Afuera se descolgo una lluvia intensa. Gabriela salto del sillon y salio al jardin.

* * *

Nando tenia un buen empleo en una empresa del Estado. Ganaba bien y viajaba a menudo. Los viajes eran la mejor parte del trabajo: clase ejecutiva, hoteles de primera y autos de revista. Dinero dulce que caia del cielo con una facilidad sorprendente. Con aquella prosperidad que a nadie parecia costarle el menor sacrificio, tambien tenia acceso a ciertas mujeres que aparecian en bandada atraidas por la fiesta sin compromiso.

La primera vez fue dificil, sobre todo al regreso, cuando vio a Diana y a Tomas en el aeropuerto. La culpa se le vino encima y lo abatio por varios dias. Pero hubo un nuevo viaje, y otro, y otro mas, y aquello se le volvio una costumbre deliciosa, un aspecto del disfrute que parecia estupido rechazar. Nando sabia que eran relaciones furtivas suavizadas por el piadoso velo que tiende la distancia, sin lazos afectivos que pudieran hacer temblar la estructura de su hogar. Termino convenciendose de que no habia nada de malo en sus infidelidades, mientras Diana no se enterara. Se repetia que aquella no era una actitud cinica, sino inteligente. ?Para que hacerla sufrir si el siempre terminaba volviendo?

Con el tiempo, se hizo experto en detectar candidatas que no fueran a complicarle la vida. El anillo de bodas era un ingrediente tan apetecible como unos pechos generosos o unas piernas bien torneadas. Las preferia menudas, con la piel firme y bronceada. El cabello y los ojos daban igual, tanto que alguna vez se sorprendio apoltronado en su asiento en medio del Atlantico, despues de algunos vasos de escoces, tratando de recordar infructuosamente si aquella pechugona de la noche anterior era rubia o morena.

Pero Nando no conto con el amor. Hacia un ano, habia conocido a una ingeniera joven que le mostro las fotos de sus hijos la vez que salieron a tomar el primer cafe de la obviedad. Era una mujer brillante y requirio un trabajo de orfebre llevarsela a la cama. Cuando le confeso que estaba divorciandose, ya era tarde. Nando habia quedado atrapado en una red que parecia apretarse cuanto mas se esforzaba en escapar y no hubo mas remedio que aceptar que cualquier empeno por evitar el amor no hacia mas que fortalecerlo. Aquello estaba fuera de sus calculos. Habia sido la ternura la puerta de entrada a un universo que creia irrecuperable; un dia se desperto con la cabeza apoyada en el vientre de ella y sintio la encantadora asfixia que produce el exceso de felicidad. “Creo que me estoy enamorando”, le dijo bajito, como un secreto. Victoria entreabrio los ojos, pero no respondio.

Nando no podia vivir sin saber que la tenia al alcance de una llamada telefonica y ya no supo mirar a otras mujeres. Una vez, en Innsbruck, encontro en su cama a una vieja conocida y no se resistio porque prefirio cumplir con el tramite antes que ponerse a negociar para sacarsela de encima. Pero no quiso que se quedara. Dormir con una mujer era cosa seria. Podia hacer el amor con cualquiera, pero compartir la intimidad del sueno se le hacia compatible solo con el amor. Ahora, nada mas queria dormir con Victoria.

Al principio, se encontraban en la casa de ella, cuando los hijos salian con el padre, pero pronto sintieron la necesidad de tener un espacio propio donde no hubiera que preocuparse por la impuntualidad del ex marido, que tanto se retrasaba para ir a buscarlos como adelantaba el regreso. Nando alquilo un pequeno apartamento en un edificio a medio camino entre las dos casas. No habia mas que cocina, heladera y cama, pero les parecio el unico lugar en el mundo al que querian regresar cada tarde. Victoria tenia el espiritu practico de las madres profesionales y no se complico con cuestiones romanticas como flores frescas o plantas que regar; colgo cortinas transparentes y un par de laminas de Braque. Tambien se ocupo de que en la heladera tuvieran lo suficiente y en el bano lo indispensable. No habia necesidad de transformar aquello en un hogar; de un hogar venian ambos y era preferible que no hubiera nada demasiado evocador de la otra vida paralela. Decidio que alli nadie cocinaria, solo comida comprada; no iba a jugar a la mujercita perfecta; era poco el tiempo que tenian para verse y no queria perderlo en la cocina. Nando debio admitir una incipiente desilusion ante este ventarron de practicidad, pero Victoria manejaba bien los hilos de la seduccion y no tuvo mas que llevarlo hasta la cama abierta, donde si habia cuidado el detalle de unas sabanas de seda, para hacerlo sentir el hombre mas importante del universo.

