– Pues por eso, guapo.

– …lo necesitamos.

– Nosotros mas.

Eloy trato de adivinar quienes eran los asaltantes. El que los habia interceptado era un desconocido de gabardina, el cuello alzado y la visera calada, abierto de piernas en mitad del camino en senal inequivoca de prohibido el paso, no ofrecia pista alguna, pero el segundo de ellos si, a la orilla del veiron, entre dos luces, tenia un aire familiar, le sonaba su cara a pesar de la bufanda, los tres restantes, sombras sospechosas al otro lado de los matorrales, reforzando la amenaza sin intervenir, podrian ser sus hermanos que no habia forma de saberlo entre la oscuridad y el embozo. Eloy siguio observando sin pestanear, no sabia si estaba localizado, si iba a perder la unica paga desde hacia meses y los pechos de Celia.

– No te muevas, carino.

Hablo el de entre dos luces.

– Venga, tu, pasa la gorra que no estamos de fiandon.

Salio fuera del zarzal con un gesto caracteristico, inconfundible, de pelicula muda, era Charlot, Genaro Castineira, el huido de Fabero, contaban atrocidades de los huidos, peligrosisimo el llevarles la contraria, penso Eloy, asustado cuando Tibur, el mas joven de la cuadrilla cerecera, se opuso al despojo.

– ?Y por que os voy a dar mi dinero? Ni hablar, no me sale de los cojones.

– Bueno, si quereis saco el trabuco.

El desconocido se abrio la gabardina y saco una escopeta de caza con los canones serrados, eso explicaba lo de la gabardina, no habia caido ni una gota en todo mayo ni soplaban ganas de lluvia.

La senora Maria, la mayor, no se sabian los anos, pero muchos y aguantaba como un mozo, se erigio en portavoz del grupo.

– Ya se que lo necesitais, corren malos tiempos, pero nosotros mas, tenemos una familia que mantener, nos queda otra semana de recogida y despues, ?que?, no vemos otro sueldo hasta la vendimia. Vosotros os arreglais mas al salto, si os arreglaseis con un poco…

– ?Todo!

– Nos pagan una miseria…

Diez pesetas diarias de sol a sol desramando todos los cerezos del valle para Ledo, la fabrica de conservas, frutas en almibar, las cerezas son el lujo del Bierzo y como mejor estan es en aguardiente, te emborrachas con media taza de ellas, el trabajo de recogerlas es duro, pero ademas de duro es un privilegio. Contesto Genaro, la mano hundida en el bolsillo de la chaqueta, seguro que empunaba una pistola, un Colt de seis tiros segun decian, tambien de pelicula.

– Os dejais robar, estupidos, exigid un salario justo.

No estaban los tiempos para exigir sino para agradecer, los llamaba siempre Hermelando, el capataz de la fabrica, el unico vecino de Cadafresnas con empleo fijo, y no le iban a hacer un feo que pusiera en peligro su momio, un desplante que de nada serviria, todas las mananas se formaba cola de reservistas a la espera de una improbable baja, muy al borde de la muerte tenia que estar el enfermo para quedarse en cama y no acudir al tajo.

– Dejadnos algo…

– Se acabo la charla, venga, tu, afloja la mosca.

El de la gabardina empezo a recolectar, se guardaba en la faltriquera el segundo punado de minimos, sucios y arrugados billetes, cuando sono el autoritario grito.

– ?Alto en nombre de la ley!

– ?La madre que pario a Dios! ?Largo!

