harian todo lo posible, como habian prometido, para que estuviera lo mas serena y lucida posible cuando llegaran sus hijas. Hicieron, desde luego, todo lo que estaba en su mano, pero solo resulto a medias. Cuando Patrice, acompanado de Cecile, le llevo a las ninas, Juliette apenas estaba consciente. Si le hablaban de muy cerca, fijaba la mirada un segundo antes de que se volviera a perder en el vacio. Hizo uno o dos movimientos de cabeza que pudieron entenderse como un asentimiento. Amelie y Clara habian hecho dibujos para ella, le habian llevado una cinta con la grabacion de la funcion, pero a pesar de la importancia que la cinta tenia para ellas y de la que la propia Juliette le daba incluso la vispera, Patrice no tuvo animos para conectar el video en el televisor de la habitacion. Fue tan penoso que acortaron la visita. Clara beso a su madre, Patrice le acerco a la mejilla la cara de Diane, pero Amelie estaba tan asustada que no quiso soltarse de los brazos de su tia.
En este punto del relato de Patrice, Amelie entro en la sala descalza y en pijama. Hacia mucho que se habia acostado, pero habia debido de despertarse y, por la puerta entreabierta de su cuarto, escuchar lo que hablabamos. Su aparicion no turbo a Patrice, que de todos modos habia empezado a contar los ultimos dias de Juliette en presencia de sus hijas, sin bajar la voz. Amelie se nos planto delante y dijo: para mi es todavia mas duro que para Clara y Diane que mi mama se haya muerto, porque no me despedi de ella, tuve miedo. Patrice contesto con calma que no la habia besado pero que se habia despedido, y que lo importante era que estuviese alli, que su mama la hubiera visto. Comprendi por su tono que no era la primera vez que hablaban de esto y, mientras el iba a acostarla, me parecio bien que Amelie pudiera formular el reproche que se hacia: una vez expresada, era menos probable que esta culpabilidad envenenase su vida sin que ella conociera siquiera su origen. Y como tengo buenas razones para pensar que es cierta la vulgata psicoanalitica sobre los beneficios de la palabra, por oposicion a los estragos del silencio, muy sinceramente felicite a Patrice, cuando volvio, por permitir con su actitud general hacia sus hijas que las cosas se dijeran.
Terminadas las visitas, se quedo a solas con Juliette. Ella ya no estaba tan agitada, pero tampoco tan serena como el habia esperado. Sentado en la cama, a su lado, trataba de comunicarse con ella, de adivinar sus deseos. Le dio de beber, ella consiguio deglutir. En un momento dado, su caja toracica empezo de nuevo a levantarse espasmodicamente, el sintio que su cuerpo se crispaba y penso que habia llegado la hora, pero no, no se moria; sufria. Aspirada por la nada, Juliette se resistia. El le pregunto: ?tienes miedo? Ella asintio con la cabeza, claramente. Espera, dijo el, voy a ayudarte. Ahora vuelvo. Sobre todo no te inquietes, ahora vuelvo. Se separo de ella con la mayor suavidad posible y fue al despacho del medico para decirle que habia que ayudarla a morir. Media hora mas tarde, Helene y yo entramos en el mismo despacho para pedirle lo mismo al medico, que nos dijo que habian empezado a hacerlo. A Patrice ya le habia respondido: de acuerdo, espereme aqui. Le dejo solo en el despacho, donde paso cinco minutos que se le hicieron eternos. Miraba fijamente, con una atencion alelada, la pintura desconchada de un zocalo, el tubo de neon en el techo, alrededor del cual revoloteaba una mosca, la noche de verano que empezaba a caer en el marco de la ventana, y tenia la sensacion de que toda la realidad del mundo era aquello, que no existia nada mas, que nunca habia existido ni volveria a existir nada mas. Cuando volvio a la habitacion, los ojos de Juliette, entornados cuando la habia dejado, ahora estaban cerrados. Mas adelante tuvo mucho miedo de que ella hubiese entrado en coma durante su breve ausencia. De que ella hubiera visto confusamente entrar en la habitacion a un desconocido que habia hecho un gesto, fuera el que fuera, le habia puesto una inyeccion o manipulado la bolsa de suero, de tal modo que en su semiinconsciencia ella habria podido decirse: ha venido a darme la puntilla. De que su ultimo pensamiento, antes de que todo se apagara, hubiese sido: me muero y Patrice no esta. Esta situacion de espanto, que felizmente no imagino en aquel momento, le atormento hasta tal punto los dias siguientes que acabo llamando al medico. Le tranquilizo: no habia podido ocurrir asi; la dosis de morfina tarda mas de una hora en actuar, el descenso de Juliette hacia la inconsciencia habia sido muy gradual.
