– De acuerdo. Claudel saldra inmediatamente a cazar al hombre del camison.

– ?Hombre del camison? Llevas demasiado tiempo con policias.

Me interrumpi. ?De donde habia sacado aquello? Desde luego, se trataba del hombre del maniqui.

– Tenemos un elemento que irrumpe en las casas, hace un fardo con lenceria, lo apunala y luego se marcha. Hace anos que sigue esa pauta: lo llaman el hombre maniqui.

– Si hace anos que obra asi no sera tan maniqui.

– No, no es eso. Se trata de lo que hace con la lenceria, es como un maniqui.

Sinapsis. O una muneca.

«Tocame, palpame…»

J. S. dijo algo, pero mi mente funcionaba a toda velocidad. Maniqui, lenceria, cuchillo… Una prostituta llamada Julie que sigue el juego con un camison. El dibujo de una mujer eviscerada con las palabras «no me cortaras». Articulos de noticias descubiertos en una habitacion de la rue Berger, uno referente a un allanamiento de morada y un maniqui con camison y la aparicion de mi foto, pegada y marcada con una equis. Un craneo ensartado que sonreia desde mis arbustos. El rostro de Gabby en la pesadilla de las cuatro de la manana. Un dormitorio caotico.

«Ayudame a componer la musica de la noche…»

– Tengo que irme, J. S.

– Prometeme que haras lo que te digo, Tempe. Es una posibilidad remota, pero ese gusano de Gabby puede ser el psicopata que se refugiaba en la rue Berger y podria ser asimismo el asesino que buscas. De ser asi, estas en peligro. Obstruyes su camino y constituyes una amenaza para el. Tenia tu foto y pudo ser el quien dejo el craneo de Grace Damas en tu jardin. Sabe quien eres y donde estas.

Ya no escuchaba a J. S. Estaba actuando mentalmente.

Tarde media hora en cruzar el centro de la ciudad, llegar al Main y situarme en mi lugar habitual de la callejuela. Mientras pasaba sobre las piernas extendidas de un borracho derrumbado contra una pared, que balanceaba la cabeza al ritmo de la apagada musica que llegaba a traves de la pared, el hombre sonrio, levanto una mano y me hizo senas con un dedo mientras extendia la otra palma hacia mi.

Busque en el bolsillo y le di una moneda. Tal vez vigilara mi coche.

El Main era una mezcla heterogenea de visitantes nocturnos entre los que pugne por abrirme camino. Mendigos, prostitutas, drogadictos, turistas, contables y vendedores proliferaban agrupados en ruidosa y despreocupada algazara. Para algunos era un ruidoso juego; para otros, una triste realidad. Bienvenidos al hotel St. Laurent.

A diferencia de mi ultima visita, en aquella ocasion tenia un plan. Me dirigi hacia Ste. Catherine en la confianza de encontrar a Jewel Tambeaux. No era tan facil. Aunque ante el hotel Granada se hallaba reunido el grupo habitual, Jewel no formaba parte de el.

Cruce la calle y examine a las mujeres. Ninguna parecia prestarme atencion. Lo considere una buena senal. ?Que hacer pues? Desde mi ultima visita social a aquellas damas sabia con bastante certeza lo que no debia hacer. Sin embargo, ello no me iluminaba acerca de lo que debia hacer.

Tenia una norma que me habia sido muy util toda la vida: «Cuando dudes, no actues. Si no estas segura, no lo compres, no hagas comentarios, no te comprometas: quedate inmovil.» Con frecuencia he tenido que lamentar desviarme de esta maxima: el vestido rojo con chorreras, la promesa de discutir el Creacionismo, la carta escrita en un arrebato y enviada al rector. En esta ocasion me atuve a mi politica.

Encontre un bloque de cemento, aparte cristales rotos y me sente con las rodillas apretadas y sin perder de vista el Granada. Y aguarde incansable.

Durante un rato me intrigo el culebron que se desarrollaba alrededor de mi. Como se transforma el Main. Llego y paso la medianoche, luego la una y las dos. El guion desplego su argumento de seduccion y explotacion. Mis hijas heridas. El joven y el desesperado. Realizaba juegos mentales creando toda clase de titulos ingeniosos.

