estrepito infernal: el rugir de Assad, los chillidos de la mujer, el pitido de la camara de descompresion y los gritos de advertencia, provocados por el tumulto que habia causado la silla de ruedas al derribar a los dos hombres.

La mujer se quedo con las piernas al aire cuando Assad se abalanzo sobre ella y se arrojo contra la escopeta que Lasse trataba de apuntar hacia el. El joven, que estaba atras, se puso a chillar cuando Assad agarro el canon con una mano y empezo a golpear la laringe de Lasse con la otra. A los pocos segundos todo habia terminado.

Assad retrocedio con la escopeta en la mano, empujo a un lado la silla de ruedas, obligo a Lasse, que tosia sin parar, a ponerse en pie y estuvo mirandolo un momento.

– Venga, ?di como se para ese puto trasto! -grito, mientras Carl se levantaba.

Carl vio la navaja de muelles algo mas alla, junto a la pared. Se quito de encima los cables y detonadores y la recogio, mientras el joven flaco trataba de poner a su madre en pie.

– Vamos, dilo. ?Ya! -le ordeno Carl, apretando la navaja contra la mejilla de Lasse.

Los dos lo leyeron en la mirada de Lasse. No los creia. En su cerebro habia una sola idea: que Merete Lynggaard muriese dentro de la camara que tenian a sus espaldas. En soledad, lenta y dolorosamente; ese era el objetivo de Lasse. Despues ya recibiria su castigo. ?Que mas le daba?

– Vamos a hacerlo saltar por los aires con su familia, Carl -dijo Assad entornando los ojos-. De todas formas Merete Lynggaard esta casi muerta. No podemos hacer nada mas por ella.

Senalo el manometro, que indicaba ahora bastante menos de cuatro atmosferas.

– Vamos a hacer con ellos lo que querian hacer con nosotros. Le haremos un favor a Merete.

Carl lo miro a los ojos. En la mirada calida de su ayudante habia un germen de profundo odio que no necesitaba de gran cosa para aflorar.

Carl sacudio la cabeza.

– No podemos hacer eso, Assad.

– Si, Carl, claro que podemos -respondio Assad. Extendio hacia Carl su mano libre y tiro con cuidado de los cables y detonadores de la mano de Carl y despues los enrollo en torno al cuello de Lasse.

Mientras la mirada de Lasse buscaba la proteccion de su madre y de su hermano, que temblaba tras la silla de ruedas, Assad dirigio a Carl una mirada que no dejaba lugar a dudas. Tenian que llevar las cosas a aquel terreno para que Lasse los creyera. Porque Lasse no lucharia por salvar su piel, pero si que lucharia por salvar a su madre y a su hermano. Assad lo habia visto. Era verdad.

Despues Carl levanto los brazos de Lasse y unio los extremos pelados al alargador, como habia descrito Lasse.

– Poneos en el rincon -ordeno Carl a la mujer y a su hijo pequeno-. Hans, sienta a tu madre en tu regazo.

El hijo pequeno le dirigio una mirada de temor, levanto a su madre en brazos como si fuera una pelusa y se sento de espaldas a la pared del fondo.

– Vamos a volaros a los tres y a Merete Lynggaard, a menos que nos digas como se para esa maquina infernal -declaro Carl, mientras unia uno de los cables a un polo de la bateria.

Lasse dejo de mirar a su madre y volvio la cabeza hacia Carl, con los ojos ardiendo de odio.

– No se como se para -repuso sosegadamente-. Podria saberlo mirando los manuales. Pero no hay tiempo para eso.

– ?Mientes, estas intentando ganar tiempo! -grito Carl. Vio por el rabillo del ojo que Assad sopesaba darle un culatazo.

– Como quieras -dijo Lasse, volviendo el rostro sonriente hacia Assad.

Carl asintio en silencio. No mentia. Hablaba con frialdad, pero no mentia, se lo decian sus muchos anos de experiencia. Lasse no sabia como parar la instalacion sin consultar el manual. Por desgracia era asi.

Se volvio hacia Assad.

– ?Estas bien? -pregunto, y puso la mano en el canon de la escopeta. Lasse se habia librado por los pelos de que Assad le rompiera la cara a culatazos.

