momento… -Se interrumpio y se giro hacia su colega-. De momento, no es ningun crimen. Para eso necesitamos una victima, y no hemos encontrado el menor rastro de algo que pueda parecersele. Como mucho, es vandalismo, pero…

De nuevo volvio a mirar por la puerta.

– Evidentemente, puede que aparezca algo. Llama a la Policia Cientifica, es mejor estar seguros.

Un escalofrio recorrio su cuerpo, provocado, no tanto por la brisa matinal como por lo que anunciaba el hallazgo. Se arropo con el abrigo y volvio a agradecer al desdentado por haberlos avisado, antes de caminar sola los trescientos metros de vuelta a la comisaria de Policia de Oslo. Cuando alcanzo la acera al otro lado de la calle, noto el calor de la luz del dia. Los gritos mananeros en urdu, panyabi y arabe la recibieron a la vuelta de la esquina. Un quiosquero estaba a punto de iniciar un nuevo y largo dia de trabajo, sin tener en cuenta ni los horarios eclesiasticos ni las regulaciones de cierre, desplegando a lo largo de la acera todos sus artilugios y estantes. Le brindo su sonrisa franca y blanca, ofreciendole una naranja y levantando las cejas a modo de pregunta. Hanne nego con la cabeza y le sonrio en agradecimiento. Un grupo de chavales, de unos catorce anos, traqueteaba por la acera con sendos carritos azules repletos del diario Aftenposten. Dos mujeres con velo y con la mirada abatida se encaminaban aprisa hacia algun que otro destino y se cruzaron con aquella policia haciendo un gran arco, pues no estaban acostumbradas a ver una mujer blanca a esas horas de la manana. Por lo demas, no habia ni un alma. Con este tiempo, hasta el barrio de Toyen mostraba un aspecto conciliador, casi se diria que tenia cierto encanto.

Sin duda, era el comienzo de un nuevo y hermoso dia.

Lunes, 10 de mayo

– ?Que diablos hacias trabajando el fin de semana? ?No te parece que ya tenemos bastante curro a diario?

El fiscal adjunto Sand hablaba desde la puerta. Sus vaqueros eran nuevos y, por una vez, llevaba chaqueta y corbata. La americana era algo grande y la corbata ligeramente ancha, aun asi tenia buen aspecto. Salvo por el dobladillo del pantalon. Hanne no pudo contenerse, se puso en cuclillas delante de el y doblo con presteza los diez centimetros sobrantes hacia dentro, para dejarlos ocultos.

– No debes ir con el dobladillo hacia fuera. -Le sonrio complacientemente y se levanto. Le aliso la manga hacia abajo con un movimiento leve y carinoso-. Asi, ahora estas estupendo. ?Tienes que acudir al juzgado?

– No -dijo el fiscal, que, a pesar del gesto lleno de confianza e intimidad, se sintio molesto, pues ella habia evidenciado su mal gusto a la hora de vestirse. «Ya podia haberse callado», penso, pero contesto otra cosa-. Luego, cuando acabe, tengo una cena de trabajo. Pero ?por que estabas aqui tu?

Una carpeta verde volo por los aires y aterrizo sobre la mesa.

– Acabo de recibir esto. Un caso extrano. No consta ningun informe acerca de personas o animales descuartizados en nuestro distrito.

– Me pedi un turno extra en la guardia -explico ella, sin tocar la carpeta-. Alli abajo llevan una larga racha de bajas por enfermedad.

El fiscal, un hombre moreno y bastante guapo que lucia unas patillas mas blancas de lo que suponian sus treinta y cinco anos, se dejo caer en el sillon de visitas, se quito las gafas y las limpio con el extremo de la corbata. No quedaron muy limpias, pero la corbata si quedo bastante mas arrugada.

– Nos han encargado el caso a los dos, bueno, si es que se puede hablar de algun caso. No hay victima, nadie ha oido ni visto nada, es curioso. Hay algunas fotos ahi -dijo, apuntando a la carpeta.

– Por mi… -Agito la mano, indicando que preferia no verlas-. Estuve en el lugar: el espectaculo no era especialmente agradable. Pero te voy a decir una cosa -prosiguio, inclinandose hacia el-: en caso de que todo fuera sangre humana, tienen que haber matado alli dentro, al menos, a tres personas. En mi opinion, esto ha sido obra de unos chiquillos que quieren tomarnos el pelo.

