Tadeo esperaba una bofetada, y aquella caricia lo desconcerto. El desconcierto produce, a veces, reacciones secas, antipaticas, que no son mas que puro miedo. Corto la comunicacion. Del otro lado, Alma seguia hablandole al vacio. Tadeo bajo la cabeza. La casa estaba en penumbras, salvo por la luz que venia de la calle a traves de la persiana. Que bella era esa luz, como cuando Laura se desnudaba y el cuerpo le quedaba vestido apenas por aquellas rayitas doradas horizontales bajo las que refulgia la tersura de la piel. Cuanto la extranaba. Volvio a digitar el numero.

– Hola, hola, se corto. ?Me decias?

– Que por que no viene a visitarnos.

Otra vez aquel silencio torpe del que Alma lo rescato con sabiduria.

– Escucheme, Tadeo, si Cesar sabe que le digo esto, me mata, pero se lo digo igual, privilegios de embarazada. Dejese de tanta vuelta y animese. A mi me daria un alegron.

– Pero, ?y Cesar?

– Le va a poner cara de malo, al principio, usted lo conoce mejor que yo. ?Y que? Va a hablar poco, se va a ir al bano a fumar. ?Y que? ?Nos vamos a asustar por eso?

– No se. Alma. En realidad ni se por que llame. No tengo nada para decirle.

– No le diga nada, entonces, dele un abrazo. Esto que tengo en la panza es un nieto suyo, por si no se entero.

– Pero si ni siquiera…

– ?Sabe que? Venga y vemos.

– No creo que quiera verme.

– Esta enojado, Tadeo. Pero ahora va a ser padre y eso cambia todo, ?no? Y, ademas -puso un tono burlon-, a ver si me lo mueve un poco, lo invita al estadio, no se, lo que sea, porque se me esta poniendo gordo.

Cortaron. Tadeo sentia el corazon latir rapidisimo y una emocion que apenas lo dejaba respirar. Aquella Alma era un angel. Penso en todas las veces que hubiera querido verlos y por un miedo estupido no se habia acercado. Penso, con verguenza, en que no habia ido al casamiento, que no les conocia la casa, y que lo poco que sabia era a traves de las breves charlas telefonicas que, cada tanto, mantenia con Laura.

Cric. Esta vez no eran sus circuitos apagandose, sino un poderoso mecanismo que se encendia. Las yemas laceradas del defenestrado que quiere asirse con desesperacion, aferrarse a cualquier cosa en el momento del salto; el tiro desviado; la cuerda demasiado fina. Ese ultimo instinto de conservacion muchas veces volvia cuando era tarde para arrepentimientos; pero Tadeo lo sentia nacer como un impulso, un torrente formidable, un alud, una avalancha de energia que para el, por esa vez, quizas iba a llegar a tiempo.

Las nueve y veinte de ese martes, su ultimo dia. Se preguntaba si tambien el sentia el vacio interior del medico joven, pero se sorprendio descubriendo que todavia existian ciertas amarras que lo ataban al mundo. Seguia siendo el mismo Tadeo de la manana, una mitad de hombre en todos los sentidos; no podia recordar un logro del que estar orgulloso ni mucho menos planificar metas para el futuro. Se sentia deprimido, solo, insignificante; estaba tapado de deudas, no tenia trabajo y sus intentos por publicar habian fracasado. Su mujer lo habia abandonado y su hijo no queria saber de el; mucho menos ofrecerle a su propio hijo, un nieto del que no merecia ser abuelo. Quizas esa misma tarde habia reincidido en la cobardia y dejado pasar a su verdadero amor por segunda vez. Pero la paleta empezaba a adquirir otros colores.

Miro alrededor y vio el desorden de la casa. Parecia el dia previo a una mudanza, sobre todo por la ropa en sus perchas tirada encima de la cama y los libros desparramados en el suelo. No se sentia con fuerzas para ordenar ni aquel caos ni el que llevaba adentro. Pero no estaba vacio. Algo se movia en su interior, algo que habia empezado a percibir hacia unas horas como las primeras burbujas que revientan en el agua que esta por hervir, y que ahora era un borboteo sostenido que lo incomodaba, pero lo hacia sentir vivo.

No se detuvo, sin embargo, cuando se vio caminando hacia el bano. Encendio la luz y se paro frente al espejo. Sabia por que estaba ahi, por que se observaba con curiosidad, como si desembarcara por primera vez en una tierra nueva. Sus ojos no tenian brillo y la piel reseca se abria en surcos que eran como una vejez anticipada marcada en el rostro. Y el agujero negro de las muelas, y la lengua blanca, y la barba que empezaba a oscurecerle las mejillas, y las ojeras, deposito de sus desconsuelos.