Assad asintio en silencio con la mirada furiosa. Los perdigones del brazo no habian causado danos dignos de mencion, tampoco el golpe en la sien. Estaba hecho de material solido.

Carl le quito con cuidado la escopeta de las manos.

– No puedo ir andando hasta alli. Dame la escopeta y ve tu a buscar el manual. Lo has visto antes. El manual escrito a mano del cuarto interior. Esta en el monton de atras. Encima, creo. Corre, Assad. ?Traelo!

Lasse sonrio en el momento en que Assad desaparecio, y Carl le coloco bajo el menton la culata de la escopeta. Como un gladiador, Lasse habia sopesado la fuerza de sus adversarios a fin de elegir el que mas le conviniera. Estaba claro que pensaba que Carl era un adversario mas a su medida que Assad. Y para Carl estaba igual de claro que se equivocaba.

Lasse retrocedio hacia la puerta.

– No te atreves a dispararme, el otro si. Voy a marcharme y no vas a poder evitarlo.

– ?Eso es lo que crees! -bramo Carl, avanzando y apretandole el cuello con la culata. La proxima vez que se moviera iba a darle un culatazo.

Entonces se oyeron a lo lejos las sirenas de la policia.

– ?Corre! -chillo el hermano de Lasse por detras, mientras se levantaba de pronto con su madre en brazos y de una patada empujaba la silla de ruedas contra Carl.

Lasse salio en el mismo segundo. Carl quiso correr tras el, pero no podia. Por lo visto estaba mas maltrecho que Lasse. La pierna no le obedecia.

Apunto con la escopeta a la madre y al hijo, dejando que la silla de ruedas pasara a su lado y se estrellara contra la pared.

– ?Mira! -grito el flaco mientras senalaba el cable largo del que tiraba Lasse.

Todos los del cuarto vieron como resbalaba el cable por el suelo mientras Lasse probablemente trataba de quitarse del cuello las cargas explosivas al atravesar el pasillo. Vieron que el cable se hacia mas y mas corto mientras Lasse se afanaba por salir del edificio, y por ultimo vieron que los cables no eran lo bastante largos, como volcaban la bateria y la arrastraban hacia la puerta. Cuando la bateria llego a la esquina y golpeo el umbral de la puerta, el cable suelto se metio debajo de la bateria y toco el otro polo.

Notaron el estruendo como una sacudida debil y un ruido apagado a lo lejos.

Merete estaba tumbada de espaldas en la oscuridad, escuchando el pitido mientras trataba de ajustar la postura de los brazos para poder apretar con fuerza en ambas munecas a la vez.

Al poco empezo a picarle la piel, pero no paso nada mas. Por un momento sintio como si todo tipo de milagros fueran a alumbrarla, y grito hacia las toberas del techo que no podian hacerle dano.

Sabia que no se produciria el milagro en cuanto el empaste de la primera muela empezo a ceder. Durante los minutos siguientes estuvo pensando en aflojar la presion sobre las munecas, porque el dolor de cabeza, el dolor de sus articulaciones y la presion de todos sus organos internos aumentaba y se expandia. Cuando iba a soltarse las munecas no pudo ni sentir sus propias manos.

Tengo que darme la vuelta, penso, y dio ordenes a su cuerpo para deslizarse hacia un lado, pero a los musculos no les quedaba ya fuerza. Noto la confusion a la vez que las ganas de vomitar la hicieron regurgitar y casi la asfixian.

Se quedo quieta y noto que los calambres aumentaban. Primero en los gluteos, despues en el diafragma y finalmente en el pecho.

?Va demasiado lento!, le gritaba su fuero interno, mientras volvia a intentar aflojar la presa que bloqueaba sus venas.

Pasado otro par de minutos Merete cayo en un sueno nebuloso. Los pensamientos sobre Uffe eran imposibles de retener. Veia flashes de colores, destellos de luz y formas que giraban, nada mas.

Cuando saltaron los primeros empastes empezo a emitir un quejido largo y monotono. Las fuerzas que le quedaban se agotaron en aquel quejido. Pero ella no se oia, el volumen del pitido de las toberas sobre su cabeza se lo impedia.

Entonces se detuvo de golpe la emision de aire y el sonido desaparecio. Por un momento Merete imagino que habia llegado su salvacion. Oyo voces fuera. La estaban llamando, y su quejido remitio. Despues la voz pregunto si

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