si se abriera a una nueva mujer con la que ha convivido desde siempre. Tiene ganas de hablarse, de tocarse, de mirarse al espejo y hacerse preguntas. ?Donde has estado? ?Hacia donde iremos? Esta mujer que se le despereza en el interior la esta removiendo, la cuestiona, la alienta, la empuja a seguir. Es como si tuviera que parirse a si misma, de adentro hacia afuera, sacar la entrana, desempolvar la esencia, despertar, abrirse, pujar, pujar, pujar aunque duela, aunque sienta que no tiene fuerzas, pujar que se puede, pujar con los dientes apretados que no hay parto sin dolor, ni dolor con mayor recompensa.
Todo parece nuevo, hoy. Todo es nuevo porque nuevos son los ojos que ven y mientras ven van creando, dan sentido y nombre a las cosas. Los arboles le parecen particularmente hermosos, siente pena de verlos tan quietos.
Tal vez haya sido un arbol hasta ahora, con raices fuertes que ella se preocupo en hacer crecer para sentirse segura, hasta que tanta estabilidad comenzo a desesperarla. Ya no quiere ser arbol, ya fue arbol por demasiado tiempo, y en sus ramas cobijo lo suficiente. Ahora quiere otra cosa.
Se detiene frente a un quiosco. Los titulares de los diarios no alientan. Desde la tapa de una revista del corazon, una mujer bellisima le capta la atencion. Es una morocha despampanante que esta exhibiendo su nuevo busto de siliconas, mientras los titulos prometen detalles secretisimos de la operacion. Rene viene a su mente. Es otro que no se cree nada de esas revistas que compra con puntualidad. 'Es pura produccion. Si no inventan no venden, y como a la gente le gusta el escandalo y las porquerias, no hay mas remedio que darles eso. ?O te parece que estas revistas se venderian tanto si contaran exclusivamente que este no trabaja por motivos de salud o aquella abandono la novela por cuestiones personales? ?No! La gracia esta en ventilar que los motivos de salud estan relacionados con un posible diagnostico de un virus sospechoso y la especulacion acerca de la siempre rumoreada pero nunca declarada homosexualidad del galan, con lo que mas de una tarada se caera de culo y jurara que no volvera a creer en un hombre, incluido su padre. O que las cuestiones personales de la pechugona son ataques de celos cada vez que la actriz de reparto dice una palabra mas que ella, que es una diva, mientras la otra es una segundona de cuna, que ademas se acosto con el productor para que le diera el papel, productor que, a su vez, esta casado y tiene trillizos, lo que desencadenara un resonante divorcio por infidelidad y el posterior refugio de la mujer enganada en los brazos de algun actor de moda que, en su momento, supo calentarle el colchon a la pechugona, con lo que todo quedara en familia, y el lector encantado de haberse tragado esas mentiras.' Elena recuerda y sonrie.
Toma la revista del exhibidor, le junta los bordes y forma un rollo con el que golpea la mano izquierda a la espera de que la atiendan. El hombre lleva auriculares y esta en lo mejor de unas palabras cruzadas; ni cuenta se ha dado de que tiene una clienta esperando. Tendra unos treinta anos y debe de hacer dos o tres dias que no se afeita. Esta barba incipiente que antes le desagradaba tanto, ahora le parece sensual. Elena se inclina y mueve con su indice el diario que el hombre sostiene; el se sobresalta y le dedica una mirada hostil. Ella estira un billete, el hombre le alcanza el vuelto y se hunde en su mundo de letras. Elena se queda unos segundos mirandolo, pero como el no levanta la vista, pone la revista bajo el brazo y sigue su camino pensando en lo extrano de este breve encuentro. 'Ni una palabra', piensa.
Ahora si, el dia empieza a oler a tardecita. Como en una foto, el aire adquiere una inconfundible dominante anaranjada; lo que era rojo, se vuelve marron, lo amarillo, ocre, lo azul parece negro. Comienzan a encenderse las luces de las marquesinas y los focos altos en las calles. Torpemente intentan suplantar el sol escondido detras de los edificios. La ciudad se cierra como una flor de hibisco; lo unico que acelera su marcha es el andar de los que salen de trabajar y estan volviendo.
Ya casi no tiene rastros del maquillaje con que Rene le dibujo luz en el rostro sombrio de la manana; tampoco se huele el perfume. De la transformacion exterior queda el cabello tenido que ahora apaga los brillos rojizos ante el avance de la oscuridad. Sin embargo, ahi no va la Elena que hoy apenas pudo salirse de la cama; es una mujer en cambio, otra mujer. Lo distinto es perceptible nada mas que para ella porque puede sentirlo en su interior como un aire fresco. Ni siquiera sabe que es, ni como ha sucedido, ni cuanto durara. Solamente siente.