Esta de nuevo tendido cerca de ella, pero mas comodamente, casi como si estuvieran en la cama conyugal. Ella respiraba sin tropiezos, parecia no sufrir. Navegaba en un estado crepuscular que en un momento dado iba a convertirse en la muerte, y el la acompano hasta aquel momento. Se puso a hablarle al oido, muy bajo, y mientras hablaba le tocaba suavemente la mano, la cara, el pecho, a intervalos la besaba con un roce de los labios. Aun sabiendo que su cerebro ya no estaba en condiciones de analizar las vibraciones de su voz ni el contacto de su piel, era seguro que su carne los percibia todavia, que ella entraba en lo desconocido sintiendose rodeada por algo familiar y amoroso. El estaba alli. Le conto la vida que habian vivido juntos y la felicidad que ella le habia dado. Le dijo cuanto le habia gustado reirse con ella, hablar de todo y de cualquier cosa con ella, y hasta pelearse con ella. Le prometio que seguiria adelante sin flaquear, que se ocuparia bien de las ninas, que no debia preocuparse. No olvidaria ponerles las bufandas para que no se resfriasen. Le canto canciones que a ella le gustaban, le describio el instante de la muerte como un gran fogonazo, una ola de paz de la que no se tiene idea, un retorno bienaventurado a la energia comun. Un dia el tambien la conoceria y los dos volverian a reunirse. Estas palabras le salian sin dificultad, las enunciaba en voz muy baja, muy serena, le envolvian a el mismo. Es la vida la que duele al resistirte, pero el tormento de estar vivo concluia. La enfermera le habia dicho: las personas que luchan mueren mas deprisa. Si aquello duraba tanto tiempo, pensaba el, era quiza porque Juliette habia dejado de luchar, que lo que quedaba de vivo en ella estaba tranquilo, abandonado. No luches mas, mi amor, suelta, suelta, dejate ir.
Hacia medianoche, sin embargo, se dijo que no era posible, no era posible que al dia siguiente continuara en este estado. A las cuatro de la manana, decidio, desconectaria el respirador. Pero a la una ya no aguantaba la espera, penso que era Juliette quien le comunicaba esta impaciencia y fue a ver a la enfermera de guardia para preguntarle si no podria desconectarlo ella porque creia que habia llegado el momento. Ella dijo que no, podria ser brutal, mas valia que las cosas siguieran su ritmo. Mas tarde, Patrice se durmio. Un helicoptero le desperto un poco antes de las tres. Permanecio suspendido mucho tiempo encima del hospital. A continuacion, fijo la mirada en el despertador. A las cuatro menos cuarto, la respiracion de Juliette, que ya no era mas que un hilo, se detuvo. El se quedo un momento al acecho pero ya no habia nada, el corazon ya no le latia. Se dijo que ella habia adivinado lo que el pensaba hacer a las cuatro y se lo habia ahorrado.
Patrice cuenta, cuenta, tengo la sensacion de que no tiene ganas de acabar.
No tuve que cerrarle los parpados. La miraba, su cara me parecia serena y hermosa, no como los ultimos dias. Pensaba: es mi mujer y esta muerta. Mi mujer ha muerto. Senti junto a ella como se iba su calor, me asombro que todo ocurriera tan rapido. Al cabo de un cuarto de hora estaba fria. Me levante, avise a las enfermeras, llame a Cecile, que velaba en casa, y despues sali a caminar alrededor del hospital. Se veia al este un pedazo de cielo donde ya clareaba, nubes rosas encima de la ciudad, era precioso. Me aliviaba que todo hubiese terminado, pero sobre todo en aquel momento sentia un afecto inmenso por ella. No se como decirlo, afecto parece una palabra debil, pero era mas fuerte y mas grande que el amor. Unas horas mas tarde, en el velatorio, ya no lo sentia: el amor, si, pero ya no aquella especie de afecto inmenso.
El viernes, antes de dejar a Juliette, Etienne le habia preguntado si preferia que el volviese o que se mantuviera disponible, y ella contesto: que estes disponible. Paso la noche esperandola, convencido de que ella ya no le llamaria: se lo habian dicho todo, ahora ya solo quedaba sitio para Patrice. Por la manana, Etienne habia tomado el autobus para el hospital, pero se habia apeado dos paradas antes de la suya y habia vuelto a su casa. Paso el sabado con la familia, hizo compras en Decathlon con los hijos, intento trabajar. Juliette habia pedido que le diesen la noticia en cuanto hubiese muerto, y fue la madre de Patrice la que le llamo, a las cinco de la manana. Se acuerda de que le enfurecio que ella le despertase y sobre todo que le dijera «Juliette se ha ido», en lugar de «Juliette ha muerto». Refunfuno: lo se, lo se, y cuando ella le propuso que fuera a ver el cuerpo en el tanatorio, el respondio que no, no tenia interes en verlo.
Comimos juntos en Vienne, al dia siguiente de mi larga conversacion nocturna con Patrice, y despues Etienne me acompano a Rosier. Lo primero que dijo al llegar fue que tenia que irse de inmediato. Patrice y el no se habian visto desde el entierro, se les notaba entre si un poco violentos, pero propuse que hicieramos cafe y lo tomasemos fuera, debajo de la catalpa donde al final pasamos la tarde, cada vez mas contentos de estar los tres juntos.
De aquella tarde recuerdo dos cosas.