monton de ropa empapada en el aguardiente. Con un poco de suerte, estaria bien lejos cuando empezase a arder de verdad.
Unas voces en el pasillo la arrancaron de su remembranza. Aguardo tensa a que pasaran de largo, con la esperanza de que no fuesen a su habitacion, y no se relajo hasta que no las oyo alejarse.
No tuvo que fingir estar impresionada cuando regreso de hacer su recado y vio el incendio. De hecho, jamas penso que se propagaria tanto y tan rapido. Todo quedo destruido. Eso, al menos, fue segun los planes. Nadie penso ni por un momento que Anders y los ninos no murieron en el incendio.
Despues de aquello, se sintio tan maravillosamente libre que a veces se miraba los pies para asegurarse de que no estaba flotando en el aire. Ante los demas mantuvo la mascara, fingio ser una doliente madre y viuda, pero en su fuero interno se reia de lo ingenua, necia y simple que podia ser la gente. Y el mayor de todos los idiotas fue su propio padre. Apenas pudo aguantarse las ganas de contarle lo que habia llevado a cabo, exhibir ante el el delito que habia cometido como un cuchillo sangriento y decirle: «Mira lo que has hecho, mira a que me abocaste al obligarme a partir aquel dia como si yo fuese una ramera babilonica». Pero se contuvo. Por mas que deseara compartir la culpa con el, el provecho seria mayor si se aseguraba su compasion.
Y funciono. El plan se desarrollo tal y como ella deseaba y esperaba, pero, a pesar de todo, la persiguio la mala suerte. Los primeros anos en Nueva York le dieron todo aquello que habia sonado mientras fantaseaba en el barracon del picapedrero, pero despues volvio a negarsele la vida que merecia. Siempre la misma injusticia.
Agnes sentia la rabia crecer en su pecho. Queria liberarse de su viejo cascaron asqueroso. Retirarlo como el capullo de una crisalida y salir como la bella mariposa que fue en su dia. Sentia nauseas al percibir su propio olor a senectud.
De pronto le vino a la mente una idea que la consolo: tal vez pudiese pedirle a su hija que le enviase la caja de madera pintada de azul. A ella no debia de serle de utilidad, pero Agnes disfrutaria dejando caer su contenido por entre sus dedos una ultima vez. La idea le infundio animos. Si, eso haria. Le pediria a Mary que le trajese la caja. Si su hija iba a llevarsela personalmente, quiza le contaria cual era en verdad su contenido. Ante Mary siempre lo llamo Humildad, cuando la tenia encerrada en el sotano y la alimentaba con las cenizas. Pero lo que en realidad queria darle a comer a la pequena era ambicion, la fuerza que permitia hacer lo necesario para alcanzar lo que una perseguia. Y creyo haber triunfado cuando la nina cumplio sus deseos con tanta facilidad y precision en lo de Ake. Pero despues, todo se desbarato.
Ya no podia aguantar un minuto mas sin tocar la caja. Con mano tremula, fue a coger el telefono, pero se quedo paralizada a medio camino. Entonces, su mano cayo de golpe contra su costado y la cabeza sobre el pecho. Sus ojos quedaron sin vida, fijos en la pared, mientras un hilillo de saliva discurria hacia la barbilla desde la comisura de los labios.
Habia pasado una semana desde que el y Martin fueron a buscar a Lilian al hospital. Siete dias llenos de tanto alivio como frustracion. El alivio de haber encontrado al asesino de Sara y la frustracion de que dicho asesino aun se negase a explicar por que.
Patrik descanso las piernas sobre la mesa y se retrepo en el sofa con las manos en la nuca. Aquella ultima semana pudo pasar mas tiempo en casa, lo que tranquilizaba un poco su conciencia. Ademas, todo empezaba a funcionar mejor. Con una sonrisa, observo a Erica mientras mecia con mano firme el carrito en el que descansaba Maja. Tambien el habia practicado su tecnica y no le llevaba mas de cinco minutos dormir a la pequena.
Muy despacio, Erica metio el cochecito en el despacho y cerro la puerta. Aquello queria decir que Maja se habia dormido y que Erica y el dispondrian de cuarenta minutos de tranquilidad, como minimo.
– Ya esta, ya se ha dormido -declaro ella acurrucandose junto a Patrik en el sofa.
Ya no parecia tan hundida como antes, aunque el aun intuia algun residuo de desanimo los dias que Maja estaba especialmente penosa. Sin embargo, todo iba por el buen camino y estaba decidido a contribuir a que la situacion siguiese mejorando. El plan surgido hacia una semana habia cristalizado y el ultimo detalle quedo zanjado el dia anterior con la solicita colaboracion de Annika.
