– No habia pensado en eso.
– Tendras que empezar a hacerlo. -Sorbio el cafe-. Espero que la casa este disponible.
– Lo estara. Da la casualidad de que es mia, o al menos es propiedad de mi otra identidad.
– ?Es pequena?
– Depende de lo que entiendas por pequena. Creo que estaras comodo.
– Soy poco exigente. -Se llevo el cafe al dormitorio y salio al cabo de unos minutos con un sueter azul marino encima de la camiseta. Se habia quitado el bigote y la barba y llevaba una gorra de beisbol y una bolsa de plastico pequena.
– Las pruebas de nuestro cambio de imagen -senalo Lee.
– ?Sin disfraz?
– La senora Carter esta acostumbrada a mi noctambulismo, pero si entro en su casa con el aspecto de otra persona sera demasiado para ella a estas horas de la manana. Y no quiero que luego pueda describirnos.
– Se te da bien todo esto -dijo Faith-. Me quedo mas tranquila.
Lee llamo a Max. El enorme perro paso del pequeno salon a la cocina, se desperezo y se sento junto a su amo.
– Si suena el telefono, no respondas. Y no te acerques a las ventanas.
Faith asintio y entonces Lee y Max se marcharon. Tomo la taza de cafe y recorrio el pequeno apartamento. Era una curiosa mezcla entre una residencia de estudiantes desordenada y el hogar de una persona mas madura. Donde debia estar el comedor, Faith encontro un gimnasio casero. No habia aparatos caros ni de alta tecnologia, solo mancuernas, un banco de pesas y unas espalderas. En un rincon pendia un saco de arena pesado y al lado una pera de boxeo. En una pequena mesa de madera situada junto a una caja de polvos de talco habia unos guantes de boxeo y mitones para las pesas, cintas para las manos y varias toallas. En otro rincon Faith vio una pelota medicinal.
En las paredes habia fotos de hombres con los uniformes blancos de la Marina. No le costo reconocer a Lee. Habia cambiado poco desde los dieciocho anos. Sin embargo, los anos habian marcado su rostro con lineas y angulos que lo hacian incluso mas atractivo, mas seductor. ?Por que el envejecimiento favorecia mas a los hombres? Habia fotos en blanco y negro de Lee en el cuadrilatero y una en la que levantaba el brazo en senal de victoria, con una medalla en el pecho. Su expresion era relajada, como si hubiera sabido que ganaria; de hecho, como si perder le pareciera imposible.
Faith golpeo el saco de arena con suavidad y, acto seguido, le dio una punzada en la mano y la muneca. En aquel momento recordo lo grandes y gruesas que eran las manos de Lee y que sus nudillos semejaban una cordillera en miniatura. Un hombre muy fuerte, duro y con muchos recursos; un hombre que resistiria cualquier castigo. Faith esperaba que estuviese siempre de su lado.
Entro en el dormitorio. Sobre la mesita de noche descansaba un movil y al lado un dispositivo de alarma portatil. Faith habia estado demasiado agotada la noche anterior para reparar en ellos. Se pregunto si Lee dormia con la pistola bajo la almohada. ?Era un paranoico o sabia algo que el resto del mundo desconocia?
De repente una idea le vino a la mente: ?no tendria Lee miedo de que ella se escapara? Regreso al vestibulo. La entrada estaba cubierta; si se marchaba por ahi Lee la veria. No obstante, habia una puerta trasera en la cocina que daba a la escalera de incendios.
Se aproximo e intento abrirla. Estaba cerrada con cerrojos de seguridad, de aquellos que solo pueden abrirse con una llave incluso desde el interior. Las ventanas tambien tenian cerraduras. A Faith le dio rabia sentirse atrapada, pero lo cierto era que habia estado atrapada mucho antes de que Lee apareciera en su vida.
Continuo vagando por el apartamento. Sonrio al ver la coleccion de discos guardados en sus fundas originales y un poster enmarcado de la pelicula El golpe. Dudo que tuviera un reproductor de CD o television por cable. Abrio otra puerta y entro en la habitacion. Se dispuso a encender la luz y se detuvo al oir un sonido que le llamo la atencion. Se acerco a la ventana, separo las persianas unos centimetros y echo un vistazo al exterior. Ya era de dia, aunque el cielo todavia estaba gris y plomizo. No vio a nadie, pero eso no significaba nada. Podria cercarla un ejercito sin que ella se enterase.
