pasaba algo por alto era mas intensa que nunca, pero aquel hecho esquivo no lograba centrarse.

Volvi a examinar las declaraciones de Poirier: «Roy cuida del edificio y los jardines, enciende la calefaccion, retira la nieve con palas.»

?Retira la nieve con palas a los ochenta anos? ?Por que no? George Burns podia hacerlo. Imagenes del pasado desfilaron por mi mente. Pense en la aparicion que habia tenido a solas en el coche: los huesos de Grace Damas detras de mi en el bosque empapado por la lluvia.

Pense en el otro sueno de aquella noche: las ratas, Pete, la cabeza de Isabelle Gagnon, su tumba, el sacerdote. ?Que habia dicho? Solo aquellos que trabajaban para la iglesia podian cruzar sus verjas.

?Seria realmente asi? ?Era asi como el habia entrado en los jardines del monasterio y en el Gran Seminario? ?Seria nuestro asesino alguien que trabajaba para la iglesia?

?Roy!

«Muy acertado, Brennan: un asesino en serie octogenario.»

?Deberia esperar noticias de Ryan? ?Donde diablos se encontraria? Busque la guia telefonica con manos temblorosas. Si lograba encontrar el numero del conserje, lo llamaria.

Aparecia un tal E. Roy inscrito en St. Lambert.

– Oui -contesto una voz. Debia andarme con cuidado. Ser precavida.

– ?Monsieur Emile Roy?

– Oui. Oui.

Le explique quien era y por que lo llamaba. Le pedi que me informara acerca de sus obligaciones en el monasterio. Permanecio largo rato en silencio. Lo oi resoplar, expeler el aliento como a traves de un fuelle.

– No deseo perder mi trabajo. Cuido perfectamente de mis obligaciones -dijo por fin.

– Si. ?Se encarga usted solo de todo ello?

Adverti que contenia el aliento como si se le hubiera atascado un guijarro en la garganta.

– De vez en cuando preciso cierta ayuda. A ellos no les cuesta nada. Lo pago yo mismo, de mis honorarios.

Casi lloriqueaba.

– ?Quien lo ayuda, monsieur Roy?

– Mi sobrino. Es un buen muchacho. Se ocupa principalmente de la nieve. Pensaba decirselo al padre, pero…

– ?Como se llama su sobrino?

– Leo. ?No se hallara en dificultades, ?verdad? Es un buen muchacho.

Senti humedecerse la palma que sostenia el telefono.

– ?Leo que?

– Fortier. Leo Fortier. Es nieto de mi hermana.

La voz sonaba mas debil. Yo sudaba copiosamente. Exprese los formulismos necesarios y colgue, mentalmente agitada, con el corazon acelerado.

«Tranquilizate, puede ser una coincidencia. Ser conserje y ayudante de carnicero a tiempo parcial no convierte a uno en asesino. Piensa.»

Observe el reloj y me dirigi al telefono. ?Vamos! ?Ojala la encontrase!

La mujer descolgo el aparato al cuarto timbrazo.

– Aqui Lucie Dumont.

?La habia encontrado!

– ?No puedo creer que siga ahi, Lucie!

– He tenido dificultades con el archivo de un programa. Iba a marcharme.

– Necesito algo urgentemente, Lucie. Es de suma importancia. Usted es la unica que puede facilitarmelo.

– ?De que se trata?

– Quiero que compruebe unos datos acerca de una persona. Haga todo lo posible por conseguir cuanto afecte a ese tipo. ?Lo hara?

– Es tarde e iba a…

– Es critico, Lucie. Mi hija acaso se halle en peligro. ?Lo necesito realmente!

No intente disimular mi desesperacion.

– Puedo conectarme con los archivos de la SQ y comprobar si aparece alli. Estoy autorizada para ello. ?Que desea saber?

– Todo.

– ?Que puede darme?

– Solo un nombre.

– ?Algo mas?

– No.

– ?De quien se trata?

– Leo Fortier.

– La llamare en seguida. ?Donde esta?

Le di mi numero telefonico y colgue.

Pasee de un lado a otro de mi apartamento, enloquecida de temor por Katy. ?Se trataria de Fortier? ?Habria centrado en mi su ira psicopata por haberlo frustrado? ?Habria matado a mi amiga para vengarse? ?Planeaba hacer lo mismo conmigo? ?Con mi hija? ?Como se habia enterado de su existencia? ?Habria robado a Gabby la foto en que apareciamos Katy y yo?

Un frio y paralizante terror se infiltro en mi alma y me inspiro los peores pensamientos de mi vida. Imagine los ultimos momentos de Gabby, imagine lo que debia de haber sentido. El sonido del telefono interrumpio el curso de mis pensamientos.

– ?Digame!

– Soy Lucie Dumont.

– Si.

El corazon me latia con tanta fuerza que pense que lo oiria.

– ?Sabe que edad tiene el tal Leo Fortier?

– Hum… treinta, cuarenta.

– Me he encontrado con dos, uno nacido el 9 de febrero de 1962, de modo que tendra unos treinta y dos anos; el otro nacio el 21 de abril del 16 por lo que tendra unos… sesenta y ocho.

– Es el de treinta y dos -respondi.

– Asi lo habia pensado, por lo que he examinado su historial. Es un elemento de cuidado. Muy joven ya comparecio ante los tribunales. No por delitos graves, sino por una serie de infracciones menores y problemas psiquiatricos.

– ?Que clase de problemas?

– Fue acusado de voyeurismo a los trece anos.

Se distinguian sus dedos en el teclado.

– Vandalismo, novillos. Se produjo un incidente cuando tenia quince anos. Rapto a una muchacha y la retuvo durante dieciocho horas. No hubo cargos. ?Quiere saberlo todo?

– ?Aparecen casos mas recientes?

De nuevo el tecleo. La imaginaba inclinada en el monitor, con las gafas de color rosado reflejadas en la verde pantalla.

– La anotacion mas reciente corresponde a 1988. Fue arrestado por agresion, al parecer a un pariente, pues la victima tiene el mismo apellido. No fue a prision. Paso seis meses en Pinel.

– ?Cuando salio?

– ?Desea la fecha exacta?

– ?Puede conseguirla?

– Al parecer el 12 de noviembre de 1988.

Constance Pitre habia fallecido en diciembre de 1988. Hacia mucho calor en la habitacion, y tenia el cuerpo impregnado en sudor.

– ?Figura en el expediente el nombre del psiquiatra que lo atendio en Pinel?

– Aparece una referencia a un tal doctor M. C. LaPerriere. No dice de quien se trata.

Вы читаете Testigos del silencio
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×