salidas y entradas en un martirio. La noche anterior, al llegar todavia alta de adrenalina tras el encontronazo con los matones de las cadenas, tomo su enorme sombra por la de un asaltante y casi le encajo una patada en los genitales. O en el lugar en donde los terricolas los tienen. Pero el omaa la esquivo tan facilmente como si hubiera adivinado su movimiento.

– Soy Maio, soy Maio. Perdona si te he sobresaltado -dijo con su voz rumorosa.

Y la rep casi habia lamentado que no fuera un anonimo agresor. El alienigena la sacaba de quicio, la inundaba de una absurda culpabilidad, la obsesionaba, hasta el punto de hacerle pensar dos veces la incomodidad de volver a casa. Ahora mismo, tras acabar el registro del apartamento de Chi, hubiera preferido no regresar. Pero le parecio vergonzoso no atreverse a encarar al alienigena y ademas estaba Bartolo, a quien no queria dejar demasiado tiempo a solas. De modo que no tuvo mas remedio que echar a correr y entrar como una exhalacion en el portal, para eludir en lo posible al maldito y perseverante Maio. El alienigena se estaba convirtiendo en un problema.

Superado con exito el primer omaa, ahora le quedaba enfrentarse al segundo. La androide abrio la puerta de su piso temerosa de lo que podria encontrar. ?Como demonios habia sido capaz de complicarse la vida de ese modo? Una vez mas, decidio avisar inmediatamente a una protectora de animales y librarse del bubi. Asomo la cabeza con cuidado: el lugar parecia estar en orden. Nada de trajes medio masticados por el suelo. Tranquilizada, entro y cerro la puerta, y entonces vio al tragon, que estaba pegado a la pared del fondo, nerviosisimo y con la cabeza gacha, la perfecta imagen de la culpabilidad. A la rep se le cayo el animo a los pies.

– ?Que has hecho? Has hecho algo malo, ?verdad?

Bartolo se frotaba con desesperada contricion sus pequenas manos grises. De pronto Bruna tuvo una intuicion horrible y corrio hacia la mesa del rompecabezas. Dio un suspiro de alivio: todo parecia estar bien. Pero un momento… Un momento: faltaba una pieza que habia sido extraida de la zona ya resuelta. El hueco era una herida en medio del dibujo.

– ?Te dije que no tocaras el puzle!

El bubi gimoteo.

– ?Que has hecho con la pieza? ?Te la has comido, animal idiota?

– Bartolo bueno… -lloriqueo la criatura.

Y echo a correr hacia el dormitorio. Bruna lo siguio y, para su pasmo, encontro el pequeno carton troquelado encima de la almohada de su cama, justo en medio, meticulosamente colocado. La rep lo cogio: estaba intacto, ni siquiera parecia chupado. Sin duda era un mensaje, un aviso, incluso una amenaza, penso Bruna. Venia a decir: no me gusta que me abandones y en venganza podria haberte destrozado todo el rompecabezas, pero he sido magnanimo y no lo he hecho. Era una protesta muy sofisticada… Algo no demasiado diferente de las cabezas de perro recien degolladas que solia dejar la mafia china. La androide intento disimular la sonrisa que le bailaba en los labios y se volvio hacia el bubi con un gesto esforzadamente adusto.

– Bartolo solo… -bisbiseo el tragon retorciendose los dedos.

– Ya se, ya se que te has quedado solo y no te gusta… Bueno. Vale. Por esta vez te perdono. Pero no vuelvas a hacerlo.

El animal dio un brinco y se le subio a los brazos: Bruna sintio su aliento calido en el cuello. Turbada y enojada, se arranco al bubi de encima y lo dejo en el suelo. Solo le faltaba encarinarse con una criatura de la que se iba a desprender inmediatamente.

– ?Y esto tampoco vuelvas a hacerlo nunca mas! ?Nada de subirse y abrazarse!

Y, viendo la compungida cara del tragon, anadio enseguida:

– Venga, que voy a darte algo de comer.

Fue una informacion que levanto de manera instantanea los animos del bubi.

En ese momento entro una llamada de Mirari. El rostro peculiar de la violinista aparecio en pantalla con los pelos blancos erizados como una corona de espinas.

– Ya esta. Te mando un robot. Veinte minutos -dijo, y corto.

Siempre tan escueta.

La rep lleno una copa de vino blanco y se dejo caer cansinamente en el sofa frente al ventanal, mientras Bartolo masticaba con sonoro entusiasmo su tazon de cereales. Cuatro anos, tres meses y diecisiete dias. Tomo un sorbo del vino. El brazo que sostenia la copa mostraba el enroscado verdugon producido por el cadenazo del camorrista y la detective penso que era una marca simbolica. Los acontecimientos la estaban dejando contusionada, herida. De alguna manera, este caso le habia removido mas que ningun otro. Se habia convertido en algo muy personal.

