vacio correspondia a la zona verde no senalada en el mapa donde Saint Jacques habia situado su tercera equis. Yo habia confiado en encontrar alli un cementerio o un parqueenlo.

?Maldicion!

Apoye las manos en el volante y fije los ojos en la oscuridad.

?Que hacer?

En realidad no se me habia ocurrido tal contingencia.

Un relampago ilumino la escena y por un momento la calle se ilumino vivamente. Algo volo de entre las sombras y choco contra el parabrisas. Me sobresalte y proferi un chillido. La criatura persistio alli un momento, aleteo contra el cristal como un tatuaje espasmodico y luego regreso volando a las sombras cual erratico jinete entre el creciente viento.

«Tranquila, Brennan, respira a fondo.» Mi nivel de ansiedad se remontaba a la ionosfera.

Cogi la mochila, me puse la camisa vaquera y, con los guantes en el bolsillo posterior y la linterna en el cinturon, me apee tras dejar el bloc de notas y el boligrafo.

Comprendia que no tendria que tomar notas.

La noche olia a lluvia sobre cemento calido. El viento empujaba las basuras por la calle, formaba remolinos con las hojas y los papeles en forma de pequenos ciclones y luego los dejaba caer en montones para agitarlos de nuevo. El viento se aferro tambien a mis cabellos y mis ropas, agitando los extremos de la camisa como ropas colgadas en un tendedero. Me meti la prenda en los pantalones y cogi la linterna con mano temblorosa.

Proyecte el rayo delante de mi, cruce la calle y, al llegar a la esquina, me encontre en un estrecho tramo de hierba. No me habia equivocado. Una verja de hierro oxidado de unos dos metros de alto discurria por el borde de la finca y en su extremo mas alejado arboles y matorrales formaban una densa marana, una especie de selva que se interrumpia bruscamente, como controlada por la ferrea barrera. Proyecte la luz hacia adelante tratando de escrutar entre los arboles, pero no logre distinguir hasta que extremo se extendian ni lo que habia tras ellos.

Mientras seguia la linea de la verja, las ramas salientes se inclinaban y levantaban a impulsos del viento y sus sombras bailaban en el pequeno y amarillo circulo de mi linterna. Las gotas de lluvia azotaban las hojas sobre mi cabeza y algunas se filtraban y me salpicaban en el rostro. El aguacero no se haria esperar. El descenso de la temperatura o el entorno hostil me hacian estremecer. Probablemente ambos. Me maldije por haber cogido el insecticida en lugar de una chaqueta.

Habia avanzado tres cuartas partes de camino por la manzana cuando me encontre ante un brusco desnivel del terreno. A la luz de la linterna comprobe que se trataba de una especie de camino de entrada de servicio que conducia hacia un claro entre los arboles. En la verja, sendas puertas estaban sujetas por una cadena y un candado a juego. Aquel acceso no parecia haber sido usado recientemente. Las malas hierbas crecian entre la gravilla que cubria el camino y el limite de la basura que discurria a lo largo de la verja no estaba interrumpido en la entrada. Proyecte la luz hacia el acceso, pero apenas penetro entre la oscuridad: era como usar una cerilla para iluminar el firmamento.

Tarde una eternidad en avanzar otros cincuenta metros para llegar al final de la manzana. Al llegar a la esquina mire en torno. La calle que habia seguido concluia en sendos desvios a derecha e izquierda. Aguce la vista entre las sombras hasta el extremo mas alejado del cruce, asimismo oscuro y solitario.

Distingui una extension asfaltada que discurria a lo largo de la manzana, rodeada por una cadena a modo de verja, y supuse que en otros tiempos debia de haber sido la zona de aparcamiento de alguna fabrica o almacen. El deteriorado complejo se hallaba iluminado por una sola bombilla que pendia de un improvisado arco en un poste telefonico. La bombilla estaba protegida por una pantalla metalica y difundia su iluminacion unos seis metros. Por la desierta calzada se extendian los escombros y de vez en cuando se distinguia la silueta de una pequena chabola o cobertizo de almacenaje.

Me detuve unos momentos a escuchar. Percibi el bramido del viento, las gotas de lluvia, un trueno distante y los latidos de mi corazon. La luz que cruzaba el camino aclaraba lo suficiente la oscuridad para permitirme distinguir mis temblorosas manos.

«?Basta! -me dije a mi misma-. Sin esfuerzo nada se consigue.»

– Hum… ?Bien dicho! -exclame en voz alta.

Mi voz sonaba rara, sofocada, como si la noche absorbiera mis palabras antes de que llegasen a mis oidos.

