poco que decirnos el uno al otro.

El suspiro pesadamente, sus ojos ambar destelleando hacia ella.

– Estas siendo particularmente dificil, cuando todo lo que estoy pidiendo es que te sientes en una silla mientras yo te doy noticias del tuo fratello.

La hizo sentir infantil y tonta y un tanto avergonzada de si misma. No era culpa de el que ella ardiera cada vez que la miraba. Tras su posesion, su cuerpo ya no parecia suyo, sino de el. El anhelo por el era algo terrible, aunque la mirara con esos extranos ojos suyos y su mascara de indiferencia.

El deseaba una amante, no una esposa. Su padre le habia advertido que nunca se entregara a un hombre sin matrimonio, pero una vez mas ella habia escogido su propio camino, y habia ocurrido el desastre. Isabella agacho la cabeza para evitar que leyera sus humillantes pensamientos y con gran dignidad se sento en la silla de respaldo alto mas alejada del fuego.

– Scusi, Signor DeMarco. Por favor deme noticias del mio fratello, ya que estoy bastante ansiosa por su llegada.

Isabella sonaba tan sumisa, eso casi rompio el corazon de Nicolai. Parecia sola y vulnerable sentada en su gran silla. Deseo desesperadamente ofrecerle consuelo pero no se atrevia a confiar en si mismo teniendola cerca.

– Temo que las noticias no son buenas, cara mia. Lucca esta bastante enfermo, y se han visto forzados a detenerse con la esperanza de ayudarle. La escolta del don envio aviso prontamente de que le permitirian descansar antes de continuar el viaje.

Los ojos oscuros de Isabella se abrieron con sorpresa, con temor. La compasion en la voz de Nicolai casi fue su perdicion.

– ?Los hombres del don le escoltan?

– Rivellio insistio. Desea ayudarme en cualquier modo posible. -dijo Nicolai secamente-. Sospecho que en realidad desea echar una mirada a este valle con la esperanza de adquirirlo algun dia a traves de alguna traicion o batalla.

– Probablemente estan matando a Lucca. Don Rivellio detesta al mio fratello. No le quiere vivo. Debo ir con el al momento, Signor DeMarco. Por favor haz que preparen mi caballo, y yo empacare unas pocas cosas.

Nicolai ya estaba sacudiendo la cabeza.

– Sabes que eso no es posible, Isabella. He enviado a varios de mis hombres de mas confianza, y ellos veran si Lucca esta lo bastante bien para viajar y le escoltaran al castello tan pronto como su salud lo permita. Los hombres de Rivellio no se atreverian a traerme un hombre muerto.

Ella salto de la silla y paseo inquietamente por el brillante suelo. El halcon agito las alas como advertencia, pero le lanzo una sola mirada feroz, y el pajaro de presa se aposento docilmente.

Nicolai la observo, admirando la pasion en ella… tanta pasion que su cuerpo bien proporcionado a penas podia contanerla. Su propio cuerpo se endurecio con el implacable dolor del deseo. Del hambre. Poseerla podria no ser suficiente. Devorarla no seria suficiente. Ella era fuego y coraje, el epitome de las caracteristicas que deseaba en si mismo. Era una llama viviente, y hacerle el amor era un viaje interminable al extasis erotico. Deseo arrastrarla hacia el, aplastar su boca bajo la de el.

Se detuvo directamente ante el, inclinando la cabeza hacia atras para poder mirarle. La accion expuso la linea vulnerable de su garganta. Sus grandes ojos resplandecian de genio, y sus dedos se cerraban en punos.

– Quizas me ha malinterpretado, signore. No estaba pidiendo una escolta. Soy consciente de que necesita a su gente aqui. Soy perfectamente capaz de encontrar mi camino hasta el mio fratello. -Estaba haciendo todo lo que podia para hablar cortesmente, pero su respiracion se estaba acelerando, e incluso su boca sensual daba prueba de su agitacion-. No me arriesgare con la vida de Lucca. Prefiero asegurarme de que los hombres del don no hacen dano al mio fratello de ningun modo.

Era tan hermosa, Nicolai deseo arrastrarla a el, aplastar su perfecta y temblorosa boca contra la suya. Aplastar su cuerpo bajo el peso del suyo propio y enterrarse profundamente dentro de ella, donde habria un calor blanco y ardiente. Le volvia loco, algo que un DeMarco mal podria permitirse. Podia sentir su primitiva naturaleza alzarse, llamarle, exigir que la abrazara, exigir que tomara lo que era suyo y la retuviera contra todo enemigo. Como precaucion, se deslizo mas aun entre las sombras. ?Tan animal era que no podia controlar sus pasiones cuando ella estaba cerca? Su cuerpo sufria una dolorosa dureza, su ereccion era gruesa y pesada de deseo por ella. Incluso ahora, cuando estaba entregando noticias que la contrariaban, estaba sediendo de los lujuriosos placeres de su cuerpo. Era una idea aterradora el que la bestia estuviera ganando control mas rapido de lo que esperaba.

