Y entonces me atrevi a preguntar.

– Sabes quien soy? -musite, temerosa, mirandola a los ojos, dejando que me viera.

– Perfectamente -me dijo.

Perfectamente.

No dijo si, ni asintio con la cabeza. Dijo esa palabra larga, enredada, enredadisima: perfectamente.

– ?Quien soy? -le pregunte.

– Juana de Arco -me respondio ronca, la voz pastosa, apenas audible.

Yo se que no tendria que haberme puesto a llorar, pero que quieren que les diga; los lagrimones los senti brotar como si mi cerebro hubiese estado lleno de charcos y pozas esperando vaciarse. Alli a su lado, sentada junto a la cama, me tape la cara con las manos y solloce con toda mi alma; deje escapar la angustia de los dos meses de velarla y llore sobre todo porque me invadio la plenitud de una felicidad que hasta entonces no conocia, la plenitud de un amor profundo por esa mujer, porque al recuperarla me recupere a mi misma, porque ella no solo supo quien era yo, dijo que lo sabia Perfectamente. Y eso era mas que bueno, era un jubileo, una celebracion, una fiesta.

Llame a los medicos, a Celeste, a Emir, a Martina, Rebeca, Eva e Ifigenia.

En poco tiempo la habitacion se lleno de maquinas y doctores. Nos pidieron que esperaramos fuera. En el pasillo nos aglomeramos, abrazandonos, llorando. Era una escena de locura. Emir llamo de nuevo. Tomaria el primer avion, dijo.

Dionisio y el complot

Al salir del despacho de Eva Salvatierra, Jose de la Aritmetica recordo el revuelo en su casa cuando se supo que la policia habia citado a Dionisio a declarar.

– A tiempo lo dejo la Ernestina -habia dicho el, sin poder evitar que el aleteo de una sospecha incomoda se le posara en el hombro.

– Hace un mes exacto. Como que se lo olia -dijo Mercedes.

Se fue directamente a buscar a la Ernestina. Vivia con la mama desde que dejo al Dionisio, a unos cuarenta y cinco minutos de camino. Tantos anos lo aguanto, penso, doce, y mira que dejarlo con las completas, justo antes del atentado contra la Presidenta. Se pregunto si la Ernestina sabria algo. Igual que Eva, el tambien pensaba que alguien mas estaba detras del atentado. Nadie lo iba a convencer a el de que no habia gato encerrado en el asunto. Gato no come gato, se dijo.

El jamas se trago a Dionisio. Se lo canto claro a la Ernestina desde que la vio deslumbrada como venado lampareado por el mentado novio. Era zalamero y se las daba de fino y le encantaba contar cuentos de chofer elegante, de los lugares donde iba con sus jefes al extranjero. Volvia con regalos para la Ernestina: ropa y aretes y esas cosas que le encantan a las mujeres. Y la llevaba a los 'naiclubs' porque era parrandero y le encantaba tomar. Pero solo los fines de semana, decia ella y lo defendia: nada malo tenia que el hombre fuera alegre. Bien merecido se tenia sus tragos porque era buen trabajador. No te fies, Ernestina, le decia el. Y verdad que la desconfianza que el sentia era de puro olfato, de que se le ponia la piel eriza cuando lo veia inclinarse hacia la muchacha y decirle cosas al oido; es que los ojos y el cuerpo no le funcionaban parejos al hombre. Hacia los gestos correctos pero con la mirada calculaba como controlarle a ella alma, vida y corazon. Mercedes tambien le tenia resquemor. Querian a la Ernestina como otra hija porque la vieron crecer. Desde chiquita Azucena y ella fueron inseparables, las dos igual de vagas, malas alumnas, buenas en los deportes; Azucena gordita con la sorpresa perenne en la cara y la Ernestina flaca, larga, se le veia que iba a ser linda, tenia el color de ojos mas amarillo que el viera en su vida. La amistad con Azucena, el carino, todo se les habia amargado desde que la Ernestina se caso. Empezo a llegar moreteada, con el labio partido, costras de sangre en la nariz, un diente menos. Se refugiaba donde ellos, juraba que iba a dejar a Dionisio, pero volvia una y otra vez porque decia que el le lloraba, le juraba. Apenas llegaron los hijos, el supo que ella ya no tenia remedio. Si hubiera estudiado habria podido trabajar, pero nada sabia hacer la Ernestina. Por lo menos Azucena si que saco partido de su fisico atletico metiendose a policia. Con el tiempo, ver llegar a la Ernestina golpeada se volvio cosa de cada dos, tres meses. Ni embarazada le dejo de pegar el tal Dionisio y despues le prohibio ir donde ellos, que los visitara. El pasaba todas las tardes vendiendo raspado por la casa de ella para por lo menos enterarse como estaba, y se preocupaba porque los cuentos de la Ernestina iban de mal en peor. El hombre la torturaba, le dijo una vez. Agarraba hielo y se lo pegaba al cuerpo hasta que la quemaba. Se lo conto a Azucena y llego la policia, lo llevo detenido, pero fue peor. La Ernestina lo fue a sacar y el se ensano mas contra ella. Toda la belleza se le acabo. Fue triste ver como se fue arruinando, se la pasaba lavando ropa, desarreglada, mechuda, cada vez mas flaca y ojerosa.