Hoy ha sido un dia diferente, de eso no hay dudas; lo que la inquieta es saber que hara de aqui en adelante, cual sera su gran decision, hasta donde le dara el valor para aprovechar esta energia desconocida que la invade y la esta impulsando a moverse, a estirar el alma en busca de un algo nuevo que ella no sabe que es, pero puede percibir.
1533, 1535, 1537… Se ha pasado una cuadra de largo. 'No importa', piensa, 'por algo sera'. Pega la vuelta e inicia la marcha desde donde vino. Se detiene frente a un palo borracho en flor, el unico a la vista, que le agita las ramas sobre la cabeza y la bana de una lluvia fucsia que va quedando a sus pies, sobre la ropa, enredada en el pelo. Elena queda extasiada, cierra los ojos para sentir el roce de las flores contra la piel; se da tiempo para gozar. Permanece inmovil, olfatea el aire, admira el maravilloso color contrastado con las ramas oscuras y las hojas verdes. Vuelve a sonreir. Se queda un buen rato con la cara apuntando al cielo.
La clinica esta instalada en una vieja casa que han reformado quitando paredes, ampliando ventanas y agregando banos. No han podido, sin embargo, destruir su espiritu. Las energias arrancadas por gozos y tristezas van a parar a las maderas o a los ladrillos y ahi quedan, superponiendose nuevas a viejas hasta adquirir algo muy parecido a la vida. Las casas transpiran vivencias de hechos pasados y producen una extrana sensacion de incomodidad o de aceptacion apasionada apenas uno traspasa el umbral.
Elena entra en una amplia sala con pisos de marmol y lambriz antiguo en las paredes. Colgando del techo hay una pesada arana de caireles finos que se desprenden de un vastago de hierro como larvas de cristal. Detras de un gran escritorio, en una esquina, hay una mujer vestida con un guardapolvo celeste al que ha adornado con un diminuto ramo de flores en la solapa. Parece que estuviera decidiendo los destinos de la humanidad a juzgar por la solemnidad con que atiende el telefono, escribe en su cuaderno y, cada tanto, levanta la cabeza y pasa revista a las demas mujeres que estan en la sala. Elena se le acerca despacio y apoya su cartera sobre la punta del escritorio.
– Buenas tardes.
– Buenas… Ah, ?como le va? Dejeme ver, tenia hora a las siete.
– Si, llegue antes.
– Va a tener que esperar un poquito, el doctor se atraso con un visitador, pero, a ver, a ver… no hay problema, la atendera en hora.
– Gracias.
– Tome asiento.
Si esto hubiese ocurrido a la manana, Elena se habria abalanzado sobre la mujer y la habria acribillado a preguntas, pero ahora esta tranquila, es mas, le esta gustando esto de saborear el tiempo, sentir como va pasando por la piel y no poder detenerlo y, sin embargo, disfrutar cada instante.
Se acomoda en una de las sillas contra la pared a un lado del escritorio. En la sala hay otras mujeres esperando. La mas joven no tendra mas de veinticinco anos. Esta sentada con las piernas cruzadas y, cada tanto, levanta los ojos del libro que lee, mira alrededor, luego el reloj y se sumerge nuevamente en la lectura. Parece nerviosa. En su cara ovalada hay un ceno fruncido, una mueca de enojo o preocupacion esculpida entre ceja y ceja. Elena le copia la expresion y piensa que a esta mujer debe de dolerle todo el tiempo la cabeza. Entonces se pregunta cual sera su propia expresion, que gesto tendra incorporado a su rostro.
La mujer joven vuelve a mirar el reloj y se impacienta; cierra el libro pero deja un dedo adentro, en seguida lo abre y sigue leyendo. A su lado, hay un sobre amarillo con letras impresas en color negro. Por el extremo mal doblado, asoma una punta azulada. Elena adivina que es una radiografia. Ella no lleva sobre; el suyo lo ha conservado el medico y es el origen de su ansiedad. En esa foto mezquina que ella miro hasta el agotamiento, de arriba abajo, de izquierda a derecha, torcida, de un lado y otro y que, sin embargo, le escondio verdades, en esa maldita foto esta la respuesta de su destino. ?Con que derecho se enteran antes los otros?
El nerviosismo la esta ganando, puede sentirlo; se pone de pie y va al bano. Vuelve a los cinco minutos, camina hasta la puerta por donde entro. Las tres mujeres y la recepcionista siguen sus movimientos con disimulo. Elena puede ver sus caras reflejadas en el cristal de la puerta. Una de ellas le escruta la ropa, el calzado, el