Regrese a la verja. En el extremo de la manzana, describia un brusco giro a la izquierda, en sentido paralelo a la calle que acababa de alcanzar. Segui su curso. A unos tres metros de distancia los postes metalicos concluian en un muro de piedra. Retrocedi y enfoque la luz hacia alli. La pared era grisacea, de unos dos metros y medio de altura, y estaba coronada por un resalte de piedras que sobresalian quince centimetros lateralmente desde la fachada. Entre la oscuridad tan solo distingui que discurria a lo largo de la calle con un acceso hacia la mitad de la manzana que parecia constituir el frente de la propiedad.

Segui a lo largo de la pared y adverti la presencia de papeles empapados, cristales rotos y contenedores de aluminio que se habian amontonado en su base. Sortee una variedad de objetos que no me preocupe en identificar.

A los cincuenta metros la pared daba paso de nuevo a una reja metalica oxidada con una nueva verja, asegurada como la que se encontraba en el acceso lateral. Aproxime la linterna para inspeccionar la cadena y el candado y observe que los eslabones metalicos brillaban: aquella cadena parecia nueva.

Me guarde la linterna en el cinturon y tire con fuerza de ella, pero resistio. Insisti con identico resultado. Retrocedi, recupere la luz y pasee lentamente el foco arriba y abajo de las barras.

En aquel momento algo se aferro a mi pierna. Al sentirlo asido al tobillo deje caer la linterna. Mentalmente crei ver unos ojos enrojecidos y dientes amarillos; tantee con la mano y me encontre con una bolsa de plastico.

– ?Mierda! -exclame.

Mientras la desenredaba de mi pierna adverti que tenia la boca seca y las manos mas temblorosas que antes. «?He sido asaltada y maltratada por una bolsa de plastico!», me dije con sorna.

Solte la bolsa, que se alejo azotada por el viento, y la oi crujir mientras buscaba mi linterna a tientas en el suelo. Pero cuando la encontre se nego a funcionar. Al principio, nada; la golpee contra la palma de mi mano, y la bombilla destello pero luego se apago. Nuevo golpecito y el foco persistio, aunque tembloroso e inseguro. Abrigue pocas esperanzas en un prolongado uso.

Vacile un instante entre la oscuridad mientras consideraba que hacer seguidamente. ?Deseaba con sinceridad seguir adelante? En nombre de Dios, ?que me proponia conseguir? El mejor plan consistia en regresar a casa, darme un bano caliente y acostarme.

Cerre los ojos y trate de concentrarme en el sonido, esforzandome por filtrar cualquier rastro de presencia humana entre el estrepito de los elementos. Mas tarde, en las multiples ocasiones en que representaria aquella escena en mi mente, me preguntaria si no se me habria escapado algo. El crujido de neumaticos en la grava. El chirrido de una bisagra. El zumbido del motor de un coche. Tal vez yo estuviera algo desconcertada, tal vez contribuyera a ello la tormenta que se fraguaba, el caso es que no adverti nada.

Aspire a fondo, ergui los hombros y trate de distinguir entre las sombras, mas alla de la pared. En una ocasion, en Egipto, cuando me encontraba en una tumba del Valle de los Reyes, fallo la luz. Recuerdo haber permanecido en aquel reducido espacio sumergida no solo en la oscuridad sino en una absoluta ausencia de luz. Me habia sentido como si el mundo se hubiera apagado. Mientras trataba de captar algo en el vacio que se encontraba tras la valla, recobre aquella sensacion. ?Que contenia secretos mas tenebrosos? ?La tumba del faraon o la oscuridad reinante tras aquel muro? «La equis senalaba algo: algo que esta ahi adentro. ?Adelante!»

Retrocedi hasta la esquina y segui junto a la verja hasta la entrada lateral. ?Como abrir el candado? Cuando pasaba la luz por las barras metalicas en busca de una respuesta, un relampago ilumino la escena como el flash de una camara fotografica. Percibi el ozono del aire y senti un hormigueo en el cuero cabelludo y en las manos. Entre la breve explosion de luz distingui un letrero a la derecha de las puertas. Cuando lo examine a la luz de la linterna descubri que se trataba de una pequena placa metalica que colgaba de los barrotes. Aunque oxidada y ennegrecida, su mensaje era claro: Entree interdite. Prohibida la entrada. Acerque la luz y trate de descifrar las palabras impresas debajo. Se trataba de algo acerca de Montreal: algo parecido a «Archiduque». ?Archiduque de Montreal? No crei que existiera ninguno.

Observe un diminuto circulo que aparecia bajo el escrito. Retire suavemente un poco de oxido con la una y comenzo a aparecer un emblema similar a un blason o escudo de armas que me resultaba vagamente

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