volveras?

Inger Johanne Vik esbozo una sonrisa, o mas bien una mueca vaga que no la comprometia a nada.

3

Emilie ya habia desaparecido otras veces. Nunca durante demasiado tiempo, aunque en una de esas ocasiones, justo despues de que muriera Grete, el tardo tres horas en encontrarla. Habia buscado por todas partes. Inquieto, habia empezado por efectuar una ronda de llamadas: a los amigos, a la hermana de Grete -que vivia a solo diez minutos y era la tia favorita de Emilie- y a los abuelos, que no habian visto a la nina desde hacia dias. Mientras marcaba numero tras numero, la preocupacion empezo a ceder el paso a la angustia y los dedos a pulsar las teclas equivocadas. Echo a correr por el barrio describiendo circulos cada vez mayores. La angustia cedio el paso al panico, y el rompio a llorar.

La encontro sentada en un arbol, escribiendole una carta a mama, una carta dibujada que queria enviar al cielo tras hacer con ella un avion de papel. El bajo a su hija con ternura de la rama y lanzo el avion por una pendiente escarpada. El avion trazo un gran arco, deslizandose de un lado a otro hasta desaparecer tras dos grandes abedules que ellos bautizaron con el nombre de Camino al Paraiso. Durante las dos semanas siguientes el no le quito el ojo de encima a la nina, pero se acabaron las vacaciones y tuvo que dejarla marchar al colegio.

Esta vez era diferente.

El nunca habia llamado a la policia antes, pues ya contaba con aquellos numeritos, con que ella desapareciera durante mas o menos rato. Pero esto era otra cosa. El panico lo embistio de pronto, como una ola. No sabia bien por que, pero cuando Emilie no volvio a la hora acostumbrada, arranco a correr hacia el colegio y no se percato siquiera de que a medio camino habia perdido la zapatilla. La cartera de Emilie y un gran ramo de farfaras estaban tirados en el sendero que unia dos calles principales, el atajo que ella en realidad nunca se atrevia a tomar sola.

Grete le habia comprado la cartera a Emilie un mes antes de morir. La nina nunca la habria abandonado alli. El padre la recogio con aprension. Quiza se estaba equivocando, podia tratarse de la cartera de otro, de un nino mas descuidado quizas; es cierto que se parecia, pero todo era posible hasta que el, conteniendo la respiracion, levanto la tapa y vio las iniciales en el interior: ES, escritas con la letra grande y angulosa de Emilie. Era su cartera, y ella nunca la habria dejado asi tirada.

4

El hombre del que trataban los papeles de Alvhild Sofienberg se llamaba Aksel Seier y habia nacido en 1935. A los quince anos habia empezado a trabajar de aprendiz de carpintero. Constaban muy pocos datos acerca de la infancia de Aksel: que se mudo de Trondheim a Oslo a los diez anos, cuando su padre, al finalizar la guerra, consiguio trabajo en el taller mecanico de Aker. Antes de cumplir la mayoria de edad, el chico ya estaba fichado por tres delitos, aunque ninguno de gran importancia.

– Al menos segun los criterios actuales -murmuro Inger Johanne Vik para si mientras pasaba las hojas crujientes y amarilleadas por el tiempo. En los sumarios de los juicios se mencionaban dos atracos de quioscos y una huida en un coche robado, que fracaso cuando el destartalado Ford se quedo sin gasolina y lo dejo tirado en la calle Moss. Cuando Aksel Seier contaba veintiun anos fue detenido por violacion y asesinato.

La nina se llamaba Hedvik y no tenia mas que ocho anos cuando murio. La encontro un empleado de aduanas metida en un saco de arpillera junto al almacen del puerto de Oslo. Estaba desnuda y mutilada. Es cierto que no habia pruebas materiales: no se hallaron rastros de sangre ni huellas dactilares ni pisadas ni marcas de otro tipo que vinculasen al autor con la victima. Pero dos testigos solidos que aquella madrugada habian salido a realizar una gestion legal lo habian visto cerca del lugar de los hechos.

Al principio el joven lo nego todo en redondo. Con el tiempo, acabo por admitir que habia estado en la zona comprendida entre Pipervika y Vippetangen la noche que mataron a Hedvik, pero aseguraba que lo unico que habia hecho era vender un poco de alcohol ilegal. Se nego a revelar el nombre del cliente.

