Toco la puerta y le abrio dona Vera. El abrazo que le dio olia a colonia y a lavanda, pero fue menos efusivo y ancho que de costumbre. Era evidente que estaba tensa y angustiada. En la cara hermosa y los ojos amarillos echaba raices la preocupacion. Aun asi, para el fue claro que se alegraba de verlo.

Ernestina aparecio al corto tiempo. Lo saludo afable. Se veia mas lozana, mas tranquila. ?Que lo trae por aqui? Hace rato que no lo vemos.

El espero a que dona Vera se levantara a hacer sus cosas y los dejara solos. Apenas desaparecio, se puso serio. Paro la platica ligera.

Susurro.

– Ernestina, lo que vengo a pedirte es importante. Vos sabes lo que esta pasando. Hay gente que quiere botar al gobierno, que esta conspirando, y eso no nos conviene, ?no te parece?

– ?Quienes, don Jose?

– Yo no se. Y eso es lo que quisiera saber -la miro fijo.

Ella bajo los ojos.

– Yo creo que vos sabes algo que no has dicho; creo que por eso dejaste a Dionisio, porque sabias que el algo se tenia entre manos.

Ernestina se levanto.

– ?No quiere tomarse un fresco?

– Veni para aca, sentate. No te molestes -dijo, controlandose la urgencia para no asustarla.

Ella volvio a sentarse. Se mordio una una.

– ?Sabe como esta la Presidenta?

– Sigue mal, sigue en coma.

– ?Y a usted le gusta esa otra que pusieron?

– Si. La conoci. Es buena persona. Ernestina, si vos sabes algo, te rogaria que me lo dijeras. Nadie va a saber que vos lo dijiste. Te lo juro por lo mas sagrado. Vos sabes como te quiero yo.

– Si, si, yo se -dijo ella, bajando la cabeza, mirandose la falda. Lo miro de pronto-. Es que me da miedo. Son gente mala.

– Me imagino que si -sonrio Jose de la Aritmetica-. Por eso mismo. Acordate que uno no solo peca por hacer sino por no hacer lo que debe.

Fue largo el proceso de convencer a Ernestina de que hablar no la pondria en peligro. Jose de la Aritmetica se armo de paciencia. Ceno en la casa porque dona Vera los interrumpio con la cena. Se quedo despues que la senora se fue a acostar. La Ernestina se veia cansada pero no soltaba nada concreto, solo insinuaciones, temores. A medianoche, como la Cenicienta pero sin perder el zapato, al fin le hablo de Jimenez. El que fue Magistrado, le dijo. El chofer de ese senor llego varias veces a buscar a Dionisio.

– Hasta empezo a enamorarme a mi -anadio-. Por eso me di cuenta de quien era el jefe, los negocios que tenia. El chofer me decia que buscaban a Dionisio para darle trabajo, pero el trabajo jamas se concreto. El hombre ese hablaba con un veneno cuando mencionaba al pie, que a mi me daba repelo. Dionisio salio con el varias noches. Despues de eso empezo con sus cuentos de que veia a la Virgen. A mi no me gusto eso. Me parecia que a proposito se estaba haciendo el loco. El dia que encontre la pistola escondida detras de una lena, por pura casualidad, fue cuando pense que mejor me iba. Tuve el presentimiento. Me dio miedo por mis hijos.

– ?Dionisio sabe que encontraste la pistola?

– No, don Jose. Yo no soy tonta. No le dije nada. Ni la toque. Para mi solo verla fue suficiente.

– Ahora vamos a hacer una cosa. Te vas a quedar aqui. No salgas ni mandes a los chavalos a la escuela.

– ?Se fija? ?Se fija por que no queria decirle? -gimio Ernestina.

El la tomo del brazo.

– Te juro por mi madre y mi padre que estan en los cielos que nada malo te va a pasar. Es una precaucion nada mas. Solo por hoy. Ni abras la puerta, ni contestes el telefono. Si haces todo eso, no vas a correr peligro. Yo te aviso cuando se aclare este entuerto, ?de acuerdo?