Empezo a llover. El cielo era un cambiante remolino de ennegrecidas nubes y las gotas golpeaban el cristal de la ventana, sesgadas por el viento. Un dia Yiannis le habia mostrado a Bruna la vieja y mitica pelicula del siglo XX en donde se hablaba por primera vez de los replicantes. Se titulaba Blade Runner. Era una obra extrana y bienintencionada hacia los reps, aunque le resulto algo irritante: los androides tenian poco que ver con la realidad y, por lo general, eran mas bien estupidos, esquematicos, aninados y violentos. Por no mencionar a una tecno rubia que daba volteretas como una muneca articulada. Aun asi, en la pelicula habia algo profundamente conmovedor. Bruna se habia aprendido de memoria el parlamento que decia el rep protagonista antes de fallecer, en la lluviosa azotea: «Yo he visto cosas que vosotros no creeriais. Atacar naves en llamas mas alla de Orion. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhauser. Todos esos momentos se perderan en el tiempo como lagrimas en la lluvia. Es hora de morir.» Y entonces inclinaba la cabeza y moria tan facilmente. Tan facilmente. Como un aparato electrico que alguien desenchufaba. Sin sufrir el tormento del TTT. Pero sus poderosas palabras reflejaban maravillosamente la inconsistencia de la vida… De esa sutil y hermosa nimiedad que el tiempo deshacia sin dejar huella. Inclinaba la cabeza el rep de Blade Runner y moria, mientras la lluvia resbalaba por sus mejillas ocultando quiza sus ultimas lagrimas.

Cuando ya estaba cerca de cumplir los 10/35 anos, Merlin desaparecio. Se marcho. Se mudo a un hotel. Y cuando Bruna por fin consiguio localizarlo y fue a pedirle que regresara, el androide intento ser lo mas desagradable posible para apartarla de el. Pero la detective, que nunca habia brillado por su elocuencia, consiguio sin embargo hacerle entender que verle morir en la distancia iba a ser todavia mas doloroso. De modo que Merlin volvio, y aun disfrutaron de un par de meses de serenidad antes de que se manifestara el TTT.

Tras la aparicion de la enfermedad se fueron a las Highlands, en Escocia. Tierras desnudas quemadas por el viento, riachuelos como hilos de mercurio sobre cauces negros. A los dos les gustaban los lugares remotos, frios e inhospitos: una de esas rarezas compartidas que formaban la base del amor. Por eso, cuando Merlin decidio retirarse a la oscuridad como un perro herido, escogio ese rincon lejano. Se instalaron en un pequeno y vetusto cottage alquilado que enseguida llenaron con su patetico cargamento de instrumental sanitario y medicinas. Olor a enfermedad y tiempo envenenado. El lento y opresivo tiempo de la agonia. La muerte les rondaba como un depredador ensuciandolo todo de sufrimiento, pero Bruna aun recordaba una noche de lluvia con las gotas tamborileando en el cristal igual que ahora. Merlin dormitaba a su lado en la cama, por un momento a salvo de sus padecimientos; y ella, tumbada sobre el cobertor, leia una novela a la luz amarillenta de una pequena lampara. De cuando en cuando miraba a su amante: su conocida espalda ahora tan huesuda, sus facciones emaciadas, la barba crecida. Porque las unas y el pelo seguian creciendo en los moribundos; mientras todo lo demas se colapsaba, esas pequenas celulas continuaban tejiendo su sustancia con ciega y desesperada tenacidad vital. Un esfuerzo organico inutil que habia sombreado las mejillas de Merlin y que hacia que su hermoso rostro pareciera cada vez mas demacrado. Poco antes del final, Bruna lo sabia, el perfil de los enfermos se aguzaba, como para poder hender la merodeante oscuridad, para adentrarse como una proa en las tinieblas. Y la cara de su amante ya habia empezado a afilarse. Pero estaban juntos y aun estaban vivos; y afuera el viento silbaba y la lluvia susurraba su canto desolado, convirtiendo aquel dormitorio en un refugio. Aquella noche se detuvo el tiempo y hubo una extrana paz en el dolor.

A veces Bruna sentia una pena tan aguda que pensaba que no podria soportarla.

Pero despues siempre podia.

Lagrimas en la lluvia. Todo pasaria y todo se olvidaria rapidamente. Incluso el sufrimiento.

Tomo otro sorbo de vino y miro su reproduccion de Senora escribiendo una carta con su criada. La criada estaba esperando con los brazos cruzados a que su ama acabara de escribir, sin duda para llevarse despues la carta. No tenia prisa;

Вы читаете Lagrimas en la lluvia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×