Alguna vez le habia preguntado por Diana. Al principio, Nando se habia rehusado a hablar de su familia, pero apenas sintio que el peligro se desvanecia, le parecio absurdo preservarlos de Victoria. Ahora, tenia una necesidad casi apremiante de hablar de ellos y pasaban las mejores horas despues del amor emocionandose juntos con el recuerdo de los hijos.

– Es una buena mujer -le decia sin miedo a ofender la memoria de la esposa. Al volver a su casa, o cuando hacia el amor con Diana, sentia que en esos momentos y solo entonces estaba siendo infiel.

Victoria le acariciaba la nuca con la punta de los dedos y masticaba la ansiedad; sabia de sobra que la mejor estrategia era la espera, una activa y paciente espera, mientras en la otra casa la rutina se convertia en su mejor aliada.

De: Granuja

Para: Diana

Enviado: viernes, 11 de julio de 2003, 03:47

Asunto: del buen vino

Princesa, mira a que hora te escribo. Hoy tambien tuve un dia maratonico y recien vuelvo a casa. Me invitaron unos amigos a tomar algo. No tenia ganas porque estaba molido, pero insisten en que no puedo vivir para trabajar y casi me secuestran. Fuimos a un boliche lindisimo, con una vista espectacular. Ya te llevare. Si me dejas, claro. No entiendo por que todavia no nos hemos conocido. Tenes miedo de enamorarte? No me hagas caso, tome demasiado. Tambien el buen vino tiene su medida. Chau, linda. Estoy empezando a extranarte.

G.

De: Diana

Para: Granuja

Enviado: viernes, 11 de julio de 2003, 7:59

Asunto: (sin asunto)

Me alegra que hayas salido con tus amigos. Que bueno que te diviertas tanto. Y no tengo miedo de enamorarme. Uno se enamora de quien puede, no de quien quiere. Chau.

Diana

V

Lucio decidio que aquella manana prepararia el desayuno. Le tomo varios minutos salir de la cama deslizando cada parte del cuerpo con cuidado para no despertar a Mercedes. Encontro una unica pantufla y prefirio bajar descalzo.

La cocina estaba impecable, como siempre. Mercedes jamas se acostaba sin guardar hasta el ultimo cubierto y limpiar las huellas en el marmol de la mesada. Lucio recorrio cada detalle con el asombro de quien descubre un planeta desconocido. Todo alli recordaba a su mujer. Penso que la guarda celeste no iba con la ceramica del piso. Mercedes habia elegido la decoracion sin consultarlo, como hacia con todo en aquella casa de la que era duena y reina. Y ahora, estaba alli, descalzo, a las seis de la manana, en medio de una cocina que no le gustaba y que, sin embargo, era la suya.

– ?Donde carajo esta el azucar? -dijo en voz alta y acentuo el mal humor del despertar.

Demasiados armarios. Demasiados. Penso que tampoco sabia donde guardaba Mercedes las bandejas, ni que perilla encendia cada hornalla. Abrio una pequena alacena y destapo una lata con galletitas. “O mejor, tostadas”, se dijo. “Pero, hay que hacerlas. Llevo galletitas y un jugo. Aunque ella prefiere el te. No me acuerdo si lo toma con leche.” Lo abatio el desconcierto y una pereza tremenda que volvio la preparacion del desayuno una tarea de titanes. Ni siquiera estaba seguro de que Mercedes quisiera desayunar. Se sirvio un vaso con agua mineral y volvio a la cama molesto por haber desperdiciado las mejores horas de sueno.

Mercedes estiro un pie y le toco la pierna. Fue como el roce de un fosforo. Sintio la urgencia en la piel. Comenzo a acariciarla donde sabia que le avivaba el deseo, incluso dormida. Tantas veces la habia visto despertar sorprendida por aquel cuerpo suyo que funcionaba con independencia de la voluntad… Ella respondio a los

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