La teoria no sonaba inverosimil. La Policia de Oslo estaba pasando la peor de sus primaveras. En el espacio de seis semanas, la ciudad habia sufrido tres asesinatos, de los cuales al menos uno auguraba que nunca iba a poder ser esclarecido. Ademas, durante ese tiempo se dio a conocer la escalofriante cifra de dieciseis denuncias de violacion, de las que siete fueron objeto de portadas y cronicas en los medios. El hecho de que una de las atacadas fuera una diputada del Partido Democristiano (de camino a casa tras una reunion nocturna del comite la agredieron brutalmente en los jardines del Palacio Real) no contribuyo a mitigar la desesperacion que sentia la gente por la falta de progresos en las pesquisas policiales. Con la inestimable colaboracion de los rotativos, los ciudadanos habian iniciado con voz colerica una protesta dirigida a la aparente paralisis operativa en el seno de la calle Gronland, numero 44, el cuartel general de la Policia de Oslo. El largo y curvado edificio seguia en el mismo lugar de siempre, inquebrantable y gris, visiblemente indiferente a las despiadadas criticas. Sus ocupantes acudian al trabajo por la manana, encogidos de hombros y con la mirada abatida. Volvian cada dia a sus hogares demasiado tarde, con la espalda inclinada y con nada mas que apuntar en su haber laboral que nuevos y falsos indicios. La caprichosa meteorologia fastidiaba con temperaturas intensas, mas propias del verano. Los toldos curvos de esa colosal construccion colgaban en vano delante de todas las ventanas que daban al sur, confiriendole un aspecto de gigantesca mole ciega y sorda. En el interior, el ambiente se mantenia a niveles candentes. Nada ayudaba ni nada parecia mostrar el camino para salir de esa ceguera facultativa que se agudizaba en cuanto se tecleaba un nuevo caso en los inmensos sistemas informaticos. Se suponia que los habian instalado para ayudar, pero parecian arrojar toda su hostilidad, casi desden, cuando cada manana vomitaban sus listas de casos sin resolver.

– ?Vaya primavera! -dijo Hanne, suspirando de un modo ostentoso y teatral.

Desanimada, alzo las cejas y miro a su superior. Sus ojos no eran especialmente grandes, pero eran de un azul llamativo, con un circulo negro y distinto alrededor del iris, que los hacia parecer mas oscuros. El pelo era bastante corto, de color castano oscuro. Distraida, tiraba de el a intervalos irregulares, como si deseara que fuera mas largo y creyese que ayudandolo un poco creceria mas rapido. La boca era carnosa y el arco de Cupido cortaba el labio superior, formando casi un labio leporino, y creando asi un arco sensual en vez de un defecto. Encima de su ojo izquierdo lucia una cicatriz reciente de color rojo palido que corria en paralelo con la ceja.

– Nunca he visto nada parecido, aunque solo lleve once anos aqui. Kaldbakken tampoco, y lleva treinta. -Tiro de la camiseta para sacudirla-. Y este calor no mejora las cosas. La ciudad entera se pasa las noches sin dormir. Nos vendria de perlas un buen aguacero, al menos asi se quedarian en sus casas.

Permanecieron sentados un buen rato, hablando de todo y de nada. Eran buenos companeros y siempre tenian algun tema que comentar, aunque sabian muy poco el uno del otro: que ambos amaban su trabajo, que se lo tomaban en serio y que uno era mas listo que el otro, pero esto no significaba mucho en su relacion. Ella era una policia especializada, con una reputacion que siempre habia sido buena y que el ano anterior habia alcanzado el estatus de leyenda tras un caso dramatico. El habia caminado sin pena ni gloria como jurista mediocre por los pasillos de aquella casa durante mas de seis anos, nunca brillante, nunca deslumbrante. Sin embargo, con el tiempo habia logrado labrarse una reputacion de trabajador responsable y cumplidor. Ademas, tambien habia desempenado un papel crucial en el mismo caso dramatico, un hecho que contribuyo a que su carrera fuera por el camino de la firmeza y de la solidez, y no como antes, cuando deambulaba entre lo gris y lo que carecia de interes.

Tal vez se complementaban y congeniaban porque nunca competian entre si. Pero era una amistad extrana, encerrada en las paredes de la comisaria. Sand lo lamentaba y habia intentado en varias ocasiones cambiar aquella situacion. Ya habia llovido lo suyo desde que le propuso, asi como de pasada, una cena. La negativa habia sido tan inmediata y firme que tardaria mucho en volver a intentarlo.

– Bueno, dejemos de lado el trastero ensangrentado durante un rato. Tengo otras cosas a las que hincar el diente.

La policia poso su mano sobre una voluminosa pila de carpetas, colocada encima de una cajonera junto a la ventana.

– Como los demas -replico el fiscal adjunto, que se dirigio al pasillo, para recorrer los veinte metros que le separaban de su propia oficina.

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