– ?No veo por que! -dijo Mathias humillado.

– Estaria bien que, en alguna parte de este edificio, «tu casa» signifique «tu casa», y no «vivo en casa de un amigo».

Sophie se puso el abrigo y salio a la calle. Noto enseguida el frio de la noche, se estremecio y se puso en marcha. El viento soplaba en Oid Brompton Road. Un zorro (hay muchos en la ciudad) la acompano durante algunos metros, protegido por las verjas del parque de Onslow Gardens. En Bute Street, Sophie vio el Austin Healey de Antoine aparcado frente a sus oficinas. Lo rozo con su mano, levanto la cabeza y miro durante unos instantes las ventanas iluminadas. Se ajusto el fular y continuo su camino.

Al entrar en el estudio en el que vivia unas cuantas calles mas alla, no encendio la luz. Sus vaqueros se deslizaron por sus piernas, los dejo enrollados en el suelo, lanzo su jersey a lo lejos y se metio enseguida bajo las sabanas; las hojas del platanero que veia por la pequena ventana que estaba sobre su cama habian adquirido un color plateado bajo la luz de la luna. Se volvio de lado, apretando su almohada contra ella, y espero a que le llegara el sueno.

Mathias subio los escalones y apreto la oreja contra la puerta de la habitacion de Louis.

– ?Estas dormido? -susurro el.

– ?Si! -respondio el pequeno.

Mathias giro el pomo de la puerta, y un rayo de luz llego hasta la cama. Entro de puntillas y se sento junto a el.

– ?Quieres que hablemos? -pregunto el.

Louis no respondio. Mathias intento levantar una esquina del cubrecama, pero el nino, que se escondia debajo, la cogia con fuerza.

– No siempre eres divertido, ?sabes? A veces eres un poco tonto.

– Tendrias que explicarme un poco mas, amigo mio -repuso Mathias con voz suave.

– Me han castigado por tu culpa.

– ?Que he hecho?

– ?Tu que crees?

– ?Es por la nota a la senora Morel?

– ?Has escrito a muchas maestras?. ?Puedes decirme por que le has dicho a la mia que su boca te vuelve loco?

– ?Te la ha leido? ?Eso es muy feo!

– Ella es la fea.

– ?Ah no, no digas eso! -dijo Mathias.

– ?Ah, vale! ?Me estas diciendo que Severine la pinguina no es fea?

– Pero ?quien es esa Severine? -pregunto inquieto Mathias.

– ?Estas amnesico o que? -dijo Louis furioso y asomando la cabeza por debajo de las sabanas-. ?Es mi maestra! -grito.

– No, se llama Audrey -replico Mathias convencido.

– ?Como minimo, aceptaras que sepa mejor que tu como se llama mi maestra!

Mathias se quedo muerto, y Louis se pregunto quien era esa famosa Audrey.

Su padrino le describio entonces con todo lujo de detalles a la joven mujer con un tono de voz atractivamente cascado. Louis lo miro perplejo.

– Estas desvariando, porque me has descrito a la periodista que esta haciendo un reportaje sobre la escuela.

Como Louis ya no dijo nada mas, Mathias anadio:

– ?Vaya mierda!

– ?Si, y debo senalarte que tu nos ha metido en ella! -anadio Louis.

Mathias acepto copiar el mismo cien veces la frase «No enviare cartas groseras a mi maestra», y falsificar la firma de Antoine en la parte de abajo de la hoja de castigo, a cambio de que Louis guardara en secreto aquel incidente. Despues de pensarselo, el nino llego a la conclusion de que el trato no era demasiado ventajoso, pero si su padrino anadia los dos ultimos libros de Calvin y Hobbes, estaria eventualmente dispuesto a reconsiderar su oferta. Llegaron a un acuerdo a las once y treinta y cinco, y Mathias salio de la habitacion.

Tuvo el tiempo justo de meterse en la cama. Antoine acababa de llegar y subia por la escalera. Al ver la luz que se colaba por debajo de la puerta, llamo y entro enseguida,

– Gracias por la comida -dijo Antoine visiblemente emocionado.

– De nada -respondio Mathias a la vez que dejaba escapar un bostezo.

– No era necesario que te molestaras, te habia dicho que iba a cenar con McKenzie.

– Lo olvide.

– ?Todo bien? -pregunto Antoine, escrutando a su amigo.

– ?Formidable!

– Te noto algo raro.

– Solo estoy cansado. Luchaba contra el sueno para esperarte.

Antoine le pregunto si todo habia ido bien con los ninos. Mathias le dijo que Sophie habia ido a verlo y que habian pasado la velada juntos.

– ?Ah, si? -pregunto Antoine.

– ?No te molestara?

– No, ?por que iba a molestarme?

– No se, te noto raro.

– Entonces, ?todo ha ido bien? -insistio Antoine.

Mathias le sugirio que hablara en voz mas baja, porque los ninos estaban durmiendo. Antoine le dio las buenas noches y se fue. Treinta segundos mas tarde, volvio a abrir la puerta y le aconsejo a su amigo que se quitara el impermeable antes de dormir, porque esa noche ya no iba a llover mas. Ante el asombro de Mathias, anadio que las solapas le sobresalian de las sabanas y volvio a cerrar la puerta sin hacer ningun otro comentario.

Capitulo 8

Antoine entro en el restaurante con un gran carton con dibujos bajo el brazo. McKenzie lo seguia, llevando un caballete de madera que coloco en medio de la sala.

Invitaron a Yvonne a sentarse en una mesa para conocer el proyecto de renovacion de la sala y del bar. El jefe de agencia instalo los planos sobre el caballete, y Antoine empezo a explicarlos.

Feliz por haber al fin hallado el medio de captar la atencion de Yvonne, McKenzie iba pasando las hojas, y en cuanto se le presentaba la oportunidad, corria a sentarse a su lado para mostrarle unas veces los catalogos de luces, y otras los abanicos de gamas de colores.

Yvonne estaba maravillada y, aunque Antoine evitaba hablar del coste, ya adivinaba que la empresa estaba fuera de sus posibilidades. Cuando acabo la presentacion, les agradecio las molestias que se habian tomado y le pidio al inefable McKenzie que la dejara sola con Antoine. Necesitaba hablar con el cara a cara. McKenzie, que a menudo perdia el sentido de la realidad, llego a la conclusion de que Yvonne, trastornada por su creatividad, queria comentar con su jefe la turbacion que se habia aduenado de ella.

Sabiendo que compartia con Antoine una complicidad indefectible y desprovista de toda ambiguedad, recogio el caballete, la cartulina con dibujos y se fue, no sin golpear una primera vez la esquina de la barra, y una segunda, el marco de la puerta. La calma volvio a la sala. Yvonne poso sus manos sobre las de Antoine. McKenzie espiaba la escena desde detras de los cristales, levantado sobre la punta de los dedos, y tuvo que agacharse bruscamente cuando reparo en la emocion que traslucia la mirada de Yvonne. Todo iba por buen camino.

– Es maravilloso lo que habeis hecho, ni siquiera se que decir.

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