distancia que me separaba hasta el final de la manzana. Tal vez estuviera demasiado nerviosa, pero no deseaba complicaciones que sabotearan mi mision.

Respire aliviada al rodear la esquina e internarme en el flujo de St. Laurent. Un reloj de Le Bon Deli indicaba las ocho y cuarto. ?Maldicion! Por entonces ya deseaba hallarme en el lugar. ?Deberia modificar mi plan? ?Y si ella se me escapaba?

En Ste. Catherine cruce St. Laurent y volvi a examinar a la gente que estaba frente al Granada. No se veia ni rastro de Julie. ?Acudiria alli alguna vez? ?Cual seria su ruta? ?Maldicion! ?Por que no habria comenzado mas temprano? Ya no habia tiempo para indecisiones.

Me apresure hacia el este, escudrinando los rostros de quienes pasaban por mi lado, pero la masa de peatones se habia incrementado y resultaba mas dificil asegurarse de que ella no andaba por alli. Cruce en direccion norte hacia el solar vacio siguiendo el camino que Jewel y yo habiamos tomado hacia dos noches. Vacile al llegar al bar de la callejuela, pero segui adelante apostando de nuevo a que Julie no solia comenzar temprano su trabajo.

Al cabo de unos minutos me ocultaba encorvada tras un poste de telegrafos, en el extremo mas alejado de Ste. Dominique. La calle estaba desierta y tranquila. El edificio de Julie no mostraba indicios de vida; las ventanas estaban oscuras, la luz del porche apagada, y se distinguia la pintura tetricamente desconchada entre la bochornosa oscuridad. Aquel escenario me trajo a la memoria fotos que habia visto de la Torre del Silencio, plataformas levantadas por los parsis, donde los hindues colocan a sus muertos para que los buitres les monden los huesos. Pese a la temperatura reinante sufri un estremecimiento. El tiempo transcurria con lentitud mientras yo observaba. Una anciana andaba vacilante por la manzana arrastrando un carrito repleto de harapos. La mujer, cargada con sus logros de la tarde por la desigual acera, desaparecio por una esquina. El tenue chirrido del carrito decrecio y por fin se extinguio. Nada mas alteraba el deprimente ecosistema callejero.

Consulte mi reloj: eran las ocho cuarenta. Habia oscurecido mucho. ?Cuanto tiempo deberia esperar? ?Y si ella ya se habia marchado? ?Debia llamar al timbre? ?Maldicion! ?Por que no le habria sonsacado previamente la hora? ?Por que no habria llegado antes? El plan ya mostraba deficiencias.

Transcurrio otro espacio de tiempo. Tal vez un minuto. Dudaba en marcharme, cuando se encendio una luz en una habitacion del piso superior. Poco despues aparecio Julie con corpino, minifalda y botas mas arriba de la rodilla. Su rostro, cintura y muslos eran manchas blancas entre la sombra del porche. Me oculte tras el poste.

La muchacha vacilo un momento, alzo la barbilla y enlazo los brazos en la cintura. Parecia comprobar la noche. Luego bajo los peldanos y marcho rapidamente hacia Ste. Catherine. La segui, tratando de no perderla de vista y procurando pasar inadvertida.

Al llegar a la esquina me sorprendio verla girar a la izquierda y alejarse del Main. El Granada era un buen reclamo, ?pero adonde se dirigia en aquellos momentos? Encamino sus pasos rapidamente entre la multitud, oscilantes los flecos de las botas, indiferente a la atencion que despertaba a su paso. Sorteaba a la perfeccion el gentio y yo tenia que esforzarme para seguirla.

La multitud se fue reduciendo a medida que avanzabamos hacia el este y por fin desaparecio. Yo habia estado aumentando la distancia que nos separaba en respuesta directa a la reduccion del gentio que circulaba por la acera, pero al parecer era innecesario: Julie parecia centrada en su destino y desinteresada por los restantes peatones.

Las calles no solo se habian quedado mas vacias sino que el vecindario habia mudado de aspecto. Ahora marchabamos por Ste. Catherine con dandis de aspecto amanerado y tejanos pintados con espray, parejas unisex y alguno que otro travestido: nos habiamos internado en el ambito de los homosexuales.

Segui a Julie junto a cafeterias, librerias y restaurantes exoticos. Por fin giro hacia el norte, luego al este y por ultimo en direccion sur, en un callejon sin salida de almacenes y sordidos edificios de madera, que en su mayoria cubrian sus escaparates con fibrocemento. Algunos parecian haber sido destinados para negocios a la calle, aunque probablemente no habian tenido ningun cliente desde hacia anos. Papeles, latas y botellas se amontonaban en ambas esquinas. La zona parecia un escenario apropiado para los Jets y los Sharks.

