magistratura en los anos setenta, habia sido sancionado por el ministro de Justicia, a la sazon Jean Lecanuet, por haber pronunciado ante unos jueces jovenes el discurso siguiente: «Sed parciales. Para mantener la balanza entre el fuerte y el debil, entre el rico y el pobre, que no pesan lo mismo, inclinadla hacia un lado. Tened un prejuicio favorable con la mujer contra el hombre, con el deudor contra el acreedor, con el obrero contra el patrono, con el atropellado contra la compania de seguros del atropellador, con el ladron contra la policia, con el acusado contra la justicia. La ley se interpreta, dira lo que quieran ustedes que diga. Entre el ladron y el robado, no tengais miedo de castigar al robado.»

Por su parte, los abogados de los bancos y las entidades crediticias salian de las audiencias desconcertados y a la vez furiosos, obligados a explicar a sus clientes que habian perdido, a pesar de que antes se ganaba siempre en este tipo de casos, porque en el tribunal de Vienne habia un rompepelotas, aquel juez con una sola pierna que media los caracteres del contrato y decia: lo siento, no son del cuerpo ocho, asi que adios a los intereses y las penalizaciones. Si no funcionaba la artimana del cuerpo ocho, levantaba otra liebre: ningun contrato le parecia correcto. Existia en el departamento, en Bourgoin, otro tribunal de primera instancia donde el juez actuaba al reves que Etienne: los acreedores siempre salian contentos de alli. Se pusieron a mover cielo y tierra para saltarse con argucias la distribucion territorial y presentar sus casos ante aquel hombre comprensivo: duro con los pobres, suave con los ricos, bromeaba Etienne, pero el juez de Bourgoin no tenia, desde luego, esta imagen de si mismo y habria dicho de el lo mismo que Etienne y Flores: aplico la ley. Esta forma de aplicarla era todavia ampliamente mayoritaria en 1998 o 1999. Los jueces de Niort y Vienne tenian fama, incluso entre sus colegas, de izquierdistas y descontentos. Sin embargo, la cosa empezaba a cambiar.

Las entidades de credito, analizaba Flores, tienen alrededor de un 2 % de impagados. Es marginal, esta cubierto, no les quita el sueno. Lo que se lo quita es el peligro de contagio. Saben muy bien que el 90% de sus contratos violan la ley. Mientras haya en Francia dos o tres jueces que lo denuncien y aprovechen para privarles de los intereses, no es demasiado grave, y menos todavia porque muchas veces el recurso presentado anula estos fallos. Pero si hay cincuenta o cien, la cosa cambia. Va a empezar a costarles muy caro.

Estas perspectivas exaltaban a Etienne y a Philippe Flores. Se veian al mismo tiempo como pequenos David enfrentandose al Goliat del credito y como guias a los que el grueso del rebano fatalmente acabaria siguiendo. Divulgaban copias de sus sentencias en la asociacion de jueces de primera instancia, intentaban convertir a sus colegas. Cada adhesion era una victoria, les acercaba a la masa critica a partir de la cual la jurisprudencia oscilaria y los bancos temblarian sobre sus cimientos.

Etienne experimento un escalofrio de triunfo el dia en que los representantes de una gran entidad crediticia le solicitaron una entrevista. Les dio una cita. En su despacho entraron cuatro personas, dos ejecutivos de la sociedad, uno de los cuales se habia desplazado especialmente desde Paris, y dos abogados de Vienne. Me gustaria contar el encuentro como una escena de una pelicula policiaca. Empezaria lentamente, entre bromas: ?asi que es usted el aguafiestas? Pero las bromas se transforman en amenazas veladas, que pronto se vuelven explicitas. Intimidacion, intento de soborno. Uno de los tipos, con traje y sombrero flexible, habla deambulando de un lado a otro. El juez lisiado le mira montar su numero sin perder la calma. Los pistoleros no dicen ni pio. Finalmente, el que habla se detiene delante del juez y dice, con la boca torcida: le voy a aplastar. Coge un objeto de adorno de la mesa, lo tritura entre sus manos palidas y nerviosas y, abriendo el puno, deja caer los pedazos: le aplastare asi. En realidad, la cosa no discurrio en absoluto de este modo. La conversacion fue educada y tecnica, entre gente que sabe comportarse. Los tipos reconocieron que las sentencias de Vienne les incordiaban, y que temian lo que Flores esperaba: que se convirtieran en una bola de nieve. Ademas, las desaprobaban: si se seguia por aquel camino, el credito se volveria imposible y todos estarian aviados. Pero no habian ido a exponer discrepancias juridicas, sino mas bien a pedir consejo. ?Como dejar de dar pie a estas impugnaciones? ?Que hacer para estar a cubierto?

