imaginado, pero equivalia a tirar la toalla, y Juliette, que ya no pensaba en anos, sino en meses de plazo, comprendio que ahora era cuestion de semanas, quiza de dias.
Justo despues de que dejaran de administrarle herceptina, Patrice y ella tuvieron una disputa violenta a proposito del referendum sobre la Constitucion Europea. Patrice se habia movilizado en favor del «no» hasta el punto de abandonar los videojuegos por los foros de Internet. Era su nueva droga. Subia del sotano con documentos encontrados en el sitio de Attac, impresos y subrayados con rotulador. Se podia y habia que oponerse, alegaba, al reino sin reparto del liberalismo, que era perverso presentar como una fatalidad. Juliette le dejaba hablar sin expresar su opinion, y el se acordaba de su silencio en la epoca de la primera guerra del Golfo, cuando acababan de conocerse. El estaba en contra de la intervencion, denunciaba la manipulacion mediatica y, como ella se callaba, pensaba que lo aprobaba hasta que, puesta entre la espada y la pared, Juliette reconocio que no. Sin estar claramente a favor, no estaba tan en contra como el, en todo caso no estaba tan segura de lo que pensaba. El se cayo de las nubes. ?Por que no lo habia dicho? ?Por que no
Si Patrice llego a contarme esta ultima rina, mas enternecido que pesaroso, fue porque yo le habia preguntado si se imaginaba su vida amorosa en el futuro. La pregunta no le choco, pero le dejo pensativo. ?Tendria razon Juliette, reharia su vida con una militante antiglobalizacion maja y simpatica? ?Por que no? Se veia venir. Pero una de las cosas que le gustaban de Juliette era que no era la mujer que normalmente deberia haber tenido. Ella le habia desarbolado, arrancado de su surco. Ella era la diferente, la inesperada, el milagro, lo que solo sucede una vez en la vida, y eso con mucha suerte. Por eso no voy a quejarme, concluyo Patrice: yo tuve esa suerte.
El miercoles, 9 de junio, alquilo en el videoclub de Vienne la pelicula
Etienne: yo era su mentor en materia de derecho, y tambien lo era en materia de cancer. Recorriamos el mismo camino y los dos teniamos claro que yo iba delante. Pero aquella tarde de viernes ella me adelanto. Me dijo: Etienne, tu formas parte de las varias personas que han dado un sentido a mi vida, gracias a lo cual la he vivido realmente. A pesar de la enfermedad, pienso que ha sido una buena vida. La miro y estoy contenta. Y yo, prosigue Etienne, yo que siempre hablo, no supe que responderle. Ella habia llegado a un lugar adonde yo no podia seguirla. Entonces dije: ?has escrito la carta? Era algo de lo que habiamos hablado mucho, la carta que queria dejar a sus hijas. Habia hecho borradores y los habia tirado, cada vez que se ponia a escribirla se quedaba empantanada porque habia demasiadas cosas que decir, o casi nada: os quiero, os he querido, que seais felices. Dijo tristemente: no, no la he escrito, y le propuse que lo hiciera. ?Aqui, ahora mismo? Si, ahora mismo, ?cuando, si no? Para empezar, ?que les dirias de Patrice a tus hijas? Cada vez le costaba mas esfuerzo hablar, pero respondio sin vacilar: era mi soporte. Me llevaba en brazos. Luego, al cabo de un tiempo: es el padre que elegi para vosotras. Vosotras tambien teneis que elegir en la vida. Podeis pedirselo todo, os dara todo lo que le pidais mientras seais pequenas, y cuando seais mayores elegireis vosotras. Reflexiono y despues dijo: es todo.
No tome ninguna nota; cuando volvi a mi casa escribi la carta en dos minutos: hecha. Se la di a su hermana Cecile, que se la leyo y me dijo que Juliette habia movido la cabeza para decir que estaba bien. Pero antes de salir de la habitacion, me sente al borde de la cama y le tome la mano. La mantuve unos instantes en la mia. Le habia estrechado la mano cuando ella entro en mi despacho, seis anos antes, pero despues, y hasta aquel viernes por la tarde, nunca volvimos a tocarnos.
Patrice encontro en casa a las ninas al cuidado de su madre, que acababa de llegar y habia relevado a Christine. No estaban excesivamente alteradas, las estancias de Juliette en el hospital formaban ya parte de la rutina de su vida. Lo que querian saber era si su madre asistiria a la fiesta de la escuela. Patrice les dijo que no, que no estaria, y ellas protestaron: se lo habia prometido. Entonces Patrice les dijo que ella no volveria, que irian todos juntos al dia siguiente a verla al hospital, despues de la fiesta, y que seria la ultima vez porque se iba a morir. Tenia a Diane en brazos y se dirigia tanto a ella, aunque solo tuviese quince meses, como a las dos mayores. Se acuerda de que Amelie y Clara lloraron, gritaron, que la crisis duro una hora y que luego se desmandaron hasta la hora de acostarse, de tan sobreexcitadas que estaban. Extranamente, todos consiguieron dormir. El fue al hospital muy temprano a la manana siguiente, con objeto de volver a tiempo para el comienzo de la funcion. El estado de Juliette se habia agravado durante la noche. Estaba muy agitada: su mirada huia hacia delante, empleaba todas las fuerzas que le quedaban en el acto de respirar, ronco, doloroso, sacudiendo todo el cuerpo. Sintiendo su presencia, le agarro del brazo y dijo varias veces con una voz ronca, bastante fuerte, balanceandose de delante hacia atras: ?venga, ahora se acabo! ?Venga, ahora se acabo! El intento hablarle, muy suavemente, decirle que las ninas irian a verla despues de la fiesta, pero ella no parecia comprenderle y repetia: ?venga, ahora se acabo! Patrice estaba consternado, a la vez porque las ninas podian llegar a verla de aquel modo y porque, cuando Juliette le habia dicho que no tenia miedo a la muerte, la habia creido. Ella aseguraba que lo que le resultaba insoportable era dejarles, a los cuatro, pero que estaba preparada para la muerte: la afrontaria. Este estoicismo era propio de ella, habria querido dejar de ella esta imagen, y lo que Patrice veia ahora era un cuerpo jadeante de sufrimiento, entregado a algo que se parecia al panico. Se acabo la mente clara, la serenidad. Perdia el control. Ya no era ella. El fue a ver a las enfermeras, que le dijeron que era el efecto del Atarax, pero que