Hacia las tres, redactar guiones ya no tenia interes para mi. Estaba cansada, desanimada y aburrida. Me constaba que la vigilancia no era atractiva, pero no estaba preparada para lo fastidiosa que resultaba. Habia tomado suficiente cafe para llenar un acuario, preparado mentalmente listas interminables, elaborado varias cartas que nunca escribiria y jugado a «inventar la historia de la vida» de gran numero de ciudadanos de Quebec. Prostitutas y fulanos habian llegado y se habian ido, pero Jewel Tambeaux seguia sin aparecer.

Me levante e hice flexiones hacia atras. Pense en frotarme el insensible trasero, pero me abstuve de ello. La proxima vez nada de cemento, ni hablar de sentarme toda la noche esperando a una prostituta que podia encontrarse en Saskatoon.

Cuando me disponia a regresar a mi coche aparecio por la esquina un Pontiac blanco y de el surgio una cabellera anaranjada seguida de un rostro y una blusa familiares.

Jewel Tambeaux cerro de un portazo y luego se asomo por la ventanilla del pasajero para decirle algo al conductor. Al cabo de unos momentos el coche se largo, y Jewel se reunio con dos mujeres que estaban sentadas en la escalera del hotel. A la intermitente luz del neon parecian un trio de amas de casa que charlaran en el umbral de una casa de vecinos, y sus risas resonaban en el preludio del amanecer. Al cabo de unos momentos Jewel se levanto, se ajusto su minifalda de licra y se alejo del edificio.

El Main se relajaba, los buscones desaparecian y surgian los buscadores de basura. Jewel marchaba lentamente, ondulantes las caderas siguiendo un ritmo personal. Atravese la calle y fui tras ella.

– ?Jewel!

Se volvio con expresion sonriente e interrogante, pero no era lo que esperaba. Paseo la mirada por mi rostro, sorprendida y decepcionada. Aguarde a que me reconociera.

– Margaret Mead -dijo.

– Soy Tempe Brennan -repuse con una sonrisa.

– ?En busca de algun libro? -Movio la mano en direccion horizontal, como si senalara un titulo-. «Un trasero en el tejado» o «Mi vida entre prostitutas».

Se expresaba con suave y cadencioso acento sureno.

– Tal vez fuera comercial -repuse riendo-. ?Puedo acompanarte?

Se encogio de hombros y, con un resoplido, se volvio y reanudo su lenta cadencia pelvica. Me situe a su lado.

– ?Aun buscas a tu amiga, cherie?

– En realidad esperaba encontrarte a ti. No crei que llegaras tan tarde.

– La guarderia infantil aun esta abierta, querida. Para hacer negocios hay que estar en los negocios.

– Cierto.

Anduvimos unos pasos en silencio; mis zapatillas de lona acompanaban su taconeo metalico.

– He renunciado a buscar a Gabby: no creo que desee que la encuentre. Vino a verme hace una semana y luego volvio a marcharse. Supongo que cuando quiera reaparecera.

Espere su reaccion. Jewel volvio a encogerse de hombros sin decir palabra. Sus cabellos lacados oscilaban en la oscuridad mientras caminabamos. De vez en cuando un letrero de neon parpadeaba mientras las ultimas tabernas cerraban sus puertas, guardando una noche mas los hedores a cerveza rancia y humo de cigarrillos.

– Lo cierto es que me gustaria hablar con Julie.

Jewel se detuvo y se volvio a mirarme. Tenia expresion de cansancio como si la noche -la vida- la hubiera vaciado. Saco un paquete de Players de su escote en forma de uve, encendio un cigarrillo y profirio una bocanada de humo.

– Tal vez deberias volver a casa, guapa.

– ?Por que dices eso?

– Aun sigues buscando asesinos, ?verdad, cherie?

Jewel Tambeaux no era ninguna necia.

– Creo que corre uno por aqui, Jewel.

– ?Y piensas que es ese vaquero que se ve con Julie?

– Me gustaria hablar con el.

Dio una calada a su cigarrillo, lo sacudio con su larga una roja y observo las chispas que caian en la

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