a los ascensores.

Paris, el mismo dia

Las puertas de vidrio de una gran libreria parisina se abrieron al paso de un cliente visiblemente con prisas. Llevaba un sombrero que le cubria la cabeza, un fular anudado alrededor del cuello y se dirigia hacia el estante de los libros escolares. Encaramada a una escalera, una dependienta leia en voz alta los titulos y cantidades de las obras colocadas en las estanterias, mientras que Mathias anotaba las referencias en un cuaderno. Sin ningun preambulo, el cliente le pregunto con un tono poco agradable donde estaban las obras completas de Victor Hugo de la Pleiade.

– ?Que volumen? -pregunto Mathias tras levantar la vista de su cuaderno.

– El primero -respondio el hombre con un tono de voz todavia mas seco.

La joven dependienta se contorsiono, atrapo el libro con la punta de sus dedos y se inclino para darselo a Mathias. El hombre del sombrero lo agarro rapidamente y se dirigio hacia la caja. La dependienta intercambio una mirada con Mathias. Con las mandibulas apretadas, dejo el cuaderno sobre el mostrador y corrio tras el cliente.

– ?Buenos dias, por favor, gracias, hasta la vista!

Estupefacto, el cliente intento rodearlo; Mathias le arranco el libro de las manos antes de volver a su trabajo y repetir a voz en grito: «?Buenos dias, por favor, gracias, hasta la vista!». Algunos clientes presenciaron azorados la escena. El hombre del sombrero abandono furioso la tienda; la cajera se encogio de hombros; a la dependienta, que seguia en la escalera, le costo mantener su compostura, y el propietario de la libreria le pidio a Mathias que pasara a verlo antes del final del dia.

Londres

Antoine, que subia por Bute Street a pie, se dispuso a cruzar por el paso de peatones; un black cab aminoro la marcha y se paro. Antoine le dirigio una senal de agradecimiento al conductor y avanzo hacia la plaza de enfrente del Liceo frances. Tras sonar la campana, el patio de la escuela primaria se vio invadido por una multitud de ninos. Emily y Louis, con la cartera en la espalda, caminaban juntos. El nino salto a los brazos de su padre. Emily sonrio y se alejo hacia la verja.

– ?Valentine no ha venido a buscarte? -pregunto Antoine a Emily.

– Mama ha llamado a la maestra: llega tarde y quiere que vaya a esperarla al restaurante de Yvonne.

– Entonces, ven con nosotros. Yo te llevo, vamos los tres a comer algo alli.

Paris

Una lluvia fina mojaba las aceras relucientes. Mathias se ajusto el cuello de su gabardina y se dispuso a cruzar el paso de peatones. Un taxi le pito y lo rozo. El conductor saco una mano por la ventanilla con el dedo corazon levantado de una manera inconfundible. Mathias cruzo la calle y entro en el supermercado. Las luces vivas de los tubos de neon reemplazaron el tono grisaceo del cielo de Paris. Mathias busco un tarro de cafe, dudo ante diferentes platos congelados y escogio un paquete de jamon envasado al vacio. Con su pequeno cesto lleno, se dirigio a la caja.

El comerciante le dio el cambio, pero no le deseo las buenas lardes.

Cuando llego frente a la tintoreria, la cortina de hierro estaba ya bajada, asi que Mathias volvio a su casa.

Londres

Instalados en la sala desierta del restaurante, Louis y Emily dibujaban en sus cuadernos a la vez que daban buena cuenta de una crema de caramelo cuyo secreto solo conocia la duena, Yvonne. Esta venia de la bodega; Antoine la seguia con una caja de vino, dos tarros de legumbres y tres botes de crema.

– ?Como consigues levantar estas cosas tan grandes? -pregunto Antoine.

– ?Lo hago sin mas! -respondio Yvonne, a la vez que le indicaba que lo dejara todo sobre el mostrador.