Estallo una tormenta en la que se impuso el trueno de los disparos, los gritos sustituyeron al piar de los gorriones y el olor de la polvora al de la hierba recien segada. El tiroteo imprimio tal velocidad al acontecimiento que despues fue imposible su reconstruccion con un minimo de coherencia suponiendo que alguien hubiera tenido interes en reconstruirlo. Uno de los huidos se desplomo, el de la lupara respondio al fuego y la senora Maria cayo como muerta, corrieron como corzos, una vez mas escapaban de la justicia. Tibur desfogo su rabia arrojandoles una piedra, todos apedrearon a los asaltantes que huian del cabo de la guardia civil y los tres numeros que surgieron de entre la fraga del monte, corrian cuesta abajo, a trompicones, resbalando por la hierba humeda del prado, y asi doblaron sin verle por la curva en donde Eloy todavia seguia convertido en estatua de sal, la estampida la aprovecho Celia para desaparecer por el atajo de Veariz, a Eloy la ira de los cobardes le exploto en la mano que ya empunaba una piedra vengadora, tambien el tendria que conformarse con decir la tuve a punto de caramelo, arrojo el proyectil con la precision de treinta anos de practicas, entre la nube de tiros y piedras fue un muy preciso canto poco rodado el que choco contra el craneo de aquel hombre, cayo de bruces al suelo, dos vueltas de campana e inmovil con el rostro hundido en la presa de riego como si una sed incontenible le hubiera obligado a arrojarse alli de cabeza, un tenue tinte rojizo aureolo las aguas, Eloy sabia a ciencia cierta que habia sido la suya, a esa distancia no fallaba jamas, pero dejo que los comentarios sobre la punteria se difuminasen en conjeturas, ?quien habra sido?, el de arriba muerto, un tiro limpio y casual le atraveso el corazon, las mujeres se arremolinaron junto a la senora Maria con una perdigonada en los muslos, chorreando sangre.

– Vive, esta viva, ?como se encuentra?

– Me baja la regla -tuvo animos para bromear-, a la vejez viruelas.

– ?Y este, quien es? -pregunto el cabo tirando de los pelos, sacando del pilon la cabeza del herido.

– La Virgen, pero si es el Evaristo.

– ?El de la fonda?

– Pero que dices. Varis, el de la fonda, esta en la fonda tan tranquilo. Es el sacristan de Dragonte.

– Si, hombre, el que le puso los cuernos a don Recesvinto, el cura, y se tuvo que pirar al maquis.

– No seria por eso.

– Si usted lo dice, no seria por eso, cabo.

Aparecio el teniente con otros tres numeros, todos sin tricornio, con un gorro cuartelero y sin mas correaje que el de las cartucheras, el encuentro no habia sido obra del azar. Todos reconocieron al teniente Chaves, tenia fama de duro y la mandibula tipica del cazador de fugitivos, cuadrada y con un hoyito, furioso increpo al del galon rojo:

– Tienes menos vista que un topo, desgracias, si hubieras atacado cuando te dije nos habriamos cargado al cabronazo del Charlot, no nos ha dado tiempo a rodearle, ?que pretendias, ascender por meritos de guerra?

– No ha estado tan mal, mi teniente, ha caido uno y tenemos al Evaristo.

– Si le hubieras dejado con la cabeza en la piscina nos habriamos ahorrado el papeleo del juez, imbecil. Registrale. A ver, ustedes, vengan conmigo.

Separo al personal civil de los dos caidos y empezo a tomarles nota de los nombres, tendrian que declarar, «me han robado el sueldo de toda la semana». Ni caso, las reclamaciones que las hicieran los interesados y por escrito. Lo que si aclaro fue lo de la recompensa.

– Segun la ley de Fugas todo aquel que colabora eficazmente en la captura de una de estas alimanas tiene premio, una Sarasqueta especial, ?quien de ustedes le sacudio al interfecto?

Eloy sintio la mirada de Chaves como una afirmacion, has sido tu, le apetecia el arma de dos canones, llaves ocultas y culata labrada, un autentico lujo, pero le iba a marcar mas que al buey el hierro al rojo y en todo lo concerniente a los huidos lo mas sensato era el no participar, la ley de bronce que ejercian a rajatabla era la de no perdonar ni una, asi se garantizaban una fidelidad temerosa pero infalible, huyo del posible protagonismo rechazando la oferta, la amenaza, otros lo considerarian un premio y muchos otros le apedrearon tambien, «cualquiera puede haber sido», argumento brindando la recompensa a los demas, el lapidar a quien se tercie viene de antiguo, pensaba mientras trataba de camuflarse en el anonimato, a sus espaldas, a pocos kilometros, en la casa parroquial de Comilon, un bajorrelieve mostraba a san Esteban apedreado, lo de

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