Pocas horas despues de la detencion, la policia desenterro una vieja denuncia por exhibicionismo. Aksel tenia dieciocho anos en ese entonces y, segun el, sencillamente estaba borracho y se habia puesto a orinar en la playa de Ingier una noche de verano. Pasaron tres chicas, y el solo quiso tomarles un poco el pelo, declaro. Chorradas y tonterias de borracho. El no era asi. No se habia exhibido, solo les habia tomado el pelo a tres ninatas histericas.

La denuncia fue archivada, pero anos despues resurgio del olvido como un colerico dedo acusador, un estigma del que el creia haberse librado ya.

Cuando el nombre de Aksel aparecio en los periodicos, en grandes titulares que llevaron a su madre a quitarse la vida el dia de Nochebuena de 1956, la policia recibio tres nuevas denuncias. Una fue desestimada cuando la fiscalia descubrio que la mujer de mediana edad acostumbraba a denunciar una violacion cada medio ano. Las otras dos fueron tomadas mas en serio.

Margrete Solli, de diecinueve anos, habia salido con Aksel durante tres meses. Era una mujer de principios firmes, cosa que casaba mal con Aksel, segun comento ruborizada y con la vista baja. En varias ocasiones el habia conseguido por la fuerza lo que ella pretendia reservar para el matrimonio.

La version de Aksel era distinta. Recordaba noches maravillosas junto al lago de Sogn, las protestas risuenas de ella y las palmadas que le propinaba en las manos cuando el las colaba por debajo de su ropa. Recordaba los ardientes besos de despedida y sus tibias promesas de matrimonio para cuando le concedieran el diploma de oficial. Le hablo a la policia y al tribunal de una chica a la que, en cambio, si hubo que convencer, pero con el metodo habitual. Al fin y al cabo, asi eran las mujeres antes de que las llevaran al altar, ?no?

La tercera denuncia procedia de una mujer a la que Aksel Seier decia no haber visto nunca. La violacion presuntamente se habia perpetrado hacia muchos anos, cuando la chica tenia solo catorce. Aksel protesto con vehemencia. No conocia a aquella mujer. Se mantuvo en sus trece, durante las nueve semanas de prision preventiva y durante el largo y destructivo juicio. Nunca la habia visto, ni habia oido hablar de ella.

Pero mentia sobre tantas cosas…

Cuando el fiscal presento acusacion, Aksel finalmente facilito el nombre del cliente que podia proporcionarle una coartada. El hombre se llamaba Arne Frigaard y habia comprado veinte botellas de buen aguardiente casero por veinticinco coronas. Cuando la policia fue a comprobarlo a su casa de Frogner, se encontro con un sorprendido coronel Frigaard que puso los ojos como platos ante aquellas burdas calumnias. Mostro a los dos inspectores su armario de bebidas: todo productos de primera calidad. Lo cierto es que su mujer permanecio callada durante casi todo el rato, pero asintio con la cabeza cuando su vociferante marido asevero que la noche de los hechos se habia quedado en casa y se habia acostado pronto porque tenia migrana.

Inger Johanne se paso el dedo por el caballete de la nariz y tomo un sorbo de su te frio.

Nada parecia indicar que alguien se hubiera molestado en investigar la historia del coronel. A pesar de todo, Inger Johanne detectaba cierta ironia, o quiza mas bien una distancia sarcastica, en la seca reproduccion por parte del juez de la declaracion del inspector de policia. El propio coronel nunca comparecio ante el tribunal. Un medico certifico la migrana que padecia, ahorrandole asi a un antiguo paciente el fastidio de enfrentarse a las acusaciones de haber comprado aguardiente barato.

Unos ruidos provenientes del dormitorio la sobresaltaron. Incluso tras los ultimos cinco anos en que el estado de la nina habia mejorado mucho -solia dormir de un tiron, profunda y tranquilamente toda la noche; solo debia de estar un poco constipada-, un escalofrio seguia recorriendole la columna vertebral ante el menor atisbo de flemas o de tos. Todo quedo en silencio de nuevo.

Habia un testigo especialmente interesante. Evander Jakobsen, de diecisiete anos; cumplia condena en la carcel. Pero estaba libre cuando se cometio el asesinato de la pequena Hedvik y afirmaba que Aksel Seier le habia pagado para llevar un saco desde la ciudad vieja hasta el puerto. En su primera declaracion habia asegurado que aquella noche Seier habia recorrido con el las calles, pero no queria llevar el mismo el saco «para no llamar la atencion». Mas tarde cambio su testimonio: no habia sido Seier quien le habia pedido que cargase con el saco,

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