– Deberias coger a alguien para que te ayudara.

– ?Y como iba a pagar a ese alguien? Ya me cuesta arreglarmelas estando yo sola.

– El domingo vendre a echarte una mano con Louis; arreglaremos tu reservado; aquello esta hecho una verdadera leonera.

– Deja en paz mi reservado y mejor lleva a tu hijo a montar en pony por Hyde Park, o llevalo a visitar la Torre de Londres, hace meses que suena con ello.

– Mas bien esta deseando visitar el Museo de los Horrores, que no es lo mismo. Y es demasiado joven para eso.

– O tu demasiado mayor -replico Yvonne mientras colocaba sus botellas de Burdeos.

Antoine saco la cabeza por la puerta de la cocina y miro con ganas los dos grandes platos colocados sobre la encimera. Yvonne le dio unos golpecitos en el hombro.

– ?Os pongo dos cubiertos para esta noche? -pregunto ella.

– ?Tres tal vez? -respondio Antoine mirando a Emily, que trabajaba en su cuaderno al fondo de la sala.

Sin embargo, apenas hubo pronunciado esa frase, la madre de Emily entro, sin aliento, en el bistro. Se dirigio hacia su hija, y le dio un beso a la vez que se disculpaba por su retraso, causado por una reunion en el consulado que la habia retenido. Le pregunto si habia terminado sus deberes; la nina le respondio que si orgullosa. Antoine e Yvonne la miraban desde el mostrador.

– Gracias -dijo Valentine.

– De nada -respondieron al unisono Yvonne y Antoine.

Emily guardo su cartera y cogio a su madre de la mano. Antes de salir por la puerta, la nina y su madre se volvieron y ambas se despidieron.

Paris

Mathias dejo el marco sobre la encimera de su cocina. Despues, rozo el vidrio con la punta de sus dedos, como si acariciara los cabellos de su hija. En la foto, Emily cogia con una mano a su madre, y con la otra le decia adios. Se habia sacado en el jardin de Luxemburgo tres anos antes. Era la vispera del dia en que Valentine, su mujer, lo habia abandonado para instalarse en Londres con su hija.

De pie, tras la mesa de comer, Mathias acerco la mano a la plancha de hierro para asegurarse de que estaba a la temperatura adecuada. En medio de las camisas que alisaba a un ritmo de dos cada cuarto de hora, introdujo un paquete envuelto con papel de aluminio que plancho incluso con mayor atencion. Dejo la plancha en su sitio, la desenchufo y desenvolvio el papel dejando al descubierto una croque-monsieur [1] humeante. La deslizo sobre un plato y se llevo su cena al sofa del salon y, al pasar, agarro el periodico que estaba sobre la mesa baja.

Londres

Aunque al inicio de aquella tarde el bar del restaurante estaba animado, la sala no estaba ni mucho menos llena. Sophie, la joven florista, que tenia una tienda al lado del restaurante, entro llevando en sus brazos un enorme ramo. Radiante con una blusa blanca, coloco las flores de lis en un jarron que habia sobre la encimera. La patrona le senalo discretamente a Antoine y Louis. Sophie se dirigio hacia su mesa. Beso a Louis y declino la invitacion de Antoine para que se uniera a ellos; tenia todavia cosas que hacer en la tienda y, al dia siguiente, debia irse muy pronto al mercado de flores de Columbia Road. Yvonne llamo a Louis para que fuera a escoger un helado del congelador. El muchacho ya no penso en nada mas.

Antoine cogio la carta que llevaba en su abrigo y se la dio discretamente a Sophie. Ella la desdoblo y empezo a leer visiblemente satisfecha. Sin dejar de leer, cogio una silla y se sento. Le dio la primera pagina a Antoine.

– ?Puedes empezar con: «Amor mio»?

– ?Quieres que le llame «amor mio»? -respondio Antoine dubitativo.

– Si, ?por que?

– ?Por nada!

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