Julie se metio decidida en una entrada situada a media manzana. Abrio una sucia puerta de cristal cubierta con celosia metalica, hablo brevemente con alguien y desaparecio en el interior. Distingui el resplandor de un anuncio de cerveza a traves de la ventana de la derecha, tambien resguardada con un enrejado. Un letrero sobre la puerta decia sencillamente: BIERE ET VIN, cerveza y vino.

?Que hacer ahora? ?Era aquel el lugar de la cita, con una habitacion privada arriba o en la parte posterior? ?O se trataba de un bar de encuentros del que saldrian juntos? Necesitaba que se tratara de lo segundo. Si salian por separado, concluido su negocio, el plan se iba al traste. No sabria a que hombre seguir.

No podia limitarme a permanecer ante la puerta y aguardar. Detecte un hueco aun mas tenebroso entre las sombras, al otro lado de la calle. ?Se trataria de una callejuela? Deje atras el antro en el que Julie habia entrado y me dirigi en diagonal hacia aquel sector oscuro. Consistia en una especie de hueco entre una barberia abandonada y una empresa de almacenamiento, de unos sesenta centimetros de ancho y siniestro como una cripta.

Entre los fuertes latidos de mi corazon me introduje en aquel hueco y me aplaste contra la pared, ocultandome tras un poste agrietado y amarillento de barbero que se proyectaba sobre la acera. Transcurrieron varios minutos. La atmosfera era densa y sofocante y el unico movimiento que se percibia era mi respiracion. De pronto me sobresalto un crujido: no estaba sola. Cuando me disponia a salir disparada, un negro bulto surgio de entre las basuras que estaban a mis pies y se escabullo hacia la parte interior del pasillo. Senti una opresion en el pecho y de nuevo me recorrio un escalofrio pese al calor reinante. «?Tranquilizate, Brennan! ?Solo es una rata! ?Vamos, sal ya, Julie!»

A modo de respuesta la muchacha reaparecio, seguida por un hombre vestido con una sudadera negra con la marca de la Universidad de Montreal en el pecho y una bolsa de papel en el brazo.

El pulso se me acelero. ?Se trataria de el? ?Seria aquel rostro el que aparecia en la foto del cajero rapido? ?El tipo que habia huido de la rue Berger? Me esforce por distinguir los rasgos del hombre, pero estaba demasiado oscuro y se hallaba muy lejos. ?Y acaso reconoceria a Saint Jacques aunque lo tuviera proximo? Lo dudaba. La foto era muy borrosa, y el hombre del apartamento corria demasiado.

La pareja miraba hacia adelante y no se tocaban ni hablaban. Como palomas mensajeras recorrieron el camino por el que Julie y yo habiamos tomado hasta llegar a Ste. Catherine, donde siguieron hacia el sur en lugar de girar al oeste. Dieron otros giros, internandose por zonas de apartamentos ruinosos y negocios abandonados, calles que estaban oscuras y eran muy poco acogedoras.

Yo los seguia a media manzana de distancia y me esforzaba por no producir el menor sonido por temor a ser descubierta. En aquel sector no tenia donde ocultarme y, si se volvian y me veian, no tendria ningun pretexto, ni escaparates que contemplar, ni puertas donde meterme: ningun punto tras el que ocultarme fisica ni imaginariamente. Mi unica opcion seria seguir caminando y confiar en encontrar una bocacalle antes de que Julie me reconociera. Pero no se volvieron a mirarme.

Proseguimos nuestra marcha por una marana de callejuelas y pasillos, cada una mas vacia que la anterior. De pronto aparecieron dos hombres que venian en direccion opuesta, discutiendo en voz alta y tensa. Rogue porque Julie y su acompanante no siguieran a los hombres con la mirada, mas no lo hicieron. La pareja siguio su camino y desaparecio por otra esquina.

Acelere mis pasos, temerosa de perderlos en los segundos en que desaparecieron de mi vista.

Mis temores no eran infundados. Al volver el recodo no los encontre. La manzana estaba vacia y silenciosa.

?Mierda!

Examine los edificios de ambos lados, pasando la mirada arriba y abajo de cada escalera metalica y escudrinando todas las entradas. No se veia nada: ni rastro de ellos.

?Maldicion!

Avance a toda prisa por la acera, furiosa conmigo misma por haberlos perdido. Me encontraba a medio camino de la siguiente esquina, cuando se abrio una puerta y el cliente de Julie asomo a un oxidado balcon metalico a unos seis metros delante de mi y a mi derecha. Estaba a la altura de los hombros y de espaldas a mi, pero la sudadera era inconfundible. Me quede paralizada, incapaz de pensar ni reaccionar.

Вы читаете Testigos del silencio
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×