La imagen de un muchacho que podia ser Horacio se hizo presencia en la soledad del bano. Tadeo le dio la bienvenida con una sonrisa triste. Abrio el botiquin y su mirada fue sin dudar al primer estante. Tomo el frasco con el pulso firme, como quizas el medico joven lo habia hecho anos atras; o tal vez el tiempo se condensaba en ese punto, el pasado y el presente se fundian y estaban los tres parados frente al espejo en absoluta comunion, sin necesidad de explicarse, de pedirse perdon.

– Aqui estamos, Doc. Mira que trio.

El medico joven hizo un movimiento. Tadeo quiso detenerlo, estirar su brazo y arrebatarlo de la muerte, pero no pudo torcer el flujo de los hechos pasados; vio como hacia lo que hacia y luego se evaporaba hacia la nada en la oscuridad del dormitorio. Horacio tambien se habia ido. Tadeo abrio el frasco, respiro profundamente el olor metalico de los barbituricos, regreso de esa otra dimension y supo que todavia podia elegir. Tiro las pastillas por el inodoro y apreto la cisterna como si le quemara la urgencia de que aquello desapareciera pronto de alli. Cayo en la cuenta de lo que habia estado a punto de hacer y se sintio mareado, cubierto por un sudor frio y lleno de una nausea violenta que crecia como una ola. Tuvo miedo, miedo de si.

Al abrigo de una bata raida que colgaba del perchero se sento en el piso del bano y descanso.

Cuando abrio los ojos, solo queria escribir. Volvio a la computadora y ya no insistio con la carta. No esta vez, al menos. Sobre la mesa, una notita escrita horas antes le recordaba cuan cerca habia estado. “Hasta aqui”, decia, pero Tadeo empezaba a sentir que tenia fuerzas para un poco mas. Fue a la pagina de Horacio. Quiza ya estaria muerto; no lo sabia, pero decidio creer que todavia quedaba un espacio para la esperanza y se aferro a esa idea con tenacidad. Estaba algo aturdido, la garganta le ardia y los ojos eran dos globos rojos hinchados. Pero una cierta lucidez ganada palmo a palmo a la confusion enloquecedora en la que habia girado desde la madrugada le permitia distinguir ese malestar fisico de la calma que llevaba dentro. Ahora podia mirar ese martes desde la perspectiva serena que da el haber llegado a cualquier meta, la meta de un dia ganado a la vida, o a la muerte, y entendio que, a partir de ahora, seria asi: un dia a la vez, no podia prometerse mas. Abrio la seccion Mensajes y empezo a escribir como nunca lo habia hecho, con una soltura de espiritu que era un descubrimiento para el.

Perdon por la letra: Mensajes

De Tadeo para Horacio:

“?Sabes, Horacio? Siempre quise escribir una novela, e incluso inicie alguna historia con esa intencion. Pero a las pocas paginas la anecdota se consumia y me quedaba sin que decir. Tampoco soy bueno para la poesia, que es la madre de la escritura. De ella me alimento, tomo sus jugos, me enriquezco, pero no sabria como empezar un poema. Por eso solo escribo cuentos. El hecho es que siempre quise escribir una novela para disfrutar de un trayecto mas largo, quiza, para detenerme en alguna descripcion o extender un dialogo o introducir un personaje menor por puro gusto. Y nada. Todos mis intentos se frustraban a las pocas paginas en un final precipitado que hubiera sido una necedad prolongar a la fuerza. Llegue a pensar que jamas podria hacerlo, que era cuestion de gente mas aplicada y que estaba muy lejos del rigor flaubertiano de encerrarme dias hasta encontrar la palabra exacta, esa y ninguna otra. Claro, era muy facil atribuirme pereza, ineptitud, falta de talento. Y mucho mas facil aun convencerme de que no podia.

“Pero este martes ha sido un dia extrano, Horacio. Hoy de manana senti un cric y crei que solo podia hacer una cosa. Estoy seguro de que sabes de que hablo. Me he pasado el dia organizando el rastro que pensaba dejar y, mientras lo hacia, iba ligandome a tu historia con una fuerza sorprendente. No me di cuenta de eso hasta hace unos minutos cuando senti cric otra vez. Pero fue distinto, como si me despertaran de un mal sueno, o de un extrano sopor. ?Alguna vez te dieron anestesia? Algo asi, como si hubiera vuelto.

“Y de golpe supe por que nunca habia podido escribir una novela. Porque creia que todo se resumia en contar una historia, pero es mucho mas que eso. Tiene que haber un fin superior detras de lo que se cuenta, una abstraccion, una idea universal que sea el fundamento, ?me seguis? Tiene que haber un fin superior detras de toda vida. Y yo jamas lo habia visto de esta forma, entonces reducia todo a 'habia una vez' y 'colorin colorado', y la cosa se diluia naturalmente porque no habia un sustrato solido en el que apoyarse, un tema.

“Acabo de entender esto y es para mi una revelacion. Ahora se sobre que voy a escribir, Horacio, sobre que quiero escribirte. Hay valores que tienen un alto precio. La sensibilidad, por ejemplo, se paga con angustia. Y la

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