– La mujer mayor con el anillo en la nariz -le aclaro Jewel acentuando el indicador de la edad.

– ?Ah! -Julie cerro la boca y luego volvio a quedarse boquiabierta-. No, he estado enferma.

«Tranquilizate, Brennan. Ya casi has acabado.»

– ?Estas mejor ahora? -le pregunte.

Se encogio de hombros.

– ?Estaras bien?

Asintio.

– ?Quieres algo mas?

Nego con la cabeza.

– ?Vives cerca de aqui?

Me dolia utilizarla de aquel modo, pero deseaba conseguir algo mas.

– En casa de Marcela. Ya sabes donde esta, Jewel, en Sainte Dominique. Muchas de nosotras vamos a parar alli.

Seguia sin mirarme.

Si. Tenia lo que necesitaba. O lo tendria en breve.

La hamburguesa y el alcohol -o lo que ella hubiese tomado- producian sus efectos en Julie. Desaparecia su jactancia y retornaba la apatia. Estaba desplomada en el rincon de la cabina con los ojos clavados en el vacio, como los oscuros circulos de un mimo de rostro agrisado. Los cerro y aspiro profundamente mientras inflaba su huesudo pecho bajo el vestido de algodon. Parecia agotada.

De pronto se apago la iluminacion navidena. El resplandor de los fluorescentes inundo el bar, y Banco anuncio a gritos su inminente cierre. Los escasos clientes que quedaban marcharon hacia la puerta grunendo descontentos. Jewel se metio los Player en el escote y nos indico que debiamos irnos. Consulte mi reloj: eran las cuatro de la manana. Mire a Julie, y el sentimiento de culpabilidad que me habia atormentado toda la noche resurgio con plena intensidad.

Bajo la implacable iluminacion Julie estaba casi cadaverica, como alguien que avanza lentamente hacia la muerte. Senti el deseo de abrazarla estrechamente, de llevarla a Beaconsfield, Dorval o North Hatley, donde tomaria una comida rapida, iria al baile de gala de la escuela y se encargaria pantalones tejanos del catalogo de Land's End. Pero sabia que no era posible. Me constaba que Julie seria un dato estadistico y que, antes o despues, se encontraria en los sotanos del Parthenais.

Pague la cuenta y salimos del bar. El aire precursor de la manana era humedo y frio y transmitia olores del rio y de la fabrica de cerveza.

– Buenas noches, senoras -dijo Jewel-. No os vayais a bailar.

Agito los dedos, se volvio y se marcho taconeando rapidamente por la callejuela. Julie partio en direccion opuesta sin decir palabra. La perspectiva del hogar y del lecho me atraian como un iman, pero aun tenia que conseguir mas informacion.

Aguarde unos instantes y vi escabullirse a Julie. Supuse que me seria facil seguirla, pero me equivoque. Cuando me asome, ya habia desaparecido por la esquina siguiente, y me vi obligada a correr para alcanzarla.

La joven se interno por un sendero zigzagueante y atraveso solares y atajos hasta llegar a un ruinoso edificio de tres plantas de Ste. Dominique cuya escalera subio; busco a tientas la llave y desaparecio por una puerta verde desconchada. Vi oscilar la cortina tras la puerta y luego inmovilizarse, apenas alterada por su indiferente portazo. Anote el numero.

«De acuerdo, Brennan: es hora de acostarse». Veinte minutos despues llegaba a mi casa.

Entre las sabanas, con Birdie en mis rodillas, esboce un plan. Era facil decidir lo que no debia hacer: no llamar a Ryan, no espantar a Julie, no alertar al chiflado del cuchillo y del juego del camison. Descubrir si se trataba de Saint Jacques, enterarme de donde vivia o cual era su actual escondrijo. Conseguir algo concreto y comunicarlo a la brigada de ineptos. «Aqui esta, muchachos, registrad este lugar.»

Parecia muy sencillo.

