Los dos soltaron una carcajada que murio igual de rapido. Emma tomo otro bocado.
Johan se inclino hacia delante, impaciente ahora.
– Es como si solo estuviera viva la mitad de mi. Ya sabes, uno hace todas las cosas habituales que tiene que hacer. Levantarse de la cama por la manana, desayunar, ir al trabajo, pero es como si nada fuera real. Como si todo ocurriera en otra parte. Yo creo todo el tiempo que todo se va a arreglar, pero eso no pasa nunca.
Ella se paso con delicadeza la servilleta por la boca y se levanto de la mesa. Tenia la cara seria. Johan solo podia permanecer quieto. Emma tiro despacio de el hasta hacer que se levantara de la silla. Eran casi igual de altos. Lo rodeo con sus brazos, lo beso en la nuca. El sintio su calido aliento en la oreja.
El cuerpo fuerte y firme de ella contra el suyo. Se desplomaron en la cama y ella se apreto contra su cuerpo, con las piernas entrelazadas, y se abrazaron desesperadamente el uno al otro. Su boca era blanda y calida, su pelo olia a manzana. Sintio que le escocian las lagrimas en el interior de los parpados. Estrecharla en sus brazos era como llegar a casa.
En realidad no sabia lo que hacia, ni lo que hacia ella, simplemente no queria que aquello terminara.
Efectivamente, de la Policia Nacional mandaron a Martin Kihlgard. Lo acompanaba Hans Hansson, delgado y discreto comparado con su vocinglero colega. Los companeros de la Brigada de Homicidios dieron la bienvenida a Kihlgard con los brazos abiertos. Era un hombreton que nunca podia ir vestido decentemente, pero era un policia de reconocida competencia. Le dieron un sinfin de palmaditas en la espalda y apretones de manos. Karin le dio un abrazo tan largo que Knutas sintio un aguijonazo de la vieja irritacion que habia experimentado el verano anterior. Ellos dos se habian caido tan bien que se sentia celoso, aunque nunca lo reconoceria en voz alta. Kihlgard era como un oso grande, pero era evidente que a Karin le agradaba su extrovertida personalidad.
Cuando vio a Knutas su sonrisa bonachona se intensifico.
– Pero, hombre, Knutte -grito cordialmente, dandole unas palmadas en los hombros-. ?Que tal, viejo amigo?
«Habla como el capitan Haddock de los tebeos de Tintin», penso Knutas mientras respondia a su sonrisa. Le fastidiaba mucho que Kihlgard, sin venir a cuento, lo llamara Knutte.
Se sentaron en el despacho de Knutas y empezaron a repasar el caso. No pasaron ni diez minutos antes de que Kihlgard empezara a hablar de la comida.
– ?No vamos a almorzar?
– Si, claro, ya va siendo la hora -respondio Karin de inmediato-. ?No podriamos ir a comer a Klostret? El dueno es amigo de Anders, dan muy bien de comer -explico volviendose hacia los dos policias de Estocolmo.
– Eso suena divinamente -rugio Kihlgard-. Tu te encargas de que nos den una buena mesa, ?de acuerdo, Knutte?
Despues de todo, el almuerzo resulto agradable. Leif les reservo una mesa junto a la ventana, con vistas sobre las ruinas de Sankt Per. Hans Hansson no habia estado nunca en Gotland y quedo impresionado.
– Esto es aun mas bonito que en las fotografias que he visto. Vivis en una autentica ciudad de ensueno, espero que sepais valorarlo.
– Normalmente, uno no piensa mucho en ello, la verdad -sonrio Karin-. Pero cuando viajas a la Peninsula te vuelves mas consciente. De regreso a Gotland te das cuenta de lo bonita que es.
– A mi me ocurre lo mismo -afirmo Knutas-. Me costaria mucho vivir en otro lugar.
Disfrutaron del cordero asado con gratinado de tuberculos. Kihlgard no tenia tiempo de hablar mientras comia, salvo en una ocasion, para pedir mas pan. Knutas recordo el apetito aparentemente insaciable de su colega. Aquel hombre se pasaba el dia comiendo, a todas horas.
El restaurante estaba decorado en estilo rustico, con velas y manteles de hilo en las mesas. Ahora que el tiempo era triste y frio, aquel ambiente resultaba magnifico. Leif les ofrecio un cafe con la tarta de chocolate especialidad de la casa y se sento con ellos un momento.
– ?Que agradable ver nuevas caras! ?Se van a quedar mucho tiempo aqui?
