Luis lo miro perplejo. Aurelio continuo:
– Es el presidente del actual triunvirato en el poder. Precisamente se llama asi.
– ?Se llama como? -pregunto Luis.
– Asi: Triunviro. Tomas Triunviro Larriguera. Como su padre, pero con el Triunviro en medio.
– Venga ya…
– Te lo digo en serio. Nacio en mil novecientos treinta, algun tiempo despues del golpe que sento a su padre en el poder. De hecho, aquel golpe se dio para firmar unos ventajosos acuerdos economicos con Francia o Inglaterra, no recuerdo con exactitud. El caso es que los tres coroneles, ahora ya afortunadamente muertos, decidieron celebrar el exito de aquel acuerdo con una de sus ruidosas fiestas.
– ?Esto es historico o de tu cosecha? -quiso saber Luis, que conocia bien la tendencia de su padre a novelar, aunque fuese con habilidad ciertamente irresistible, la anecdota mas nimia.
– Hombre, se decia cuando yo estaba alli de embajador y me lo confirmo un oficial que estuvo presente en la famosa juerga. A mitad de la borrachera se le ocurrio a uno de los tres golpistas la idea de perpetuar sus respectivos linajes a traves de sus hijos, todavia pequenos. Les apetecio sentirse reyes o Bonapartes, yo que se, y se pusieron a aplicar sus conocimientos de historia universal y cultura en general para buscar nuevos nombres a sus cachorros. Segun el oficial que te digo, Jose Leon Canchancha dudaba entre «Jose Ricardo Corazon de Leon Canchancha» y «Jose Leon II Canchancha» y al final se quedo con este ultimo: Jose Leon Segundo. A Walter Menendez no se le ocurrio nada mejor que rebautizar a su hijo con el nombre de Walter Magno, que a mi no se por que siempre me ha sonado a anuncio de bebida. En cuanto a Tomas Larriguera, quiso homenajear a su manera la amistad eterna que segun el le unia a sus compinches, y por eso decidio que anadiria el Triunviro al nombre de su primer hijo: ese que tienes ahi, aparentando que le importa el terremoto; asi, Triunviro se veria obligado a recordar siempre su compromiso de fidelidad con Jose Leon Segundo y con Walter Magno. Al final, no se si llego a bautizar asi al nino, pero lo cierto es que ahi tienes su sobrenombre… En Leonito le llaman
– ?Y por que quiso matarte? -exigio Luis con la mirada encendida de excitacion.
– Es una larga historia de la que ya has oido hablar. Como pista -anadio maliciosamente Aurelio- te dire que tu madre tiene mucho que ver con ella.
– ?El calcetin morado? -se entusiasmo Luis.
– El calcetin morado -concedio Aurelio; y de nuevo se concentro en el informativo del televisor, fiel a la vieja promesa de guardar silencio hasta que Cristina estuviese delante.
Aquella noche Luis fantaseo con renovados impetus, sumando a sus infinitas elucubraciones sobre la historia un dato insospechado y concreto:
La sacudida del avion al tomar tierra le erizo la piel.Quiso escuchar los latidos de su corazon y la emocion se lo impidio: despues de tantos anos, se hallaba otra vez en Leonito.
En el exterior, tras descender del avion y abandonar el aeropuerto con prisa, ajeno al modelico clima tropical que nada le interesaba, vio la desdibujada mancha de la capital enmarcada por las verdes montanas coronadas de nubes que se desplazaban lentamente en la lejania. Tuvo la sensacion de que arrastraban la luz diurna como un telon teatral cuyo siguiente decorado fuese la noche que ya se anunciaba.
Durante el trayecto en taxi, rememoro las continuas casualidades que, a lo largo de los anos, habian ido frustrando con metodica eficacia sus deseos de viajar al pais en el que habia nacido. Ahora, esas decepciones acumuladas parecian cobrar sentido incluso para alguien que, como el, se negaba a creer en los destinos etereamente trazados: este -y no otro- era el momento del retorno al origen.