Encendio la luz y miro en torno a si, sorprendida. Estaba rodeada de archivadores, un escritorio, un sofisticado sistema telefonico y varios estantes repletos de manuales. En la pared habia tableros con notas pegadas. Sobre el escritorio vio varios archivos ordenados, un calendario y los accesorios tipicos de un escritorio. Al parecer, Lee tambien empleaba su casa como lugar de trabajo.
Si se trataba de su despacho, era posible que su expediente estuviera alli. Seguramente Lee todavia tardara varios minutos mas. Comenzo a hojear con cuidado los documentos que habia en el escritorio. Luego inspecciono los cajones del escritorio y los archivadores. Por lo visto, Lee era muy organizado y tenia muchos clientes, en su mayoria bufetes y empresas. Supuso que eran abogados de la defensa porque los fiscales ya contaban con sus propios detectives.
De repente sono el telefono y Faith se sobresalto. Temblando, se acerco al escritorio. La unidad base tenia una pantalla de cristal liquido. Obviamente, Lee disponia de un identificador de llamadas porque el numero de la persona que telefoneaba aparecio en la pantalla. Era de larga distancia, con el prefijo 215. Faith recordo que correspondia a Filadelfia. Sono la voz de Lee, pidiendo dejaran el mensaje despues de la senal. Cuando la persona comenzo a hablar, a Faith se le helo la sangre.
– Donde esta Faith Lockhart? -inquirio la voz de Danny Buchanan.
Danny continuo formulando preguntas en tono afligido: ?que habia averiguado Lee? Queria respuestas y no estaba dispuesto a esperar. Buchanan dejo un numero de telefono y luego colgo. Faith comenzo a retroceder del escritorio. Se quedo quieta, paralizada por lo que acababa de escuchar. Transcurrio un largo minuto durante el cual los pensamientos de traicion se arremolinaron en su cabeza como confeti en un desfile. Luego oyo un sonido a su espalda y se volvio. Dejo escapar un grito corto y agudo y se le corto la respiracion por unos instantes. Lee la observaba fijamente.
Buchanan recorrio el atestado aeropuerto con la vista. Se habia arriesgado al llamar a Lee Adams directamente, pero le quedaban pocas alternativas. Mientras inspeccionaba la zona, se pregunto cuales de aquellas personas serian. ?La anciana de la esquina con el bolso enorme y el pelo recogido en un mono? Habia venido en el mismo vuelo que Buchanan. Un hombre alto de mediana edad habia estado recorriendo el pasillo de un lado a otro mientras Buchanan llamaba. Tambien habia tomado el avion de National.
Lo cierto es que los agentes de Thornhill podian estar en cualquier lugar. Era como un ataque con gas nervioso; impedia avistar al enemigo. Un sensacion de absoluta desesperanza se apodero de el.
Lo que mas habia temido era que Thornhill intentara implicar a Faith en su confabulacion o que, de repente, considerara que era un lastre. Si bien habia apartado a Faith de su lado, jamas la habria abandonado. Por eso habia contratado a Adams para que la siguiera. A medida que se aproximaba el final, tenia que asegurarse de que Faith continuase sana y salva.
Habia consultado la guia telefonica y se habia basado en la logica mas sencilla que se le habia ocurrido. Lee Adams era la primera persona que aparecia en la lista de investigadores privados. Buchanan estuvo a punto de reirse por lo que habia hecho. Pero, a diferencia de Thornhill, no tenia un ejercito a sus ordenes. Suponia que Adams no habia informado de sus descubrimientos porque estaba muerto.
Se detuvo por unos instantes. ?Debia correr hasta el mostrador de venta de billetes, reservar el primer vuelo disponible a cualquier lugar remoto y perderse? Una cosa era sonar despierto y otra muy distinta llevar sus suenos a la practica. Imagino que ocurriria si intentaba huir: el ejercito de Thornhill,