estos contratos se concluyen en un santiamen: basta con firmar en la parte inferior del impreso que se titula «oferta previa». Se puede hacer en la caja del establecimiento, es valido de inmediato, se renueva tacitamente, se saca lo que se quiere y cuando uno quiere, da la agradable sensacion de ser dinero gratuito. Los terminos de la oferta no disipan esta sensacion en absoluto. No hablan de prestamo, sino de «reserva de dinero», no de credito, sino de «facilidad de pago». El texto dice, por ejemplo: «?Necesita 3.000 euros? ?Le interesarian 3.000 euros por un euro al mes? Pues bien, querida senora, ha tenido suerte, porque gracias a su fidelidad como cliente -de nuestro establecimiento, de nuestro centro de venta por correspondencia- ha sido recomendada para beneficiarse de una oferta totalmente excepcional. A partir de hoy, puede pedir la apertura de una reserva de credito que asciende hasta 3.000 euros.» El coste sumamente elevado de este credito figura en la letra pequenisima en el reverso de la oferta; la haya leido uno o no, de todas maneras casi siempre se firma porque es el unico medio, cuando no tienes dinero, de comprar lo que necesitas o bien lo que no necesitas pero te apetece, simplemente te apetece, porque incluso cuando eres pobre tienes apetencias, ahi esta el drama. Alli donde el banco tendria la prudencia de decir que no, la entidad de credito dice siempre que si, y por eso los banqueros dirigen amablemente hacia ella a los clientes que siempre estan en numeros rojos. Si ya estas fuertemente endeudado, la entidad no quiere saberlo. No controla nada: firme abajo de la oferta y gaste, es lo unico que piden. Todo va bien mientras pagas la mensualidad, o mas bien las mensualidades, porque lo propio de este tipo de creditos es acumularse, es facil que te encuentres con una docena de tarjetas en la mano. Fatalmente llegan los incidentes de pago: no puedes hacerles frente. El organismo de credito emprende una accion judicial. Exige el pago de las sumas debidas, mas el de los intereses previstos en el contrato, mas el de las penalizaciones de demora asimismo estipuladas en el contrato, y todo esto asciende a mucho mas de lo que habias imaginado.

Aquel ano hubo un proceso que hizo mucho ruido. Se trataba de una pareja que ganaba 2.600 euros al mes, el como obrero y ella como auxiliar de enfermeria. Quisieron suicidarse y matar a sus cinco hijos porque al cabo de doce anos de vivir a credito, con seis cuentas bancarias, veintiun creditos revolving, quince tarjetas y cerca de 250.000 euros de deudas, sus acreedores les llevaron a juicio. Las exigencias de pago siguieron a las ofertas atrayentes; como todo el mundo se les echo encima al mismo tiempo, se les hizo imposible reintegrar un credito con ayuda de otro, abrir una nueva linea que les permitiese postergar los pagos. El juego ya no se podia jugar, se habia acabado. Una ultima tarjeta, aun no rechazada, sirvio para comprar ropa nueva para que los ninos llegasen correctamente vestidos al otro mundo, que su padre se representaba con un candor siniestro como «el mismo, pero sin las deudas». El suicidio colectivo fracaso, solo murio una de las hijas. En el juicio, al padre le condenaron a quince anos y a la madre a diez. Este caso emociono a toda Francia. Es patetico, me dice Etienne, pero no realmente ejemplar porque los Cartier utilizaban el credito alegremente y vivian por encima de sus medios. Compraban un televisor y una consola de juegos para cada nino, electrodomesticos de gama alta, cambiaban compulsivamente de coche, de muebles, de equipamiento, se abonaban a todo y a cualquier cosa; en suma, tenian el perfil de la gente a la que el menos avispado de los vendedores sabe, al empujar la puerta de su casa, que les podra endosar lo que quiera. Los sociologos definen ese perfil como el del sobreendeudado «activo», que la crisis ha convertido en minoritario con respecto al «pasivo». A este ultimo no se le puede reprochar que consuma con exceso y que utilice el credito de forma insensata por la sencilla razon de que es pobre, muy pobre, y no tiene otra opcion que pedir prestado para llenar de paquetes de pasta su carrito de la compra. Es el que tiene mas de cincuenta anos y percibe la prestacion minima, o bien la mujer sola con hijos, en paro, sin cualificacion, sin mas perspectiva, en el mejor de los casos, que encontrar un empleo a tiempo parcial, precario y mal pagado, con el clasico efecto perverso de que trabajar, si lo consigue, sera a la postre menos ventajoso para ella que ir tirando con las ayudas a las que puede aspirar. Estas personas solo tienen deudas y nada con que pagarlas. Sus expedientes se amontonan en el despacho del juez de primera instancia.

