– Sabes, lo mas increible es que alli, como dices tu, parece que una esta en el fin del mundo y en realidad se esta aqui al lado. Pero hablame de ti, de Nueva York.

Estaba contento de vivir en Manhattan. Acababa de conseguir su primer trabajo para una agencia de publicidad, que le habia encargado un story-board. Sus dibujos habian gustado y ya estaba embarcado en otro proyecto. No le reportaba mucho dinero, pero era algo concreto. Cuando ella le pregunto si estaba contento con su vida, el respondio encogiendose de hombros. El quiso saber si ella estaba satisfecha de su experiencia, si habia encontrado lo que buscaba. Ella eludio la pregunta y siguio haciendole preguntas a su vez. Queria que le diese noticias de sus padres. Pensaban vender la casa de Montclair e instalarse en la costa oeste. Philip casi no los habia visto, salvo en el dia de Accion de Gracias. Volver a dormir en su habitacion le habia producido una sensacion desagradable. Sentia que se estaba alejando de ellos y, por primera vez, los veia envejecer. Era como si la distancia hubiese roto el hilo del tiempo y la vida hubiese quedado fragmentada en una sucesion de imagenes, en la que los rostros se van transformando lentamente sobre el papel amarillento. El rompio el silencio.

– Uno no se da cuenta de como cambian las personas cuando las ve a diario. Y es asi como uno acaba por perderlas.

– Es lo que siempre te he dicho, amiguito. Es peligroso vivir en pareja -dijo ella-. ?Te parece que he engordado?

– No, al contrario, ?por que?

– Por lo que acabas de decir. ?Encuentras que he cambiado?

– Tienes cara de cansada, Susan. Eso es todo.

– ?Asi que he cambiado!

– ?Desde cuando te preocupas por tu aspecto?

– Cada vez que te veo.

Ella seguia con la mirada las laminas de almendra que se adherian al chocolate y se iban depositando en el fondo de la copa helada.

– ?Tengo ganas de comer algo caliente!

– ?Que te pasa, Susan?

– ?Esta manana debi de olvidarme de tomar las pastillas para reir!

Ella habia logrado irritarle. Susan ya lamentaba su cambio de humor, pero habia creido que su complicidad le permitia comportarse como le viniese en gana.

– ?Al menos podrias hacer un pequeno esfuerzo!

– ?De que me hablas?

– De hacerme creer que te alegras de verme.

Ella paso un dedo por la mejilla de el.

– Pero, tonto, ?claro que estoy contenta! ?No tiene nada que ver contigo!

– ?Con que entonces?

– Me resulta dificil volver a mi pais. Todo me parece realmente lejos de la vida que llevo. Aqui hay de todo, no falta nada. En cambio, alli no hay nada.

– Mal de muchos, consuelo de tontos. Si no eres capaz de relativizar las cosas, intenta al menos ser un poco mas egoista. Eso te convertira en una mejor persona.

– ?Dios mio, te estas convirtiendo en un filosofo!

Philip se levanto bruscamente y recorrio el pasillo entre las mesas hasta la puerta. Salio de la sala y regreso de inmediato, a paso rapido. Se inclino y beso a Susan en el cuello.

– ?Buenos dias, me alegro mucho de verte!

– ?Se puede saber a que estas jugando?

– Precisamente, no estoy jugando. Te espero desde hace dos anos. Me han salido callos en los dedos de tanto escribirte, puesto que era el unico medio de compartir algo, aunque fuese lo minimo, de tu vida, y descubro que nuestro encuentro comienza de una manera muy diferente a como me lo habia imaginado. Asi pues, prefiero comenzar todo desde el principio.

Ella clavo su mirada en el durante unos instantes y estallo en una carcajada.

– Sigues tan loco como de costumbre. ?Tambien yo te he echado de menos!

– Bien, ?me lo cuentas todo ahora?

– No, tu primero. Hablame de tu vida aqui, en Nueva York. Quiero saberlo todo.

– ?Que quieres de caliente?

– ?De que me hablas?

– Has dicho que querias algo caliente, ?que quieres comer?

– Eso era antes. El helado ha sido una idea muy buena.

Ambos experimentaban una extrana sensacion, sin atreverse a confesarselo. El tiempo levantaba hitos de intensidad diferente en cada una de sus vidas, a ritmos que no tenian nada en comun. Sin embargo el sentimiento que los unia permanecia intacto. Solo les faltaban las palabras. Quiza se debiera tambien a que la profundidad y la sinceridad del vinculo que existia entre ellos ya acusaba excesivas ausencias, una distancia que no solo se expresaba enkilometros.

– Entonces come deprisa y vamonos, tengo una sorpresa para ti.

Ella bajo los ojos y permanecio un momento en silencio, unos segundos, antes de levantar la cabeza para mirarlo.

– No tendre tiempo… Quiero decir que no me quedo, he aceptado renovar el contrato. Sabes, alli me necesitan. Lo siento, Philip.

El sintio que la tierra se abria bajo sus pies, y experimento el extrano vertigo que se instala e impide que uno este atento en el momento en que es mas necesario estarlo.

– No pongas esa cara, te lo ruego.

Ella coloco su mano sobre la de Philip y el aparto al instante la mirada para que no pudiese ver la tristeza y el desconcierto que acababan de aduenarse de sus ojos. Un sentimiento de soledad oprimia su corazon. Acaricio con el pulgar la mano de Susan; su piel habia perdido parte de su tersura. Le habian salido pequenas arrugas, y el no quiso mirarlas.

– Se que es dificil -dijo ella-. Resulta imposible conservar las manos como las de una chica joven. Ya me has visto las unas, y para que quiero hablar de mis piernas. ?Que querias ensenarme?

El queria mostrarle su estudio en Manhattan, pero eso no era lo importante. Lo dejarian para la proxima ocasion. La observo atentamente y su mirada cambio. Ella consulto su reloj.

– ?Y cuanto tiempo te quedas?

– Dos horas.

– ?Ah!

– No te puedes imaginar todo lo que he tenido que hacer para escaparme y poder verte. -Saco un paquete envuelto en papel de embalar y lo coloco sobre la mesa-. Es absolutamente necesario que entregues este paquete en esta direccion. Son nuestras oficinas en Nueva York. Es parte de la excusa que me he inventado para verte.

El no miro el paquete.

– Pensaba que trabajabas en una organizacion humanitaria. No sabia que estuvieses en un batallon de castigo.

– ?Pues ahora lo sabes!

– ?Cuentame!

En dos anos habia trazado su camino. Es a ella a quien habian llamado a Washington para que justificase los creditos solicitados. Tambien era ella quien debia regresar lo mas

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