perspectiva de un muro de piedra.

Los unicos objetos insolitos eran las peceras que se alineaban contra la pared del fondo. Mathieu tenia razon: era fantastico. Azules electricos, amarillos canario y franjas blanquinegras se precipitaban de uno a otro lado entre coral blanco y rosa y hojas de todas las tonalidades imaginables de verde. Cada diminuto ecosistema estaba iluminado en color aguamarina y matizado por una cascada de oxigeno.

Yo observaba como hipnotizada sintiendo que se formaba una idea en mi mente que me esforzaba por concretar. ?Que la suscitaria? ?Acaso los peces?

Ryan se movia alrededor de mi valiendose de su boligrafo para apartar la cortina de la ducha, abrir el botiquin, tantear entre el alimento y las redes que rodeaban las peceras. Utilizo un panuelo para abrir los cajones de la comoda; luego introdujo el boligrafo entre la ropa interior, los calcetines, camisas y jerseis.

«Olvida los peces, Brennan.» Fuese cual fuese la idea era tan esquiva como las burbujas de las peceras que se remontaban a la superficie para desaparecer.

– ?Encuentra algo?

Nego con la cabeza.

– Nada evidente. No deseo pisar el terreno a investigacion; solo trato de echar un rapido vistazo. Revisemos las restantes habitaciones y luego dejare el camino libre a Gilbert. Es muy evidente que Tanguay esta en cualquier otro lugar. Daremos con el, pero entretanto acaso podamos descubrir que guarda aqui.

De regreso al salon Bertrand inspeccionaba el televisor.

– Fijense en el estado del aparato -dijo-. Al tipo le gusta este trasto.

– Probablemente necesita dosis regulares de Cousteau -repuso Ryan con aire ausente.

El hombre, con el cuerpo en tension, escudrinaba las sombras que nos envolvian. Aquel dia no nos sorprenderia nadie.

Me aproxime a las estanterias que contenian libros. La diversidad de topicos era impresionante y, como el televisor, los ejemplares parecian nuevos. Pase revista a los titulos: ecologia, ictiologia, ornitologia, psicologia, sexo, montones de ciencia, aunque las aficiones del muchacho eran eclecticas. Budismo, cienciologia, arqueologia, arte maori, tallado de madera kwa-kiutl, guerreros samurais, artefactos de la segunda guerra mundial, canibalismo…

En los estantes se amontonaban cientos de libros en rustica, comprendidas novelas modernas, tanto en frances como en ingles. Muchos de mis autores preferidos se hallaban presentes -Vonnegut, Irving, McMurtry- pero la mayoria eran novelas policiacas. Crimenes brutales, acosadores perturbados, psicopatas violentos, ciudades inhumanas. Podia imaginar los textos de sus solapas sin siquiera leerlos. Habia asimismo toda una estanteria de no ficcion dedicada a las vidas de asesinos en serie: Manson, Bundy, Ramirez, Boden.

– Creo que Tanguay y Saint Jacques pertenecen al mismo club de lectores -dije.

– Este cerdo probablemente es Saint Jacques -comento Bertrand.

– No, el tipo se lava los dientes -objeto Ryan.

– Si. Cuando es Tanguay.

– Si lee todo esto, sus aficiones son increiblemente extensas -dije-. Y, ademas, es bilingue.

Hojee de nuevo la coleccion.

– Y es un maniatico del orden.

– ?A que se refiere? -inquirio Bertrand.

– Fijese en esto.

Se acercaron a mi.

– Todo esta clasificado por temas y en orden alfabetico. -Senale las distintas estanterias-. Luego por autores, segun cada categoria, tambien de modo alfabetico. Y, a continuacion, por el ano de publicacion de cada autor.

– ?No lo hace asi todo el mundo?

Ryan y yo lo miramos. Bertrand no era aficionado a la lectura.

– Fijese como se alinea cada libro en el borde del estante.