– No te he malinterpretado, Isabella -Su voz fue brusca, suave, un grunido de advertencia escapo de las profundidades de su garganta-. Tengo muchos enemigos a los que les encantaria poner las manos sobre ti, Rivellio es uno de ellos. Estas protegida en este valle, y no saldras.

Las cejas de ella se alzaron.

– ?Eso es ridiculo! Ya no soy tu prometida. Solo tienes que anunciarlo al mundo, y la amenaza habra desaparecido. En cualquier caso, evidentemente estoy mas en peligro aqui de lo que estare en ningun otro sitio… me lo dijiste tu mismo. Nicolai, no estoy huyendo de ti. Volvere inmediatamente. Sabes que debo ir con Lucca.

– Y tu sabes que no puedo permitirlo -Su voz fue tranquila, ronroneando una amenaza.

Para cualquier otro que no fuera Isabella, esa nota peligrosa en su voz habria sido advertencia suficiente. Pero sus ojos mantenian los principios de una turbulenta tormenta.

– ?No puedes permitirlo, Nicolai, o no lo permitiras?

– Si lo prefieres, enviare al Capitan Bartolmei junto con los que dan escolta a nuestro sanador. El personalmente vera que tu hermano este listo para viajar y le escoltara de vuelta tan rapidamente como sea posible -Se encontro a si mismo intentando apaciguarla.

– Entonces estare perfectamente a salvo viajando con el capitan -desafio ella.

El gruno. Realmente gruno. Pero ni siquiera eso fue suficiente para expresar la intensidad de sus emociones. Otro sonido retumbo en las profundidades de su garganta, subiendo de volumen. Un rugido lleno la habitacion, una explosion de rabia que sacudio el ala entera del palazzo, haciendo que las alas del halcon se agitaran salvajemente con alarma y los leones de las proximidades respondieran rugido con rugido, como si el don fuera uno de ellos. En las profundidades de las sombras sus ojos ambar resplandecieron con extranas llamas. Su pelo estaba despeinado por pasarse constantemente los dedos por el. Caia alrededor de su cara, largo y peludo, bajando por su espalda. Temiendo poder parecer mas bestia que nunca, Nicolai se deslizo mas profundamente en el interior del hueco.

Su estomago se tenso ante la idea misma de ella viajando durante dias y noches en compania de Rolando Bartolmei. Amigo de la ninez o no, Nicolai no queria a Isabella buscando solaz en los brazos de otro hombre. Ni siquiera inocentemente. Si su hermano no sobrevivia, y ella estaba apesadumbrada, seria perfectamente natural para Bartolmei consolarla.

Isabella se dio la vuelta, toda inquieta energia, sus ojos lanzando tormentosamente llamas hacia el. Le asecho adentrandose en las sombras mientras el retrocedia aun mas.

– A mi no me grunas, Nicolai DeMarco, y no te atrevas a rugir. Tengo todo el derecho a estar molesta contigo y tu dictadura. No tienes razon para estar enfadado conmigo en absoluto. Tengo intencion de ir con el mio fratello y asegurarme de que su salud mejora. Tengo mi propio caballo y no necesito a tu capitan ni tu permiso.

– No me amenaces, Isabella -Su voz fue baja, controlada. Cuido de dejar sus manos para si mismo, aunque la fragancia de ella llenaba sus pulmones y hacia cosas malvadas a su cuerpo-. El sanador te traera vivo a tu hermano y tan rapidamente como sea posible. Deja que eso sea suficiente. -Los celos, una emocion inoportuna y poco atractiva, le estaban carcomiendo. ?Si Rolando le traia a su amado hermano de vuelta feliz y a salvo, ella estaria agradecida a Bartolmei, mirandole con afecto? Nicolai estaba avergonzado de sus pensamientos, avergonzado de su incapacidad para controlar sus emociones. Siempre habia sido tan disciplinado.

El aliento de Isabella quedo atascado en su garganta de puro ultraje. Cerro la distancia entre ellos con tres zancadas furiosas, sin prestar atencion a lo imprudente de lo que estaba haciendo. La furia era una energia que crujia en la habitacion, feroz y apasionada.

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