Lo unico que la alegro, cosa que a el le llamo la atencion, fue la campana del pie; se acercaban las mujeres a su casa y ella les hablaba primero desde el jardin, pero despues las invito a entrar, reacciono. Ya para entonces el Dionisio le habia hecho un corte profundo en la mano con una navaja, a raiz del cual la Ernestina se fue donde su mama y por primera vez se le paro a el en serio. Compungido, Dionisio juro enmendarse. Ingreso a la secta 'No llores mas'. Tuvo su gran conversion religiosa: hablaba en lenguas, oraba a gritos y leia la Biblia que siempre cargaba bajo el brazo -sobaco de santo, le decia el para sus adentros-. Lo mejor fue que dejo de beber. La Ernestina volvio con el. Aseguraba que el era otro. Pero cuando la campana electoral entro en pleno y la Ernestina dijo que iba a votar por el pie, se armo Troya otra vez. Esas mujeres eran pecadoras, comehombres, pervertidas, solo querian acabar con la religion y las buenas costumbres, eran satanicas, perjuraba el Dionisio. Un dia que Azucena aparecio vestida con una camiseta del pie, Jose bien lo recordaba, la saco con improperios de su casa. Al fin no se supo si Ernestina logro votar, pero las cosas parecian estar mejor porque la Ernestina se apunto para cuidar ninos en la guarderia de la cuadra. Las mujeres de cada cuadra que iban a trabajar elegian una 'madre voluntaria' entre las que se quedaban en la casa, y le dejaban los chavalos. El Estado les facilitaba un estipendio para habilitar dentro de las casa un espacio para los ninos. Les suplian de comida y juguetes y pagaban un salario modesto para el o la que se encargaba, porque decian que la maternidad era cuestion de vocacion no de sexo y que bien podia haber hombres que hicieran de madres. Y asi sucedio cuando pasaron la ley de subsidios a las 'madres voluntarias'. Se apuntaron hombres cesantes del Estado y nada mal hacian su papel, la verdad. A todos y todas los entrenaban y los supervisaban. El oficio era como cortado con tijera para la Ernestina. Le ayudaba a su vecina y compartian el sueldito. Lo que era trabajar, penso Jose, a la Ernestina le habia caido de perlas el trabajo, y el ambiente tambien, tenia que reconocerse. Para las mujeres como ella, tan atropelladas por los maridos, aquel gobierno si que habia sido un respiro, porque no perdonaban el maltrato. Bien lo sabia el por la Azucena, que trabajaba en las Unidades Especiales. Si era comun antes que la misma esposa maltratada defendiera al marido cuando llegaba la policia, eso ya no funcionaba. No habia protesta de la esposa que valiera. Se la llevaban a ella tambien. Los metian a los dos a unos centros especiales de reeducacion; todo el dia a oir charlas, a ver sicologos, al final los hacian firmar un documento donde se comprometian a respetarse bajo pena, esta vez, de carcel para el agresor, y si habia reincidencia, los volvian a llevar a la reeducacion y en fin, no los dejaban en paz. A las mujeres que decidian dejar al marido les ayudaban dandoles donde vivir hasta que encontraban trabajo, o las mandaban a los campos de cultivo de las flores a aprender el oficio y alli habia colegios y guarderias lindas para los hijos. En eso habian sido muy buenas las eroticas, para que negarlo. El no entendia bien por que costaba tanto reconocerselo a las mujeres. Nos arde a los hombres, penso. Nos arde como chile reconocer que han hecho bien.

Ojala las eroticas no dejaran que les quitaran el poder asi como asi, penso. La Eva pelirroja bien podia hacer el trabajo de la Sanson. Algo mas que decir a su favor. En los partidos de antes nunca se veian los repuestos de los dirigentes; siempre eran los mismos; las mismas caras, los mismos nombres, hasta las mismas camisas usaban campana, tras campana.

Estaba llegando a la casa de la mama de Ernestina. Era una casa muy decente en un barrio de construcciones identicas, arregladas en hileras alrededor de un parque. Dona Vera habia pasado anos fuera del pais trabajando como ama de llaves en Suiza. Con los realitos ahorrados ahora vivia bien. Siempre la recordaba como una mujer emprendedora. El la conocio en un puesto de refrescos donde el iba casi a diario a matar la sed y a platicar con los habituales. Se hicieron amigos y asi fue como Azucena y Ernestina trabaron la amistad infantil que aun perduraba.

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