Capitulo 32

Pase el miercoles sumida en el agotamiento. Me habia propuesto no acudir al laboratorio, pero LaManche me llamo porque necesitaba un informe. Una vez alli, decidi quedarme. Trabaje con asuntos antiguos, lentos e irritantes, aclarando aquellos que Denis podia descartar. Es un trabajo que odio y que demoraba desde hacia meses. Me quede hasta las cuatro de la tarde. Una vez en casa cene temprano, me di un bano prolongado y, hacia las ocho, me habia acostado.

Al despertarme el jueves, la luz del sol irrumpia en mi habitacion, por lo que comprendi que era tarde. Me estire, gire en el lecho y consulte el reloj: era las diez y veinticinco. ?Dios! Habia recuperado el sueno perdido. Fase una del plan. No tenia intencion de ir a trabajar.

Me tome tiempo para levantarme y repasar una lista de lo que me proponia hacer. Desde el momento en que abri los ojos me senti llena de energia como un corredor en la fecha del maraton. Deseaba fijarme un ritmo. «Controlate, Brennan: haz una carrera inteligente.»

Fui a la cocina a preparar cafe y lei la Gazette. Miles de personas huian de la guerra en Ruanda; el partido quebeques de Parizeau llevaba diez puntos de ventaja a los liberales del premier Johnson; las Expos estaban en primer lugar en el NL East; los obreros trabajaban durante la fiesta anual de la construccion. ?No es broma! Nunca he podido comprender a que ingenio se le ocurrio algo semejante. En un pais que solo tiene cuatro o cinco meses de buen tiempo para la construccion, esta se interrumpe durante dos semanas en julio porque los obreros se van de vacaciones. ?Muy brillante!

Tome otra taza de cafe y conclui de leer el periodico. Hasta el momento todo iba bien. Fase dos. Actividad mecanica.

Me puse unos pantalones cortos y una camiseta y fui al gimnasio. Veinte minutos en la pista andadora y una sesion de remo. A continuacion, en el supermercado, adquiri suficientes alimentos para proveer a todo Cleveland. De regreso a casa dedique toda la tarde a fregar, limpiar, sacar el polvo y pasar la aspiradora. En cierto momento considere limpiar el refrigerador, pero deseche la idea por parecerme excesiva.

A las siete de la tarde mi frenesi domestico estaba saturado. La casa apestaba a liquidos de limpieza y a pulimento con olor a limon; la mesa del comedor estaba cubierta de jerseis lavados, y tenia bragas limpias para un mes. Por otra parte yo olia y tenia el aspecto de haber pasado varias semanas acampando. Estaba dispuesta para marcharme.

La jornada habia sido sofocante y la noche no auguraba ningun alivio. Me cambie los pantalones y la camiseta por otros que hacian juego y complete el conjunto con unas Nike gastadas. Perfecto. No como una profesional de la calle sino como alguien que deambula por el Main en busca de drogas para distraerse, de compania para la noche o de ambos. Mientras me dirigia hacia St. Laurent revise el plan: encontrar a Julie, seguirla; encontrar al hombre del camison, seguirlo. Y no ser vista. En extremo sencillo.

Cruce por Ste. Catherine escudrinando las aceras a ambos lados. Algunas mujeres habian montado su negocio delante del Granada, pero no se veia ni rastro de Julie. No la esperaba tan temprano. Me concedi tiempo adicional para entrar en el ambiente.

El primer fallo tecnico se produjo cuando gire por mi callejuela. Como un genio surgido de una botella, aparecio una mujer enorme que se echo sobre mi. Llevaba un maquillaje escandaloso y tenia el cuello de un bull terrier. Aunque no logre captar todas sus palabras, su mensaje era inequivoco. Retrocedi y me dirigi en busca de otro aparcamiento conveniente.

Encontre una plaza seis manzanas mas arriba, en una callecita estrecha donde se alineaban edificios de tres plantas. Hacia mucho calor, algo caracteristico del verano, y la vigilancia del vecindario estaba en marcha. Algunos hombres me observaban desde los balcones, otros, desde las escaleras, e interrumpian sus conversaciones con las latas de cerveza apoyadas en sus sudorosas rodillas. ?Se mostraban hostiles, curiosos, desinteresados o muy interesados? Procure no demorarme para que nadie me abordase. Cerre el coche y cubri a paso rapido la

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