar las partes-. ?No se tratara de aquel profesor universitario que ha salido en los periodicos? ?Jones?

– El mismo.

– ?Tiene alguna pista de quien lo haya hecho? -Le quito la moldura y Leopold observo su delgada y horrible muneca-. No la mueva -le advirtio Ranger-. Se trata solo de un examen. Debo hacerle otra radiografia.

– Ninguna pista -continuo Leopold, flexionando sus dedos.

Ranger se llevo las dos partes desechadas de la escayoladura al cuarto contiguo.

– Ahora le hare la radiografia -Coloco a Leopold debajo de la maquina, cuidando de no moverle la muneca-. Yo conocia a Jones un poco, ?sabe? Aunque hacia muchisimos anos que no lo veia.

– ?Ah si?

– ?Un hombre de cabellos grises, con gafas y una verruga en la nariz?

– Asi era aquel tipo-asintio Leopold.

– Ya me parecia. Me lo encontre una vez en un congreso. Por eso le he preguntado a usted sobre sus avances en el caso.

La maquina zumbaba mientras tomaba la radiografia.

– ?No me lo podia haber mirado por el fluoroscopio?

– Las radiografias sirven para su historial medico, y ademas, asi se expone a una menor cantidad de radiacion -Ranger regreso en seguida con las placas-. ?Cree usted que es probable que Jones haya sido asesinado por un asaltante?

– Quiza. ?Como se ve ese brazo? ?Se han soldado bien los huesos?

El doctor sujeto las radiografias en una vitrina iluminada.

– La fractura aun se nota mucho, pero todo esto es hueso que ha crecido. Creo que tendremos que entablillarle por unas semanas. Sera para usted mucho mas comodo que una escayola.

Leopold le siguio hasta el cuarto de consultas.

– ?Quiere decir que aun no se ha soldado?

– Todavia no, pero no creo que deba desanimarse. Un entablillado para mantener inmovil la muneca sera suficiente -Extrajo un trozo de yeso cubierto por un pano y lo humedecio en agua caliente hasta que estuvo maleable-. Adaptaremos esto a la base de la muneca para que la sostenga. Una vez que se enfrie se pondra duro -Luego comenzo a envolverlo con una venda elastica.

Cuando termino, Leopold se incorporo y fue hacia el cuarto contiguo antes de que el doctor Ranger pudiera decir nada.

– Queria la escayola que acaba de quitarme -manifesto Leopold, mientras iba en busca de las dos piezas-. Deseo conservarla como recuerdo.

El doctor Ranger continuo sonriendo.

– Me temo que eso sera imposible -dijo, pasando por delante de Leopold y abriendo con rapidez la gaveta del escritorio.

Leopold percibio el destello de una pistola con el rabillo del ojo, dio media vuelta, golpeando con el pesado molde la mano de Ranger. El doctor lanzo un grito de dolor y la pistola se le cayo al suelo.

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