largamente meditado, y en su momento habia llamado a la que ahora asomaba del sobre El Enigma del Calcetin Morado; la rozo con la yema de los dedos sin llegar a mirarla, rememorando como Aurelio, su padre, le habia hablado de ella por primera vez el dia que cumplio quince anos.

– Todos los hechos historicos estan intimamente relacionados, Luis; no solo los trascendentes, que afectan a los pueblos y a las naciones; tambien los nimios o individuales, los que afectan solo a nuestras vidas… Ojo, si es que a esos se les puede llamar nimios, porque yo creo que son los unicos importantes. Tu, por ejemplo, estas aqui sentado conmigo… ?Sabes por que? ?Imaginas cual fue el primer eslabon importante de la cadena que termino por unirnos?

Ferrer nego en intrigado silencio; Aurelio se permitio una pausa antes de anadir:

– Fue un calcetin morado -sonrio ante la sorpresa de su hijo-. La historia completa, lo prevengo de entrada, no la puedo desvelar yo solo; te la tenemos que contar entre tu madre y yo, es un viejo pacto. Pero si, esa es la causa: un calcetin morado.

La frustracion en los ojos de Luis fue un acicate para Aurelio, que se lanzo a lo que en el fondo llevaba mucho tiempo esperando: el momento de relatarle aquella aventura personal veridica a su hijo.

– De todas formas, el acuerdo con tu madre es contarte entre los dos el desenlace, que tuvo lugar en Leonito. La primera parte, como solo me afecta a mi, te la puedo contar sin problema. Pero -aclaro levantando el dedo indice a modo de advertencia- solo la primera parte. ?De acuerdo?

– De acuerdo, de acuerdo -asintio Ferrer a toda prisa.