Ernestina asintio con la cabeza.

Justicia

Jose de la Aritmetica salio de la casa de dona Vera de madrugada. Dejo alli el carrito de raspado. Llego a la esquina y paro un taxi. Eva le habia dado la direccion de su casa. Si lograba informacion en su reunion con Ernestina, le dijo, debia buscarla a la hora que fuera.

Nunca en su vida de vendedor ambulante habia sentido la mezcla de sentimientos que le bailaban en ese momento entre pecho y espalda. Tenia miedo pero tambien orgullo. Si por ratos se sentia la viva encarnacion de Sherlock Holmes o James Bond, disfrazados de pobre, por otros queria esconderse o ir a zambullirse en el pecho acogedor de Mercedes. ?Que he hecho, Dios mio? Me voy a meter con la mafia mas corrupta y desalmada de este pais. Voy a poner en riesgo a mi familia, a la Ernestina. Virgen del Perpetuo Socorro, ayudame, San Cristobal, vos que me has protegido en el trafico, no me abandones, San Pascualito Bailon, musitaba, subitamente tiritando de frio, castaneteando los dientes.

– Se ve que usted no madruga, amigo -le dijo el taxista-. Asi son de frias las madrugadas.

– Tiene raaaazzzooon -dijo-. No mmmmadddruggo por lo ggeneral.

Se bajo en la esquina de la casa de Eva. No queria que el taxista supiera adonde iba.

Entre las vueltas que dieron las guardas para decidir que Jose de la Aritmetica no era un desquiciado y aceptar que debian despertar a la jefa, paso mas de media hora. Afortunadamente llamaron a la capitana Garcia y ella autorizo que lo dejaran pasar y se encargo de sacar a Eva del sueno.

Ella lo recibio vestida con una sudadera, en chinelas. Le ofrecio cafe, le presto una chaqueta. El no quiso decir nada hasta que no entraron al despacho de la casa. Alli, a puertas cerradas, le dijo cuanto sabia.

Eva se despabilo en un dos por tres. En menos de quince minutos convoco a las oficiales. La casa se lleno de gente, pero el continuo metido en el despacho, escuchando solamente el ruido de los pasos, el arribo de los carros.

Eva salio a cambiarse. Tardo en regresar. Jose empezaba a quedarse dormido cuando ella entro de nuevo a la oficina.

– Don Jose, vamos a montar un operativo ahora mismo para atrapar a esta gente.

El merito que tiene usted es inconmensurable y no tengo como agradecerselo en nombre de la Presidenta, del pie, de Faguas -le dijo-. Lo vamos a premiar como se merece, pero por el momento quiero que sepa, aunque le pido que no lo diga a nadie aun, que la presidenta Viviana salio del coma anoche y que los medicos piensan que se recuperara totalmente.

La cara delgada, envejecida prematuramente por el sol, la cara buena de Jose de la Aritmetica se distendio en una gran sonrisa. Se llevo las manos a la boca como un nino excitado, y se rio. Gracias a Dios, gracias a Dios, que buena noticia, que gran noticia.

– ?Ya no va a ser presidenta usted, pues?

– Creo que no, don Jose, espero que no. Si le soy franca, prefiero mi trabajo.

Tenia que marcharse, le dijo, pero encargaria a la capitana Garcia de que lo instalara en una habitacion, con un televisor en color y peliculas para que pasara el dia descansando. Podia llamar a su casa, pero ella preferia que no saliera a la calle.

– Lo mismo le recomende a la Ernestina.

– Bien hecho -dijo ella-. Yo creo que usted va a dejar de vender raspado y se va a venir a trabajar conmigo - le guino un ojo y salio.

No estaria mal. Nada mal, penso Jose, riendose solo. Yo creo que me meti a vender raspado para andar de curioso, penso, seguro eso de ser detective lo llevo en la sangre.

Con miedo de cerrar los ojos

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