era Merete. Todo su ser decia «Si, estoy aqui». Puede que tambien lo dijera en voz alta. Despues hablaron de Uffe, como si fuera un chico normal. Ella pronuncio el nombre de su hermano, pero sono muy raro. Despues se oyo un estruendo, y la voz de Lasse volvio para truncar la esperanza. Merete respiraba lentamente, y noto que la tosca presa de sus dedos sobre las munecas iba cediendo. No sabia si seguia sangrando. No sentia dolor ni alivio.

Entonces volvio a oirse el silbido del techo.

Cuando la tierra bajo sus pies se estremecio, todo se enfrio y calento a la vez. Por un instante recordo a Dios e invoco mentalmente su nombre. Despues un destello atraveso su cabeza.

Un destello de luz seguido de un estruendo enorme y mas luz inundandolo todo.

Entonces se dejo llevar.

Epilogo

2007

La cobertura mediatica fue enorme. A pesar del triste desenlace, la investigacion y el esclarecimiento del caso Lynggaard fueron un autentico exito. Piv Vestergard, del Partido Danes, estaba sumamente satisfecha y se regodeo por todo lo alto como la persona que habia exigido que se creara el departamento, y aprovecho la ocasion para arremeter contra todos los que no compartian sus puntos de vista sobre la sociedad.

Solo era una de las razones por las que Carl se vino abajo.

Tres visitas al hospital, los perdigones extraidos de la pierna, una sesion con la psicologa Mona Ibsen que el mismo cancelo. No habia dado para mas.

Estaban de vuelta al trabajo en el sotano. Habia dos bolsitas de plastico colgadas del tablon de anuncios, ambas llenas de perdigones. Veinticinco en la de Carl y doce en la de Assad. En el cajon del escritorio habia una navaja de muelles con una hoja de diez centimetros. Con el paso del tiempo todos aquellos cachivaches irian a la basura.

Carl y Assad cuidaban uno del otro. Carl lo dejaba ir y venir como quisiera, y Assad aportaba al despacho del sotano una atmosfera agradable y distendida. Despues de tres semanas de inactividad, cigarrillos, el cafe de Assad y la cencerrada de musica de fondo, finalmente Carl alargo la mano hacia el monton de expedientes que habia en una esquina y se puso a hojearlos.

Ahi habia para dar, vender y regalar.

– Entonces ?vas a ir a F?lledparken esta tarde, Carl? -pregunto Assad desde la puerta. Carl levanto la mirada, apatico.

– Ya sabes, es primero de mayo. Mucha gente por la calle, o sea, fiesta y colorido. Se dice asi, ?no?

Carl asintio en silencio.

– A lo mejor mas tarde, Assad, pero puedes irte ya si quieres -dijo, mirando el reloj. Eran las doce. En los viejos tiempos dejar el trabajo a las doce era en casi todas partes un derecho adquirido.

Pero Assad sacudio la cabeza.

– No me va, Carl. Demasiada gente con la que no quiero encontrarme.

Carl asintio con la cabeza. Alla el.

– Manana empezamos a mirar en este monton -declaro, posando la mano encima-. ?Te parece bien, Assad?

Las patas de gallo en torno a los ojos de Assad se juntaron, y casi se le despega la tirita de la sien.

– ?De puta madre, Carl! -exclamo.

Entonces sono el telefono. Era Lis, con la cantinela de siempre. El jefe de Homicidios queria verlo en su despacho.

Carl abrio el cajon inferior del escritorio y saco una delgada carpeta de plastico. Esta vez le daba la sensacion de que iba a necesitarla.

– ?Como va eso, Carl?

Era la tercera vez en una semana que Marcus Jacobsen habia tenido oportunidad de oir la respuesta a aquella pregunta.

Carl se encogio de hombros.

– ?Con que caso andas ahora?

Volvio a responder alzandose de hombros.

El jefe de Homicidios se quito las gafas y las deposito sobre el monton de papel que tenia delante.

– El fiscal ha llegado a un acuerdo con Ulla Jensen y los abogados de su hijo.

– Vaya.

– Ocho anos para la madre y tres para el hijo.

Carl asintio en silencio. Era lo que se esperaba.

– Ulla Jensen terminara probablemente recluida en un psiquiatrico.

Carl volvio a asentir con la cabeza. Con toda seguridad su hijo la seguiria pronto. Aquel pobre individuo ?como iba a poder salir entero tras su estancia en la carcel?

El jefe de Homicidios inclino la cabeza.

– ?Hay algo nuevo en torno a Merete Lynggaard?

Carl meneo la cabeza.

– Siguen manteniendola en coma, pero no se espera nada. Se supone que el cerebro ha sufrido lesiones irreversibles debido a los numerosos trombos.

Marcus Jacobsen asintio con la cabeza.

– Tu y los expertos en buceo de la Marina de Guerra hicisteis lo que pudisteis, Carl.

Lanzo una revista en direccion a Carl. «Buzeo», ponia en primera plana. ?No sabian escribir, o que?

– Es una revista de buceo noruega. Mira en la cuarta pagina.

Abrio la revista y observo un rato las imagenes. Una vieja foto de Merete Lynggaard. Una imagen del deposito de presion que los buceadores empalmaron con la compuerta para que el socorrista pudiera sacar a la mujer de su carcel y meterla en la camara de descompresion movil. Debajo seguia un texto breve acerca de la funcion del socorrista y la preparacion del deposito movil, el empalme y el sistema de la camara de descompresion, que explicaba tambien como habia que subir un poco la presion de la camara para, entre otras cosas, detener la hemorragia de las munecas de la mujer. Habian ilustrado el articulo con un plano de la planta del edificio y un corte transversal del Drager Duocom con el socorrista dentro dando oxigeno y ofreciendo los primeros auxilios a Merete. Habia tambien fotografias de varios medicos del Hospital Central frente a la enorme camara de descompresion, y del sargento primero Mikael Overgaard, el especialista que ayudo a la paciente mortalmente aquejada del sindrome del buceador dentro de la camara de descompresion. Y por ultimo habia una fotografia con grano de Carl y Assad camino de las ambulancias.

«Extraordinaria colaboracion entre los expertos buceadores de la Marina de Guerra y un departamento de la policia recien creado pone fin al caso de desaparicion mas controvertido de la decada en Dinamarca», ponia en noruego con caracteres gruesos.

– Pues si -declaro el jefe de Homicidios exhibiendo su encantadora sonrisa-. Con ese motivo la Direccion de Policia de Oslo se ha puesto en contacto con nosotros. Quieren saber mas sobre como trabajas, Carl. En otono van a enviar una delegacion, asi que te ruego que los recibas bien.

Carl noto que las comisuras de sus labios descendian.

– No tengo tiempo para eso -protesto. No tenia ni putas ganas de tener a varios noruegos revolviendo en el sotano-. Recuerda que solo estamos dos hombres en el departamento. ?Como era lo de nuestro presupuesto, jefe?

Marcus Jacobsen se evadio con destreza.

– Ahora que estas en forma y de vuelta al trabajo, ya es hora de que firmes esto, Carl -dijo, poniendole delante la misma absurda instancia para los llamados «cursos de capacitacion».

Carl no la toco.

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