recaudo. ?Quien sabe? No exageraria la preocupacion por la seguridad de mi amiga hasta extremos apremiantes. Recogi velas.

– No es la primera vez que desaparece.

Clic clic… Clic clic… Clic clic…

Ryan fue el primero en responder.

– ?De igual modo? ?Sin decir palabra?

Asenti.

Clic clic… Clic clic… Clic clic…

Ryan mostro una sombria expresion.

– De acuerdo. Consigamos un nombre y hagamos una comprobacion. Pero por ahora lo mantendremos en segundo plano. De todos modos, sin contar con mas pruebas, tampoco podemos conseguir una orden de registro.

Se volvio hacia Charbonneau.

– ?Que opinas, Michel?

Charbonneau asintio. Comentamos otros extremos, recogimos nuestras cosas y nos separamos.

En las multiples ocasiones en que recuerdo aquella reunion siempre me he preguntado si contribui a alterar los acontecimientos posteriores. ?Por que no habia despertado la alarma acerca de Gabby? ?Acaso la presencia de Claudel habia mitigado mi decision? ?Habria sacrificado el celo de la noche anterior en aras de la precaucion profesional? ?Habria comprometido la supervivencia de Gabby para no arriesgar mi prestigio profesional? ?Habrian sido diferentes los hechos si aquel dia se hubiera iniciado una investigacion a fondo?

Aquella noche fui a casa y me calente una cena preparada: un bistec suizo, segun creo. Cuando sono el aviso del microondas retire la bandeja y la destape.

Permaneci unos momentos contemplando como se coagulaba la grasa sintetica sobre un pure de patatas tambien sintetico, percibiendo como crecia mi sentimiento de soledad y frustracion. Podia comerlo y pasar otra noche enfrentandome a los demonios en compania del gato y de los programas televisivos o ser la directora de la representacion nocturna.

– ?Maldita sea!

Tire la cena a la basura y fui a Chez Katsura, en la rue de la Montagne, donde me obsequie con sushi y mantuve una charla trivial con un vendedor de tarjetas de Sudbury. Luego rechace su invitacion y me marche para llegar a tiempo al ultimo pase de El primer caballero en Le Faubourg.

Eran las once menos veinte cuando salia del cine y subia a la planta principal en la escalera mecanica. El pequeno centro comercial estaba casi desierto, los vendedores se habian marchado tras guardar sus mercancias y cerrarlas en sus carros. Pase junto a la panaderia y el puesto japones de comidas preparadas con sus estanterias y mostradores vacios y parapetados tras puertas de seguridad plegables. Cuchillos y sierras pendian en ordenadas hileras tras los mostradores vacios del carnicero.

La pelicula habia sido exactamente lo que necesitaba. Aunque estaba muy irritada con el engreido Richard Gere, que no recordaba en absoluto al frances Lancelot.

Cruce Ste. Catherine y me dirigi a casa. El tiempo aun era torrido y humedo. Un halo de neblina envolvia las farolas y flotaba sobre las aceras como el vapor de una banera caliente en una noche fria de invierno.

Al dejar el vestibulo y entrar en el recibidor distingui el sobre introducido entre el pomo de laton y la jamba de la puerta. En seguida pense en Winston. Tal vez necesitaba arreglar algo y tendria que cerrar el paso del agua. No. Hubiera colocado un aviso en tal sentido. ?Se trataria de alguna queja sobre Birdie? ?O una nota de Gabby?

No era asi: en realidad no se trataba de ninguna nota. El sobre contenia dos objetos que en aquellos momentos se encontraban sobre la mesa, silenciosos y terribles. Los mire fijamente, con el corazon desbocado y manos temblorosas, comprendiendo y sin embargo negandome a admitir su significado.

El sobre contenia un carne de identidad plastificado en el que figuraba el nombre de Gabby, su fecha de nacimiento y el numero d'assurance maladie en letras blancas bajo una roja puesta de sol que aparecia en la parte izquierda. Su imagen se hallaba a la diestra, en la parte superior, con sus rizos oscilantes y unos pendientes plateados.

El otro objeto consistia en un rectangulo procedente de un mapa de la ciudad a gran escala, de doce centimetros de lado. Las direcciones aparecian en frances y mostraban calles y espacios verdes en un estereotipado color angustiosamente familiar. Busque puntos de referencia o nombres que me facilitasen el reconocimiento del vecindario. Rue Ste. Helene, rue Beauchamp, rue Champlain. No conocia tales calles. Podia tratarse de Montreal o de cualquier otra ciudad. Yo no llevaba bastante tiempo en Quebec para saberlo. En el mapa no aparecian autopistas ni caracteristicas que permitieran identificarlo. Salvo una senal: una enorme equis negra que cubria el centro del fragmento.

Contemple como petrificada aquella equis, y en mi mente se formaron terribles imagenes que trate de desechar, rechazando la unica conclusion aceptable. Aquello era una baladronada, como el craneo en el jardin. Aquel maniaco jugaba conmigo, se esforzaba por aterrorizarme cada vez mas.

Ignoro cuanto tiempo permaneci mirando el rostro de Gabby, recordandolo en otros lugares y en otros tiempos: feliz, con gorro de payaso en la fiesta del tercer cumpleanos de Katy; banado en lagrimas cuando me confio el suicidio de su hermano…

La casa permanecia en absoluto silencio; el universo se habia paralizado. De pronto me invadio una horrible certeza.

No era una baladronada.!Dios! ?Gran Dios! ?La querida Gabby! Me senti terriblemente abrumada.

Ryan descolgo el aparato al tercer timbrazo.

– Tiene a Gabby en su poder -susurre.

Apretaba los nudillos en el auricular y mantenia firme la voz con un enorme esfuerzo de voluntad.

No se dejo enganar.

– ?Quien? -pregunto.

Habia captado el terror subyacente e iba directamente al grano.

– No lo se.

– ?Donde se encuentran?

– Yo… No lo se.

Distingui el roce de la mano al pasarla por el rostro.

– ?Que es lo que tiene?

Me escucho sin interrumpirme.

– ?Mierda! -Una pausa-. De acuerdo. Recogere el mapa para que mis hombres puedan localizar la situacion; luego enviare un equipo alli.

– Puedo llevarselo -me ofreci.

– Creo que sera mejor que se quede en casa. Designare a una brigada para que vigile su edificio.

– No soy yo quien se halla en peligro -replique-. ?Ese canalla tiene a Gabby en su poder! ?Probablemente ya la habra matado!

Mi mascara se descomponia. Me esforce por dominar el temblor de las manos.

– Brennan, siento terriblemente lo de su amiga. Me gustaria ayudarla como fuese, creame. Pero usted tiene que utilizar su cerebro. Si ese psicopata solo le ha quitado el bolso, es probable que ella este libre y perfectamente donde quiera que se encuentre. Si la tiene en su poder y nos ha mostrado donde encontrarla, la habra dejado en el estado en que desee que la hallemos, y eso no podemos cambiarlo. Entretanto alguien ha puesto una nota en su puerta, Brennan. El hijo de perra estuvo en su edificio, conoce su coche. Si ese tipo es el asesino no dudara en anadirla a su lista. El respeto por la vida no figura entre sus cualidades personales y ahora parece haberse centrado en usted.

Estaba en lo cierto.

– Y apostare a alguien tras el individuo que usted siguio.

– Deseo que sus muchachos me avisen en cuanto detecten la localizacion -dije con voz queda y lentamente.

– Bren…

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