– ?Donde vamos? -pregunto al subir al coche.

– ?A hacer novillos!

El Austin Healey cogio Queen's Gate, atraveso Hyde Park y se dirigio a Notting Hill. Mathias encontro sitio en la entrada del mercado de Portobello. Las aceras estaban invadidas por tenderetes. Bajaron esa calle, parandose en cada puesto. En el de un ropavejero, Mathias se probo una chaqueta con grandes rayas y un sombrero de dibujos variados; cuando se dio la vuelta para pedirle la opinion a Antoine, este se habia alejado ya, demasiado avergonzado para quedarse junto a el. Mathias devolvio la prenda al colgador y le confio a la vendedora que Antoine no tenia gusto alguno. Dos bonitas mujeres bajaban por la calle vestidas de verano. Sus miradas se cruzaron; ellas les sonrieron al pasar por su lado.

– Lo he olvidado -dijo Antoine.

– Si te refieres a tu billetero, no te preocupes, yo te invito -dijo Mathias a la vez que cogia la cuenta.

– Hace seis anos que me limito a ser padre, y me doy cuenta de que ya ni siquiera se como abordar a una mujer. Un dia, mi hijo me pedira que le ensene a ligar, y yo no sabre que decir. Te necesito, tendras que volver a ensenarmelo todo desde el principio.

Mathias se bebio su zumo de tomate de un trago y volvio a dejar el vaso sobre la mesa.

– Tendras que aclararte respecto a lo que quieres, ?si te niegas a que una mujer entre en nuestra casa!

– Eso no tiene nada que ver, ?estaba hablando de seduccion! ?Va, dejalo estar!

– ?Te digo la verdad? Yo tambien lo he olvidado, amigo mio.

– En el fondo, ?creo que nunca lo he sabido! -suspiro Antoine.

– Con Karine supiste que hacer, ?no?

– Karine me hizo padre y despues se fue a ocuparse de los hijos de otros. Hay mejores experiencias sentimentales, ?no es cierto? Venga, vamos a trabajar.

Dejaron la terraza y volvieron a subir por la calle, caminando uno junto al otro.

– Espero que no te moleste que vuelva a probarme la chaqueta, y esta vez, ?dame tu opinion de verdad!

– Si me juras que la llevaras delante de nuestros hijos, yo mismo te la regalo.

De vuelta a South Kensington, Antoine aparco el Austin Healey frente a su despacho. Apago el motor y espero unos instantes antes de salir del coche.

– Me siento fatal por lo de ayer noche, tal vez llegue un poco demasiado lejos.

– No, no, tranquilizate, comprendo tu reaccion -dijo Mathias con un tono forzado.

– ?No estas siendo sincero!

– ?Pues no, no lo estoy siendo!

– Eso es lo que yo pensaba, ?todavia me guardas rencor!

– ?Esta bien, escucha Antoine, si tienes algo que decir sobre el tema, dilo ya, de verdad que tengo trabajo!

– Yo tambien -repuso Antoine mientras salia del coche.

Y al entrar en sus oficinas, oyo la voz de Mathias a su espalda.

– Gracias por haberte pasado, lo aprecio de veras.

– No me gusta cuando nos enfadamos, ya lo sabes -respondio Antoine al tiempo que se daba la vuelta.

– A mi tampoco.

– No hablemos mas entonces, ya esta olvidado.

– Si, esta olvidado -contesto Mathias.

– ?Vuelves tarde esta noche?

– ?Por que?

– Le prometi a McKenzie que iriamos a cenar juntos al local de Yvonne para agradecerle que viniera a ayudarnos con la casa, asi que seria genial si pudieras hacerte cargo de los ninos.

De vuelta a la libreria, Mathias descolgo el telefono y llamo a Sophie.

El telefono sonaba. Sophie se excuso ante su cliente.

– Claro que puedo -dijo Sophie.

– ?No te molesta? -insistio Mathias al otro lado del hilo telefonico.

– No te voy a ocultar que me disgusta la idea de mentir a Antoine.

– No te pido que mientas, solo que no le digas nada.

La frontera entre la mentira y la omision era minima; pero, de todos modos, acepto hacerle a Mathias el favor que le pedia. Cerraria la tienda un poco antes y se reuniria con el hacia las siete, tal y como habia prometido. Mathias colgo.

