anteriores.

Juan esta silencioso, enciende un cigarrillo. Ella lo coge con los dedos y se lo lleva a los labios. La incandescencia ilumina la parte inferior de su rostro. Echa una profunda bocanada.

– ?Es un billete de primera clase en Air Ganja eso que fumas?

Juan sonrie de forma maliciosa.

– Solo es una mezcla de tabaco rubio y negro. Es lo que le da ese sabor.

– Parece ambar -dice ella.

– No se que es eso.

– Una cosa que me recuerda mi ninez, el olor de mi madre. Ella olia a ambar.

– ?Anoras tu infancia?

– Solo algunas caras: mis padres, Philip…

– ?Por que no te quedaste con el?

– ?Te ha pagado para que me hagas esa pregunta?

– No le conozco y tu no me has respondido.

– Porque no me da la gana.

– Eres extrana, Dona Blanca. ?De que huyes? ?Por que has venido a perderte aqui?

– Se trata de todo lo contrario, cipote [4], es aqui donde me he encontrado. Ademas, me molestan tus preguntas. ?Crees que la tormenta durara?

Juan senalo con el dedo la luz tan particular que aparecia en el horizonte cuando el aguacero se alejaba. En poco mas de una hora, como mucho, habria dejado de llover y un olor a tierra mojada y a pinos invadiria los mas pequenos rincones de su modesta cabana. Ella abriria el unico armario para que su ropa se impregnase del aroma. Una oleada de sensualidad le recorria la piel cuando se ponia una blusa banada en aquel perfume.

Susan tiro la colilla al otro lado de la balaustrada, se levanto de golpe y sonrio abiertamente a Juan.

– ?Subete al camion, nos vamos!

– ?Adonde?

– Deja ya de hacer preguntas.

El Dodge tosio dos veces antes de arrancar. Los gruesos neumaticos patinaron en el barro antes de lograr agarrarse a algunas piedras. Las ruedas traseras tardaron en alinearse con la pista. Chorros de barro mancharon los laterales del camion. Susan continuaba acelerando mientras el viento le golpeaba el rostro. Estaba feliz y lanzo un largo grito al que se unio Juan. Subian hacia las montanas.

– ?Adonde vamos?

– A ver a la pequena. ?La echo de menos!

– La carretera esta inundada, no conseguiremos subir.

– ?Sabes lo que decia nuestro presidente? Hay quienes ven las cosas como son y se preguntan por que son asi. Yo las veo como podrian ser y me pregunto a mi misma por que no. Esta noche cenaremos con el senor Rolando Alvarez.

Si Kennedy hubiese conocido las carreteras hondurenas en invierno posiblemente habria esperado a que llegase la primavera para pronunciar su aforismo. Seis horas mas tarde, cuando estaban a medio camino de la cima, los ejes se bloquearon y fueron incapaces de encontrar las fuerzas necesarias para propulsar el camion. El embrague patinaba y el olor acre que se desprendia obligo a Susan a rendirse a la evidencia. Inmovilizados en aquella carretera de montana, no podrian recorrer los diez ultimos zigzags que los separaba del pueblo donde vivia la nina que habia ocupado un lugar tan importante en el corazon de Susan. Juan paso a la trasera y saco cuatro mantas de un saco de yute.

– Creo que tendremos que dormir aqui -dijo en tono laconico.

– A veces soy tan testaruda que me resulta dificil soportarme a mi misma.

– No te inquietes, no eres la unica que tiene un caracter dificil.

– No exagero. Aun no ha llegado el dia de mi santo. Asi que no me adules.

– ?Por que querias ver a la nina?

– ?Que hay para comer ahi atras? Tengo hambre. ?Tu no?

Juan miro en otro saco y saco una gran lata de frijoles. Le hubiese gustado preparar un casamiento, ese plato tipico hondureno, pero habria tenido que preparar un poco de arroz y llovia demasiado para encender un fuego. Susan mojo casi todo un paquete de galletas en una lata de leche condensada, y dejo que se le deshiciesen en la boca. El agua inundaba el parabrisas, asi que corto el baile de los limpiaparabrisas con el fin de ahorrar bateria. Alli afuera no habia nada que ver.

– Parece como si te interesases mas en ella que en el resto de los ninos del valle.

– No me gusta lo que dices. No tiene nada que ver con eso. No la veo todos los dias, y por eso la echo de menos.

– ?Tambien echas de menos a Philip?

– ?Me cansas con lo de Philip! ?Que te pasa?

– Nada, solo trato de comprenderte un poco.

– Pero si no hay nada que comprender. Si, echo de menos a Philip.

– ?Por que no estas con el?

– Porque he decidido estar aqui.

– ?El lugar de una senora es estar junto al hombre al que ama!

– Tu frase es estupida.

– No veo en que. Un hombre tambien debe estar cerca de la mujer a la que ama.

– No siempre es tan facil.

– ?Por que sois tan complicados los gringos?

– Porque hemos perdido el gusto por las cosas sencillas. Es lo que me gusta de vosotros. No solo basta con amar, tambien hay que ser compatible.

– ?Que significa eso?

– Que hace falta amar la vida que uno va a llevar con el otro, compartir las aspiraciones, las esperanzas; tener los mismos objetivos, identicos deseos.

– ?Como se puede saber eso por adelantado? ?Es imposible! No se puede conocer al otro de antemano. Para amar hay que tener paciencia.

– ?Me has mentido sobre tu edad?

– Entre nosotros casarse con alguien al que amamos ya es una razon para ser feliz.

– Entre nosotros amar no siempre es suficiente, aunque pueda parecer absurdo. De acuerdo, a veces somo raros, yo soy el perfecto ejemplo de ello.

Un rayo blanco desgarro el cielo y una brutal explosion interrumpio su conversacion. El huracan volvia hacia ellos. Habia duplicado su potencia, intensificando las precipitaciones que se abatian sobre las fragiles laderas del monte Cabeceras de Naco. Muy pronto la tierra, anegada de agua, fue incapaz de absorber las lluvias torrenciales que descendian por las laderas, arrastrando consigo secciones enteras de la montana. Juan ya no escuchaba a Susan y su cara acabo por traicionar una creciente inquietud.

Intento abrir la ventana, pero tuvo que renunciar a ello debido a un violento golpe de viento. Entonces comenzo a hacer pequenos movimientos con la cabeza, como si estuviera al acecho de algo.

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