Aguarde un momento -dijo.

Desaparecio dentro del apartamento y regreso al cabo de un momento.

– A las tres y media.

– ?Diablos! -exclamo Ryan tras abandonar su posicion inclinada.

Se me dirigio con voz tensa, aunque se expresaba en un susurro.

– Ese cerdo puede estar ahi y aqui nos encontramos con una criatura desatendida.

Mathieu vigilaba como el gato de un establo a una rata acorralada, sin apartar los ojos del rostro de Ryan.

– Monsieur no esta aqui.

– ?Estas seguro? -insistio Ryan de nuevo de rodillas.

– Se ha marchado.

– ?Adonde?

Otro encogimiento de hombros. El nino se subio las gafas sobre la nariz con su gordezuelo dedo.

– ?Como sabes que se ha marchado?

– Porque cuido de sus peces. -Una sonrisa ancha como el Mississippi le ilumino el rostro-. Tiene angelotes y nubes blancas. ?Son fantasticos!

– ?Cuando regresara?

Encogimiento de hombros.

– ?No lo ha anotado tu abuela en el calendario? -le sugeri.

El nino me miro sorprendido y luego desaparecio como la vez anterior.

– ?Que calendario? -me pregunto Ryan.

– Deben de tener uno. Alli fue donde acudio a consultar para asegurarse de cuando regresaria hoy su abuela.

– No hay nada -repuso Mathieu al regresar.

Ryan se levanto.

– ?Y que hacemos ahora?

– Si dice la verdad entramos y registramos la casa. Tenemos su nombre, encontraremos al tal Tanguay. Tal vez la abuela sepa adonde ha ido. De no ser asi, lo sorprenderemos en cuanto aparezca por aqui.

Ryan miro a Bertrand y le senalo la puerta.

Otros cinco golpecitos.

Nada.

– ?La echamos abajo? -pregunto Bertrand.

– A monsieur Tanguay no le gustara.

Todos miramos al nino.

Ryan se inclino junto a el por tercera vez.

– Se enfada muchisimo cuando haces algo malo -dijo Mathieu.

– Es muy importante que busquemos algo en el apartamento de monsieur Tanguay -le explico Ryan.

– A el no le gustara que le rompan la puerta.

Me agache junto a Ryan.

– ?Tienes los peces de monsieur Tanguay en tu apartamento?

El muchacho nego con la cabeza.

– ?Tienes la llave de su apartamento?

Mathieu asintio.

– ?Puedes dejarnosla?

– No.

– ?Por que no?

– No puedo salir cuando la abuela no esta en casa.

– Eso esta bien, Mathieu. Tu abuela quiere que te quedes en casa porque cree que estas mas seguro en ella. Hace muy bien y tu eres un buen muchacho al obedecerla.

El muchachito exhibio de nuevo su amplia sonrisa.

– ?Que te parece si utilizamos la llave unos momentos, Mathieu? Es muy importante para la policia, y tu tienes razon en que no debemos romper la puerta.

– Supongo que sera correcto puesto que ustedes son policias -respondio el pequeno.

Se perdio rapidamente de vista y regreso con una llave. Apreto los labios y me miro con fijeza mientras me la entregaba a traves de la rendija.

– No rompan la puerta de monsieur Tanguay -advirtio.

– Tendremos mucho cuidado.

– Y no entren en la cocina. Eso no esta bien. Nunca se debe entrar en la cocina.

– Cierra la puerta y quedate adentro, Mathieu. Llamare cuando hayamos acabado. No abras hasta que me oigas llamar.

El pequeno asintio con solemnidad y desaparecio tras su puerta.

Nos reunimos con Bertrand, que golpeo y llamo de nuevo. Se produjo una pausa embarazosa y, ante una senal de Ryan, meti la llave en la cerradura.

La puerta daba directamente a un pequeno salon en una gama de tonalidades granates. Una serie de estanterias se extendian desde el suelo hasta el techo a ambos lados y las restantes paredes eran de madera, oscurecida su superficie por numerosas capas de barniz. Aplastado terciopelo rojo cubria las ventanas, respaldado por grisaceo encaje que bloqueaba la mayor parte de luz solar. Permanecimos absolutamente inmoviles, escuchando y tratando de vislumbrar entre la oscuridad de la estancia.

El unico sonido que distinguimos era un tenue e irregular zumbido, como electricidad que escapara de un circuito roto. Procedia de detras de las dobles puertas que teniamos enfrente y hacia la izquierda. Por lo demas, la casa estaba mortalmente silenciosa.

«Un adverbio poco afortunado, Brennan.» Mire a mi alrededor, y las formas del mobiliario se fueron perfilando en la oscuridad. En el centro de la estancia se encontraba una mesa de madera tallada con sillas a juego. Un sofa muy gastado se combaba en el hueco frontal, cubierto por un sarape mejicano. Enfrente, un baul de madera servia de soporte a un Sony Trinitron.

Diseminadas por la estancia se veian mesitas de madera y armarios; algunos, muy hermosos, no se diferenciaban de las piezas que yo habia encontrado en los mercados de rastro. Dude que todo ello consistiera en hallazgos de ultima hora, adquiridos como gangas para sanearlos y restaurarlos. Parecia como si hubieran permanecido en aquel mismo lugar durante anos, desdenados por los sucesivos inquilinos que hubieran ocupado la casa.

El suelo estaba cubierto por una vieja alfombra india y habia plantas por doquier. Se apretujaban en los rincones, se extendian en hileras por los zocalos y pendian de clavos. Las carencias en mobiliario se habian suplido con vegetacion. Las plantas pendian de soportes en las paredes y descansaban en los alfeizares de las ventanas, sobre las mesas, alacenas y estanterias.

– Parece un jardin botanico -dijo Bertrand.

Y pense que olia como tal. Un olor a cerrado impregnaba el aire, mezcla de hongos, hojas y tierra mojada.

Al otro lado de la entrada principal, un corto pasillo conducia a una puerta cerrada. Ryan me hizo senas de que aguardara con el mismo ademan que habia utilizado en el vestibulo y acto seguido se deslizo por la pared, con los hombros inclinados, las rodillas dobladas y la espalda adosada contra la pared. Avanzo poco a poco hacia la puerta, se detuvo un instante y por fin le propino una fuerte patada.

La puerta se abrio bruscamente, choco contra la pared y se volvio hacia atras para quedar por fin semiabierta. Aguce el oido para percibir sonidos de movimiento, entre los fuertes latidos de mi corazon ante el zumbido desigual.

Un misterioso resplandor surgio tras la puerta semiabierta acompanado de un suave gorgoteo.

– Hemos encontrado los peces -dijo Ryan mientras cruzaba la puerta.

Encendio la luz con su boligrafo, y la estancia se inundo de claridad. Se trataba de un dormitorio corriente, con un lecho individual, cubrecama con dibujos indios, mesita de noche, lampara, despertador y espray nasal. Habia una comoda, sin espejo. Un pequeno bano en el fondo y una ventana. Pesadas cortinas bloqueaban la

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