Capitulo 7

Yvonne aprovechaba la calma de las primeras horas de la tarde para arreglar un poco su bodega. Miro la caja que habia frente a ella. El chateau la Begorce era su vino preferido, y guardaba con celo las botellas mas raras que poseia para las grandes ocasiones, pero no habia habido ninguna desde hacia muchos anos. Paso la mano sobre la fina capa de polvo que recubria la madera, rememorando con emocion la tarde de mayo en la que el Manchester United se hizo con la copa de Inglaterra. Un dolor en la parte inferior del seno la sacudio sin avisar. Yvonne se contrajo intentando conseguir algo de aire, que de repente le faltaba. Se apoyo en la escalera que subia a la sala y busco sus medicamentos en el bolsillo del delantal. A sus dedos rechonchos les costaba agarrar el frasco. Con dificultad, consiguio quitar la tapa, se puso tres comprimidos en la palma de la mano y se los echo a la boca, inclinando la cabeza hacia atras para tragar mejor.

Extenuada por el dolor, se sento en el suelo y espero a que la quimica hiciera su efecto. Se dijo a si misma que si Dios no queria nada de ella ese dia, su corazon se apaciguaria en unos minutos y todo iria bien; todavia le quedaban cosas por hacer. Se prometio aceptar la siguiente invitacion de John a Kent, en el caso de que se la volviera a hacer, pues ya eran muchas las veces que la habia rechazado. A pesar de su pudor, de su rechazo, anoraba a aquel hombre con locura. ?Era necesario que las personas se alejaran para que uno se diera cuenta del lugar que estas ocupaban en su vida? Cada mediodia, John se instalaba en la sala. Se habria dado cuenta de que su plato era diferente del de los demas clientes?

Seguro que habia reparado en ello; John era un hombre discreto, tan pudoroso como ella, pero era intuitivo. Yvonne se alegraba de que Mathias se hubiera hecho cargo de su libreria. Cuando le anuncio que se retiraba, fue ella la que le menciono la posibilidad de buscar un sucesor para que el trabajo de toda una vida no desapareciera. Y ademas, habia visto en ello una ocasion perfecta para que Mathias se reencontrara con los suyos; entonces le sugirio la idea a Antoine para que fuera calando en el, de manera que se la apropiara hasta creer que habia sido suya. Cuando Valentine le confeso sus deseos de volver a Paris, ella se dio cuenta inmediatamente de las consecuencias que tendria para Emily. Detestaba meterse en asuntos ajenos, pero en esa ocasion habia obrado bien al intervenir un poquito en el destino de aquellos que amaba. Todo aquello, no obstante, no era obice para que sin John todo fuera diferente. Un dia, con toda seguridad, se lo explicaria.

Levanto la cabeza. La bombilla que colgaba del techo se puso a girar, llevandose con ella todos los objetos de la habitacion, como en un ballet. Las paredes parecian ondularse, y se sintio aplastada por una fuerza terrible que la empujaba hacia atras. No conseguia alcanzar la escalera, respiro profundamente y cerro los ojos antes de que su cuerpo cayera de lado. Su cabeza se poso lentamente sobre el suelo. Oyo los latidos de su corazon resonar en sus timpanos, y despues, nada.

Llevaba una faldita de flores y una blusa de algodon. Era el dia de su septimo cumpleanos, y su padre la llevaba de la mano. Para contentarla, le habia comprado dos entradas en la taquilla de la gran noria de madera, y cuando la barra de seguridad se bajo, se sintio mas feliz que nunca. Al llegar a lo mas alto, su padre habia senalado con el dedo el horizonte. Sus manos eran magnificas. Acariciando de un solo gesto los tejados de la ciudad, le habia dicho unas palabras magicas: «A partir de ahora, la vida te pertenece; nada te resultara imposible, si lo deseas verdaderamente». Ella era su orgullo, su razon de vivir, la cosa mas bella que habia hecho en su vida. Y le hizo prometer que no le diria todo eso a su madre, porque podia ponerse un poco celosa. Se habia reido porque sabia que su padre queria a su mama tanto como a ella. En la primavera siguiente, una

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