– Pues aqui.
– Si no fuera tan horrible, si pudieramos hacerlo…
Estaba en el filo de la decision, necesitaba una ayuda, lo dije con calor y aplomo porque en tales circunstancias solo es persuasivo el apasionado.
– Podemos.
No me respondio, pero lei en sus ojos el mensaje que me habia dejado escrito desde antes de pintarse el lunar, torpe de mi, la decision estaba en mis manos, la abrace con fuerza, acaricie la seda de su piel, su piel, y con sumo cuidado desabroche el corchete de su falda. Y el amor me aconseja la piel como una esencia untada, como un tacto que ignora su materia. Se estremecio, sono a gloria el acero del cuchillo al rebotar en el piso, nuestro amigo el leon sonrio de gozo y desperezo sus alas, ya no tenia necesidad de huir a su refugio del campo de las Danzas, con ella entre los brazos, desnuda, me senti invulnerable, lo hariamos y todo marcharia bien, habiamos tocado fondo y a partir de nuestra union carnal la suerte se volveria una aliada, por muy poderoso que fuera, Adolfo Hitler no se iba a morir dos veces.
Raul Guerra Garrido