– Ya sabes que mi padre era un periodista monarquico bien conocido en Sevilla en la epoca de la Republica. Tenia amistad con el general Queipo de Llano a pesar de sus desavenencias politicas. Ya sabes que Queipo, con un punado de hombres y una osadia que hay que reconocerle, hizo triunfar en Sevilla el golpe militar del dieciocho de julio. Durante los primeros dias de la guerra, estuve a su lado varias veces… Si, si, con elmismisimo Queipo, que llamo a mi padre para acordar con el lo que convenia a los golpistas que se publicara en su periodico. Aquellos dias terribles resultaron fundamentales para mi vida posterior. Pero sobre todo la manana del veinticuatro de julio… La vispera habia tenido lugar la represion contra el barrio de Triana. Alli se atrinchero la resistencia obrera dispuesta a resistir con cuatro escopetas de caza y un par de pistolas contra la artilleria, que arraso el barrio entero. La represion posterior fue terrible, pude comprobarlo esa manana del veinticuatro. Era un dia muy luminoso, pero olia muchisimo a humo y a polvora, y el calor asfixiaba. Acompanaba a mi padre y a Queipo para ayudar a preparar las noticias de la aplastante victoria sobre los rojos, que asi es como encabezo mi padre su articulo de aquel dia a pesar de que no estaba de acuerdo con el tono triunfalista impuesto por los vencedores, ni mucho menos con lo que, como yo, vio en Triana. Recuerdo que aquel dia salio livido de alli. Y si mi padre se puso malo, imaginate yo, con diecisiete anos y sin haber visto un muerto en mi vida… Me tope con el calcetin morado en un callejon estrecho, de pendiente muy pronunciada. Avanzaba cuesta arriba, unos metros por delante del grupo; lo que habia visto y estaba viendo me resultaba insoportable y repugnante, y me arrepentia de haber aceptado acompanar a mi padre, pero no queria que se notase, queria ser tan serio, tan hombre como ellos… Cuando entre en el callejon vi, al final de la pendiente, un bulto en movimiento en una zona de sombra: varias formas humanas, pues estaba claro que no se trataba de una sola persona, en extranas posturas. Y silenciosas, no emitian el menor sonido. Me acerque. Dos soldados, dos legionarios, violaban a una mujer tirada en el suelo, mientras un tercero, de pie, contemplaba la escena ansioso, como si esperase su turno. Uno de los legionarios penetraba a la mujer por la vagina y el otro, acuclillado frente al primero, por la boca; a modo de amenaza, apoyaba sobre la garganta de la mujer el filo de una bayoneta. Ella no oponia resistencia, yo pense que por la bayoneta, pero sus piernas y sus brazos estaban abiertos e inertes, y se agitaban con dejadez, a un ritmo extrano, muy poco natural, como si… no se, como si estuviese flotando tranquilamente en una piscina… Es curioso como, de segun que escenas, se te quedan clavados los detalles mas tontos. Por ejemplo, recuerdo que el legionario que aguardaba en pie tenia un diente, uno solo, en el centro de la boca, que mantenia abierta en una extrana mueca. Tambien recuerdo que entre las ruinas de las casas del callejon se mantenia en pie una fachada en la que seguian intactos los tiestos con flores de muchisimos colores, como si alli no hubiera pasado nada. Pero sobre todo me fije en el calcetin morado… Lo llevaba la mujer en su pie derecho: un calcetin morado, muy sucio y a medio sacar, mostrando el talon desnudo; el otro pie estaba descalzo. El calcetin era la unica prenda que llevaba encima, aparte de unos jirones de ropa a la altura de la cintura. Entonces, ya te lo he dicho, yo tenia diecisiete anos, y seguia siendo virgen; es mas, no habia visto a una mujer desnuda nunca, ni siquiera en fotografia. Eso influyo para que la mujer de Triana me impresionase tanto: era incapaz de apartar la mirada de ella, estaba horrorizado y fascinado a la vez por cada detalle de lo que estaba viendo. No veia la cara de la mujer, pero su cuerpo era rechoncho y de piel increiblemente blanca, y sus piernas no eran bonitas, eran cortas y gruesas, con mucho vello en las pantorrillas, lo recuerdo porque entonces creia que la piel de las piernas de las mujeres tenia que ser lisa y suave como las de las artistas de cine. Aquel vello me impresiono… De pronto, el legionario del unico diente reparo en mi y me apunto con su Mauser. Su boca seguia abierta, creo que por alguna razon no podia cerrarla. Y comprendi que no sabia quien era yo, que podia pensar que era un enemigo, que podia matarme por error. Y creo que lo hubiera hecho de no haber aparecido detras el grupo. Tiene gracia, puedo presumir de que Queipo de Llano me salvo la vida. El legionario reconocio al general y saludo militarmente. El que penetraba a la mujer se puso tambien en pie e hizo lo mismo; el tercero permanecio inmovil, como si comprendiese lo ridiculo o inutil del protocolo en esa situacion. El que se habia puesto en pie tenia el pene erecto, y recuerdo que senti verguenza al tener a mi padre delante, como si me hubiesen sorprendido en un burdel y no en una situacion tan seria, tan dramatica. Queipo ni se inmuto; continuo avanzando y los demas le seguimos; yo, ahora, era el ultimo. Nunca se me han olvidado las palabras que Queipo, muy campechano, le dijo a mi padre al rebasar a los soldados: «Estas cosas redondean la paga de los soldados, que el dinero hay que guardarlo para armamento. Que cojonudo, si las rojas supieran que gracias a sus conos los canones nos salen mas baratos». En cuanto Queipo se alejo unos pasos, el legionario volvio a penetrar a la mujer. Al pasar junto a la escena, repare de nuevo en la blanca carne flacida, en el fofo pie desnudo y en el calcetin morado. Y, por primera vez, en la sangre. La mujer se estaba desangrando por dos heridas de bala, o de bayoneta, o de lo que fuese, las dos a distintas alturas del costado que yo antes no podia ver. Sus extranos movimientos de cansancio no se debian a las embestidas de sus atacantes ni al miedo al machete, que es lo que yo habia imaginado, sino a los espasmos del cuerpo perdiendo sangre, desangrandose, acabando de desangrarse. Por eso su piel tenia ese color tan palido. El legionario del machete eyaculo violentamente y se aparto de la cara de la mujer. Antes de que el del diente se apresurase a ocupar su lugar, yo pude ver el rostro de la victima durante un segundo: vivia todavia. Y me miraba. Tal vez estaba semiinconsciente y no podia verme, o tal vez me pedia ayuda. Nunca lo he sabido. Cuando me aleje, el legionario que casi me dispara seguia con el extrano rictus en su boca abierta. Y, por alguna razon, lo ultimo que mire antes de unirme al grupo, fue el calcetin morado. Me provoco un autentico trauma, una obsesion. Ahora me rio, pero entonces… Durante varios anos no pude estar con una mujer. Y la culpa se la eche todo ese tiempo al calcetin; al calcetin y al otro pie fofo desnudo. Me acordaba de aquel pedazo de carne, que eso era la infeliz en aquel momento, y me producia un rechazo absoluto hacia el sexo. ?Como iba yo a imaginar que esa enfermedad se me iba a curar en Leonito once anos despues…! Cosas de la Historia, de esas casualidades que antes te decia… De no ser por el calcetin morado yo no hubiera conocido a tu madre, no me hubiera casado con ella, no te hubieramos adoptado, etc., etc., etc. Y… aqui se acaba la pelicula.

– ?Venga, papa! -suplico Luis-. ?Me vas a dejar asi, a medias?

– Lo prometido es deuda. Ya te he dicho que el resto con tu madre delante, que tambien tiene cosas que anadir al final de la historia. Eso si… para ponerte los dientes mas largos, te puedo decir algo mas… Existe una fotografia. No de lo de Sevilla, sino del desenlace. Cuando te lo contemos, veras tambien la foto.

Las protestas de Luis fueron inutiles. Y a pesar de que todavia hubo de esperar para ver la fotografia, aun conocio antes otro capitulo intermedio de El Enigma del Calcetin Morado.

Ocurrio inesperadamente, un dia de dos o tres anos despues en que su padre y el estaban solos en casa y veian en los noticiarios las primeras noticias sobre el gran ciclon que asolo Leonito durante 1971. Las imagenes mostraban la visita que el presidente de la Republica, coronel Larriguera Hill, habia efectuado a la zona siniestrada: caminaba entre los escombros con gesto grave, y a Luis no le paso desapercibido que, cuando respondia a algun periodista, ponia las manos a la espalda para que las camaras no captasen el gran cigarro que sostenia entre los dedos. Fue entonces cuando Aurelio dijo:

– Ese hijoputa, ahi donde lo ves, casi me mata hace veinticinco anos. El en persona, con su propia pistola.

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