Cruzo la puerta del lujoso hotel sin dedicar un instante de su atencion a las instalaciones; casi hostil a la actividad de clientes y empleados, atraveso el vestibulo hasta el mostrador, cumplimento la inscripcion sin escuchar la bienvenida del recepcionista, entro aprisa al ascensor, subio a la habitacion y se asomo a la terraza, aliviado por el refugio que le ofrecia el silencio nocturno. La oscuridad arrancaba destellos de quietud a la superficie de la piscina desierta, en la que le apetecio de pronto zambullirse vestido, flotar al capricho del agua inmovil, esperar que lo que hubiese de ocurrir ocurriese.
Fue concentrado en esa paz anomala cuando, subitamente, se sintio con fuerzas para escribir ahora la confesion de la muerte de Pilar. Se lo debia a la memoria de su hija -tambien a la de la madre y abuelos de la nina, que fallecieron antes que ella e ignoraban su atroz final- y se lo debia a si mismo: asi, si algo le ocurria durante su estancia en Leonito, se sabria cual habia sido la autentica causa de su sufrimiento en los ultimos tiempos. Marisol era la unica destinataria posible de esa carta y, ademas, merecia serlo.
Se sento ante el ventanal de la habitacion, preparo un sobre en el que anoto con mayusculas «PARA SER ABIERTO EN CASO DE MI MUERTE» y comenzo a confesarse ante el espiritu de la unica amiga que le quedaba en el mundo. Las palabras parecian surgir del boligrafo sin necesidad de que su voluntad las empujase.
«Querida Marisol: si estas leyendo esta carta, yo habre muerto.
Pero no queria hablarte de mi, sino de Pilar. De lo que paso realmente.?Te acuerdas del once de junio del setenta y seis, cuando fuimos a Barcelona a ver a los Rolling Stones?».
Capitulo Dos
Al abrir la puerta del antiguo despacho de su padre en la embajada espanola de Leonito, sintio un silencio de iglesia vacia en el estomago.
Durante unos segundos permanecio estatico, rindiendo su mente a la ausencia de sonidos, y comenzo luego a girar sobre si mismo con la lentitud de una camara de cine empenada en registrar parsimoniosamente los detalles mas nimios del decorado. De pronto, al llegar a la tercera pared, su mirada se topo con la de un jovencisimo Aurelio Ferrer.
La pintura debia de medir dos metros por uno y pico, y su autor habia renunciado a la servil pomposidad con que los artistas suelen impregnar los retratos oficiales para mostrar a Aurelio como realmente era, y sin duda como habia insistido el mismo en posar: sus ojos azules seduciendo al pintor/espectador con la complicidad de su sonrisa mas sincera, las manos introducidas en los bolsillos del holgado pantalon, la americana abierta y el cuello de la camisa desabotonado: Aurelio Ferrer a sus anchas; Aurelio Ferrer, feliz y seguro de si, dispuesto a comerse el mundo. El angulo inferior derecho de la pintura revelaba la fecha de la obra: 1947. Precisamente, el ano en que tuvieron lugar los hechos de
– Era un retrato horroroso, pero me lo hicieron como regalo de bienvenida y no iba a decir que no -le habia explicado Aurelio, incorporandose sobre los almohadones de la cama de la habitacion privada del sanatorio madrileno donde convalecia tras una exitosa operacion de apendicitis tardia; los primeros sintomas se habian manifestado de repente la noche del 11 de septiembre de 1973, horas despues de conocerse el golpe de estado contra Allende, lo que habia permitido a Aurelio bromear sobre la implicacion de Pinochet en el complot contra su apendice-. ?Te acuerdas del cuadro, Cristina? ?De lo espantoso que era?
Cristina Ferrer, mientras se arreglaba frente al espejo de la habitacion -se disponia a abandonar la clinica;