– Ya veremos -dijo Kihlgard-. Muy buena, realmente, la tarta.
– Volved cuando querais. Siempre nos alegra la llegada de nuevos clientes.
– Me imagino que sera duro en invierno.
– Si, es dificil estar al frente de un restaurante que abre todo el ano. Pero va bien, de momento. Venga, ya no os molesto mas.
Leif se levanto y abandono la mesa.
– Ya hemos dado un repaso a la vida y milagros de Dahlstrom, pero ?cual es la situacion de los alcoholicos aqui en la isla, en general? -quiso saber Kihlgard-. ?Cuantos hay, por ejemplo?
– Me atreveria a decir que rondara la treintena el grupo de alcoholicos empedernidos, es decir, los que solo se dedican a beber y no tienen ningun trabajo -explico Karin.
– ?Y los que estan sin techo?
– Realmente aqui no tenemos gente que viva en la calle como en las grandes ciudades. La mayoria tiene su propio apartamento o se aloja en las viviendas que el ayuntamiento habilita para los drogadictos, repartidas por aqui y por alla.
– ?Se registra mucha violencia entre esos grupos?
– A veces se producen asesinatos en medio de la borrachera y la confusion. Tendremos un par de muertes al ano relacionadas directamente con el consumo de drogas. Pero normalmente eso pasa entre los que mezclan el alcohol con otras drogas. Los alcoholicos, generalmente, son poco conflictivos.
Iba siendo hora de levantarse. Knutas le hizo una sena a Leif para pedirle la cuenta. A la tarta, que tanto les habia gustado, invitaba la casa.
Tras el encuentro con Emma sintio la necesidad de salir a tomar el aire. Dio un paseo para despejarse las ideas.
Almedalen estaba solitario y silencioso. El camino humedo asfaltado que discurria entre el cesped brillaba a la luz de las farolas, y se oian los discretos graznidos de los patos en el estanque, aunque apenas se los veia en la oscuridad de la tarde. Se metio por el paseo maritimo que iba desde Visby hasta Snackgardsbaden, tres kilometros al norte. El viento arrecio y Johan se subio el cuello de la cazadora para protegerse. No se veia un alma. Las olas golpeaban contra la playa y las aves marinas graznaban. Un transbordador grande, cuyas luces de navegacion brillaban en la oscuridad, se acercaba al puerto de Visby.
Pensaba en Emma y no acertaba a comprender como habia podido vivir tanto tiempo sin ella. Todos los sentimientos habian vuelto a brotar de nuevo e intuia que iba a ser duro tener que seguir esperando otra vez. Aunque la relacion habia entrado en una nueva fase. Su periodo de reflexion habia terminado y sabia lo que Emma sentia por el. Saberlo le daba fuerza y serenidad.
Ahora se trataba de que se le ocurrieran ideas buenas para futuros reportajes, y asi poder volver a la isla cuanto antes. Para Emma era mas dificil encontrar una buena excusa para viajar a Estocolmo.
Paso junto a Jungfrutornet, la torre de la Virgen, una de las muchas atalayas defensivas de la muralla. Acerca de esta torre existia una antigua leyenda, segun la cual, cuando en el siglo XIV el rey danes Valdemar Atterdag se disponia a conquistar Visby y despojar a la ciudad de sus riquezas, conto con la ayuda de una joven para entrar por una de las puertas de la muralla. La joven se habia enamorado de Atterdag y el monarca le habia prometido casarse con ella y llevarla con el a Dinamarca si le abria la puerta a el y a sus hombres. La muchacha lo hizo y los daneses saquearon Visby. El soberano no cumplio su promesa y abandono a la joven a su suerte una vez logrado su objetivo. Cuando se conocieron los hechos, la joven fue condenada a ser emparedada viva en esa torre. Segun la leyenda, aun podian oirse sus gritos pidiendo ayuda. Cuando Johan paso por alli, en medio de la oscuridad, podia imaginarse muy bien a la joven alli dentro. El viento ululaba y quiza fuese su grito desesperado lo que trasmitia. Pese al frio, disfrutaba de aquel tiempo.
Cuando paso el Jardin Botanico, aparecieron las lomas de Strandgardet, y alla, a lo lejos, se veian las luces del hospital.
De pronto, oyo un grito. Un grito de verdad.
Avanzo hacia delante en la oscuridad y descubrio a una senora mayor que yacia en una pendiente con un terrier ladrando a su alrededor.
– ?Que le pasa?
– Me he caido y no me puedo levantar -se lamento la mujer con voz temblorosa-. Me duele horriblemente el