Muy sencillo, respondio Etienne, un poco asombrado: hay una ley, respetenla.

Los tipos suspiraron: es complicado…

?Que es lo complicado? La ley dice que el contrato debe estar redactado en cuerpo ocho y no lo esta practicamente nunca, y yo no me abstengo de aprovecharlo para que ustedes pierdan sus intereses. Ustedes pueden decir: eso es como matar a una mosca a canonazos. Diganme mas bien por que, conociendola, no aplican nunca esta norma, que es en definitiva facil de aplicar. Yo tengo una idea de la respuesta: sencillamente porque les conviene que los contratos no sean legibles. ?Por que no envian nunca una carta proponiendo la renovacion del contrato? ?Por que consideran tacita esta renovacion, lo que es contrario a la ley y yo no me abstengo tampoco de senalar? Les voy a decir por que, lo se por alguien de entre ustedes (en realidad, era Flores el que habia hecho amistades dentro de los organismos de credito y obtenia de ellas informaciones interesantes). Porque hubo un momento en que las enviaban y recibieron un 30 % de cancelaciones. Eso es un fastidio. La experiencia demuestra que una tarjeta que no se usa se utilizara un dia u otro, mientras que con una tarjeta cancelada no hay nada que hacer: un cliente menos. ?Por que solo mencionan el tipo de interes en letra pequenisima, perdida en el reverso de una publicidad estentorea? Ustedes saben muy bien por que. Porque el tipo de interes es monstruoso: 18%, 19%, es superior a la tasa de usura, y se lo endilgan suavemente a gente que si se diera cuenta no firmaria.

En eso se equivoca, respondio el ejecutivo llegado de Paris. Firman de todas maneras porque no tienen eleccion. Siempre se puede decir que seria mas ventajoso contratar un prestamo clasico, pero el problema de nuestros clientes es que no se los conceden. Es como asegurar un coche cuando tienes tantos partes adversos que ya nadie quiere asegurarte: cuesta caro, forzosamente. Usted habla de informacion continuamente. Un dia dice que no informamos suficientemente a nuestros clientes y al dia siguiente dice que no nos informamos bastante sobre su capacidad de reembolso. Pero lo que nuestros clientes quieren es dinero, no informaciones que les disuadan de pedir un prestamo. Y lo que nosotros queremos es ganar dinero prestando, no recoger informaciones que nos disuadan de prestar. Nosotros nos limitamos a ejercer nuestro oficio, el credito es algo que existe, y lo que usted hace con su perpetuo tiquismiquis sobre la forma de los contratos, es simplemente un proceso contra la publicidad. La publicidad es siempre asi. Se escribe en mayusculas: compre su automovil por 30 euros al mes, y luego hay un asterisco, y mas abajo, en letra pequena que hay que mirar con atencion, es cierto, hay clausulas que significan que cuesta un poco mas de 30 euros mensuales, o bien que la oferta es valida para un periodo determinado y no para otro. Todo el mundo lo sabe, la gente no es tonta. Pero usted, si no me equivoco, usted quisiera un mundo sin publicidad, sin credito, quiza tambien un mundo sin television, porque es bien sabido que la tele descerebra a la gente…

Por supuesto, concluyo Etienne sonriendo, ademas yo paso mis vacaciones en Corea del Norte. No, a mi me va muy bien un mundo en que se tiene derecho a violar la ley. Pero tambien quiero, como juez, tener el derecho a hacerla respetar. El liberalismo es eso, ?no?

Hay algo que hace reir a Etienne cuando cuenta como conocio a Juliette. Son las palabras que se le pasaron por la cabeza la primera vez que la vio. Llamaron a la puerta de su despacho, el dijo: si, adelante, y cuando levanto la vista ella avanzaba a su encuentro con muletas. Entonces penso: ?fantastico! Una coja.

Lo que le hace gracia siempre que se acuerda no es este pensamiento, sino que surgiera tan espontaneamente, apenas formado y vestido ya con estas tres palabras cuya exactitud el garantiza: el «?fantastico!» incluido. Un instante despues vio que mas arriba de las muletas habia una cara agradable, una hermosa sonrisa, algo abierto, alegre, grave que, por supuesto, formaba parte de la impresion general, pero lo que vio primero, antes de esta impresion, fueron las muletas. El modo en que avanzaba hacia el con las muletas: lo tomo de inmediato como un regalo. E inmediatamente se sintio contento de poder corresponderle con otro. Era sencillisimo: bastaba con levantarse y dar la vuelta a la mesa para mostrarle que, aunque no tenia muletas, el tambien cojeaba.

Cuando, a principios de otono, decidi ir a Vienne para dar una vuelta por el juzgado y ver en que consiste el

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