– Pues hace lo mismo con sus calzoncillos y calcetines. Debe de usar una escuadra para amontonarlos - observo Ryan.

Habia expresado mis pensamientos.

– Se ajusta al perfil.

– Tal vez solo tenga los libros como exhibicion. Para que sus amigos lo crean un intelectual -dijo Bernard.

– No me parece asi -disenti-. Y no tienen polvo. Ademas, fijese en esos papelitos amarillos. No solo lee las obras sino que senala ciertos puntos para insistir en ellos. No olvidemos indicarselo a Gilbert y a sus hombres para que no pierdan esas senales. Podrian ser utiles.

– Les dire que sellen los libros antes de tomar pruebas.

– Algo mas acerca del senor Tanguay.

Miraron a las estanterias.

– Le atraen temas singulares -dijo Bertrand.

– Ademas de los asuntos criminales ?que es lo que mas le interesa? -inquiri-. Observen la estanteria superior.

Miraron de nuevo.

– ?Mierda! -exclamo Ryan-. Gray's Anatomy. Cunnningham's Manual of Practical Anatomy. Color Atlas of Human Anatomy. Handbook of Anatomical Dissection. Medical Illustration of the Human Body. ?Por Cristo, ?Fijense en esto! Sabiston's Principles of Surgery. Tiene mas material de este tipo que la biblioteca de una facultad de Medicina. Parece empenado en saber que contiene un cuerpo humano.

– Si, y no solo el software. Tambien se mete en el hardware.

Ryan busco su radio.

– Hagamos venir a Gilbert y a sus muchachos. Indicare al equipo que esta afuera que se oculten y vigilen al doctor Cretino. No queremos asustarlo cuando aparezca por aqui. ?Cristo, probablemente en estos momentos Claudel ya habra frenado algo su entusiasmo!

Ryan hablo por su auricular. Bertrand seguia revisando los titulos detras de mi.

– ?Eh, esta materia la afecta a usted! -Y se valio de un panuelo para recoger algo-. Parece como si fuera unico en su especie.

Deposito en la mesa un ejemplar de American Anthropologist de julio de 1993. No necesite abrirlo: conocia una de las entradas de su indice.

«Todo un exito -lo habia calificado ella-. Una contribucion a la promocion como profesor numerario.»

Era un articulo de Gabby. La vision de la revista me sacudio como una corriente electrica. Desee encontrarme lejos de alli, desee que fuera un sabado soleado en el que me sintiera a salvo, que nadie hubiera muerto y que mi mejor amiga me llamase para planear donde cenabamos.

«Agua. Necesitas agua fria en el rostro, Brennan.» Avance tambaleandome hacia la doble puerta y abri una de las hojas con el pie en busca de la cocina.

La habitacion no tenia ventanas. A mi derecha, un reloj digital proyectaba un resplandor luminoso anaranjado. Distingui dos formas blancas y otra palida, y supuse que se trataria del refrigerador, el horno y el fregadero. Palpe la pared en busca del interruptor. Al diablo con los sistemas. Ya desecharian mis huellas.

Cubriendome la boca con la mano, me adelante a trompicones hacia el fregadero y me rocie el rostro con agua fria. Me ergui y, al volverme, descubri a Ryan en la puerta.

– Ya estoy bien -dije.

Las moscas zumbaban por la habitacion sorprendidas por la repentina intrusion.

– ?Una pastilla de menta? -me ofrecio, tendiendome un paquete.

– Gracias -repuse. Cogi una de ellas-. Ha sido el calor.

– Es una cocina.

Una mosca paso rozando su mejilla.

– ?Que diablos…? -Agito la mano en el aire para despedirla-. ?Que hara aqui este tipo?

Ryan y yo los distinguimos al mismo tiempo. Sobre el mostrador se veian dos objetos de color amarronado que manchaban con sendos halos de grasa las toallas de papel en las que se secaban. Las moscas revoloteaban

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