?Y que hace este juez? En principio, no dispone de mucho margen. Ve perfectamente que por un lado hay un pobre diablo estrangulado y por el otro una gran empresa que no tiene sentimientos, pero no es su vocacion tenerlos y tampoco la del juez. Entre el pobre diablo y la gran empresa hay un contrato, y el papel del juez es hacer que se ejecute este contrato, ya obligando a pagar al deudor, ya ordenando su embargo. El problema es que en la mayoria de los casos el deudor es insolvente e incluso inembargable, es decir, que solo tiene lo estrictamente necesario para sobrevivir. Hasta mediados del siglo XIX se resolvia este dilema condenandole a la carcel por deudas, procedimiento del que Etienne me informa que si ha caido en desuso no es por humanidad, sino porque el mantenimiento de los presos era incumbencia de los acreedores, no del Estado, y el interes economico acabo prevaleciendo sobre la satisfaccion de ver castigado al culpable. Hoy existe otra solucion, que es la comision del sobreendeudamiento.

Etienne estaba todavia estudiando en 1989, cuando la ley Neiertz, bajo la presion de la urgencia social, creo en cada departamento comisiones encargadas de encontrar una solucion para lo que es evidente que no existe ninguna. Para el profesor que se burlaba del balbuciente derecho de consumo, considerado una asistencia inmerecida a los idiotas, fue un poco el fin del mundo, el establecimiento de algo absolutamente nuevo y juridicamente escandaloso: el derecho a no pagar las deudas. En teoria no se trata de eso, sino de calcular lo que, apretandose el cinturon al maximo, las personas sobreendeudadas pueden pagar cada mes, y de proponerles, asi como a sus acreedores, un plan de reintegro. De hecho, en cuanto se termina de hacer malabarismos con los plazos, los informes, el nuevo plan de pagos escalonados, llega un momento en que hay que hablar de extincion de la deuda, y esta revolucion juridica quedo confirmada quince anos mas tarde, en una situacion que incluso habia empeorado, por la adopcion de la ley Borloo, que instituyo el «procedimiento de restablecimiento personal», asimismo llamado «quiebra civil». Desde entonces se aplica a los particulares el principio de la quiebra comercial, es decir, que si a la vista de su historial se juzga su situacion «irremediablemente critica» -lo que desde ningun punto de vista es un diagnostico facil de emitir-, lisa y llanamente se cancelan sus deudas y alla se las compongan sus acreedores.

Aun no se habia alcanzado este punto cuando Etienne llego a Vienne, en 1997. Pero las asociaciones de consumidores y de parlamentarios, tanto de derecha como de izquierda, militaban en esa direccion en contra del lobby de las entidades de credito. Citaban el ejemplo de Alsacia y Moselle, donde se practica desde hace mucho tiempo sin que la tierra haya dejado de girar. Y desde 1998 la ley Aubry hizo posible una renuncia parcial a las deudas, recomendada cada vez con mas frecuencia por las comisiones de so- breendeudamiento. El juez seguia o no estos dictamenes, pues dependia de el, de su filosofia del derecho y de la vida.

Asisti en Vienne a algunas audiencias de este tipo. No las presidia Etienne, que hoy ya no es juez de primera instancia, sino otro llamado Jean-Pierre Rieux, que habia ocupado el puesto antes de Juliette y cuya vacante, tras la muerte de esta, le encomendaron que cubriese provisionalmente. Etienne, que trabajo dos anos con Rieux, me hablo de el con afecto: ya veras, es lo contrario que yo, pero sabe donde esta. «Sabe donde esta» es el mayor cumplido en los labios de Etienne. Al principio yo comprendia mal el sentido de esta frase, pero ahora lo comprendo mejor, sin duda porque yo tambien se mejor donde estoy. En la cincuentena, robusto, antiguo jugador de rugby, antiguo docente reconvertido en magistrado tardiamente y por la puerta pequena, Jean-Pierre se complace en recordar que hasta 1958 lo que hoy se denomina juez de primera instancia se llamaba juez de paz. Asi ve el su profesion: conciliar, hacer que la gente se arregle entre ella. Una de las cosas que le gustaba y que hace cada vez menos por falta de tiempo, era desplazarse al lugar concreto. Un tipo llega y te dice: el portero electronico que me ha instalado la empresa Chisme no funciona. ?Y que haces tu? Vas a ver el portero electronico. Coges el coche, embarcas a tu secretaria, llamas a la empresa Chisme para que tambien venga al lugar, con un poco de suerte se ponen de acuerdo para firmar, in situ, un acta de conciliacion y despues todo el mundo se va a tomar algo. Estos apanos campesinos no eran el estilo de Etienne. A el no le gustaba desplazarse al lugar. Lo que le gustaba, o mejor dicho lo que ha empezado a gustarle, es el derecho puro, la sutileza del razonamiento juridico, mientras que Jean-Pierre reconoce de buen grado que es un jurista expeditivo. Yo, de derecho, no se nada, dice, encogiendose de hombros, lo unico que quiero es que a la gente no la estafen demasiado.

Las audiencias relacionadas con el endeudamiento, al contrario que las audiencias civiles, no se celebran en la sala grande del tribunal, sino en una habitacion pequena bautizada la «biblioteca» porque hay algunos codigos sobre una estanteria, y sin el menor decoro. La secretaria judicial lleva toga y corbata, pero el juez esta en mangas de camisa. Parece que estas en una oficina de empleo o en cualquier otro servicio social, y lo que ves y oyes no desmiente esta impresion.

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