Estaba a punto de decir algo cuando Erica se le adelanto:
– ?Que espanto! He cometido el error de pesarme esta manana.
Un denso silencio siguio al comentario y Patrik sintio cierto panico. ?No deberia decir algo? Entrar en una discusion sobre el peso de su mujer era como acceder a un campo de minas emocional en el que se veia obligado a considerar minuciosamente donde ponia el pie. Seguian en silencio y adivino que se esperaba de el algun comentario. Penso febrilmente en algo adecuado que decir y sintio una extrema sequedad de boca cuando respondio:
– ?Ah, si?
Se habria dado de golpes contra la pared. ?Era eso lo mas inteligente que se le podia ocurrir? Sin embargo, por el momento parecia haber sorteado bien las minas y Erica prosiguio con un suspiro:
– Si, y sigo pesando diez kilos mas que antes de quedarme embarazada. La verdad, pense que bajar de peso iria mas rapido.
Con cautela, con suma cautela, fue tanteando para avanzar por terreno seguro:
– Maja aun es muy pequena. Debes tener paciencia. Estoy seguro de que iran desapareciendo a medida que vayas dandole el pecho. Ya veras, cuando tenga seis meses, los kilos no estaran -remato Patrik conteniendo la respiracion mientras esperaba su reaccion.
– Si, supongo que tienes razon -fue la respuesta de Erica, que Patrik acogio con un suspiro de alivio-. Es solo que me siento tan poco sexy… Me cuelga la barriga, tengo los pechos enormes y siempre estan chorreando leche, no paro de sudar, por no hablar del acne que me ha salido de las hormonas…
Se echo a reir, como si lo que acababa de decir fuese una broma, aunque Patrik oyo la desesperacion subyacente en su tono de voz. Erica nunca habia estado obsesionada por el fisico, pero comprendia que debia de resultar dificil aceptar que el cuerpo y el aspecto cambiasen tanto en tan poco tiempo. A el mismo le costaba reconciliarse con la barriga cosechada desde que vivia en pareja: habia crecido a medida que crecia la de Erica y tampoco se habia reducido especialmente desde que nacio Maja.
Por el rabillo del ojo, vio que ella se secaba una lagrima y de pronto supo que no encontraria un momento mejor.
– No te muevas de ahi -le dijo con repentino entusiasmo levantandose del sofa de un salto.
Erica lo miro inquisitiva, pero le hizo caso. Patrik sentia sus ojos clavados en la espalda mientras el revolvia en sus bolsillos hasta encontrar algo que escondio antes de volver a su lado.
Con una graciosa reverencia, se arrodillo ante ella y le tomo la mano respetuosamente. Vio que ya se la habia ganado y esperaba que el brillo de sus ojos fuese fruto de la alegria. En cualquier caso, Erica parecia ansiosa. Carraspeo para aclararse la garganta pues, de repente, le fallaba la voz.
– Erica Sofia Magdalena Falck, ?estarias dispuesta a hacer de mi un hombre decente y casarte conmigo?
No aguardo la respuesta, sino que, con mano tremula, saco la cajita que habia guardado en el bolsillo trasero del pantalon. Con cierta dificultad, abrio la tapa forrada de terciopelo azul con la esperanza de que Annika y el, tras sumar sus esfuerzos, hubiesen logrado dar con un anillo que le gustase.
Ya notaba que le dolia un poco la espalda de tanto como llevaba alli de rodillas y el prolongado silencio empezaba a resultar un tanto preocupante. Cayo en la cuenta de que no se le habia pasado por la cabeza la posibilidad de que ella dijera que no, y ahora lo invadio una sensacion bastante desagradable que lo llevo a desear no haber sido tan decidido.
Pero entonces la cara de Erica se ilumino en una amplia sonrisa acompanada de abundantes lagrimas. Reia y lloraba al mismo tiempo y extendio el dedo anular para que Patrik le pusiera el anillo.
– ?Eso es un si? -pregunto el sonriente.
Ella asintio sin decir nada.
– Y ya sabes tu que solo le pediria matrimonio a la mujer mas hermosa del mundo -dijo con la esperanza de que ella supiese oir la sinceridad de sus palabras y que no pensase que estaba exagerando.
– Eres…, eres un… -respondio al fin, buscando el adjetivo adecuado-. ?Sabes?, a veces atinas exactamente con lo que hay que decir y cuando. No siempre, solo a veces.
Se inclino y le dio un beso largo y calido, al cabo del cual se enderezo en el sofa para admirar su nuevo anillo.
– Es magnifico. No me creo que lo hayas elegido tu solo.
Por un instante se sintio ofendido por la falta de confianza en su gusto y le dieron ganas de decirle que si, que