– Si. Un grupo de personas que estan conectadas al mismo tiempo pueden encontrarse en Internet. Este es un chat privado, solo para mujeres. Hay que conocer todas las contrasenas correctas para entrar. Y todo lo que se ve en la computadora son nombres para la ocasion. No se trata de nombres ni de caras reales, de modo que todos pueden conservar el anonimato. Nos permite sentirnos lo bastante seguras como para compartir nuestros secretos. -Hizo una pausa-.?Nunca participo en uno?

– Me temo que hablar con extranos sin rostro no me atrae demasiado.

– A veces -dijo con voz apenas audible- un extrano sin rostro es la unica persona con la que uno puede hablar.

Sintio la profundidad del dolor en su frase, y no pudo pensar en nada adecuado para responderle.

Tras un momento, ella inspiro profundo y se concentro no en el, sino en sus propias manos, dobladas sobre su falda.

– Nos encontramos una vez por semana, los miercoles a las nueve de la noche. Entro conectandome, haciendo clic en el icono del chat, y escribiendo primero PTSD, y luego ayudamujer. Y ya estoy alli. Me comunico con las otras mujeres escribiendo mensajes y enviandolos a traves de Internet. Nuestras palabras aparecen en pantalla, donde todas podemos verlas.

– ?PTSD? Eso significa…

– Desorden de estres postraumatico. Un hermoso termino clinico para designar el sufrimiento de las mujeres de ese chat.

– ?De que clase de trauma estamos hablando?

Ella levanto la cabeza y lo miro a los ojos.

– Violacion.

La palabra parecio flotar entre ambos por un momento, su mismo sonido cargaba el aire. Dos silabas brutales con la fuerza de un golpe fisico.

– Y usted se mete ahi por lo de Andrew Capra -dijo con amabilidad-. Por lo que le hizo a usted.

Su mirada vacilo y luego cayo.

– Si -susurro. Una vez mas se miraba las manos. Moore la observaba, sintiendo aumentar la furia por lo que le habia pasado a Catherine. Lo que Capra habia arrancado a su alma. Se preguntaba como seria antes del ataque. ?Mas calida, mas amigable? ?O habria sido siempre tan ajena al contacto humano, como un pimpollo quemado por la escarcha?

Ella se irguio un poco.

– Asi fue, entonces, como conoci a Elena Ortiz. No sabia su nombre real, desde luego. Solo conoci el nombre que usaba para el chat, Posey Cinco.

– ?Cuantas mujeres hay en este chat?

– Varia segun las semanas. Algunas abandonan. Otros pocos nombres nuevos aparecen. En una noche puede haber entre tres y una docena de nosotras.

– ?Como se entero de su existencia?

– Por una publicidad para victimas de violacion. Se les da a las mujeres en las clinicas y hospitales de la ciudad.

– ?Entonces estas mujeres del chat pertenecen todas al area de Boston?

– Si.

– ?Y Posey Cinco participaba regularmente?

– Estaba alli, a veces si y a veces no, en los ultimos dos meses. No decia gran cosa, pero yo veia su nombre en la pantalla y sabia que estaba.

– ?Hablo con ustedes sobre su violacion?

– No. Solo escuchaba. Le mandabamos saludos. Y ella agradecia esas muestras de atencion. Pero no hablaba sobre ella. Era como si tuviera miedo de hacerlo. O quiza le daba demasiada verguenza.

– Entonces no sabe si fue o no violada.

– Se que lo fue.

– ?Como?

– Porque Elena Ortiz fue tratada en esta sala de emergencia.

El la miro incredulo.

– ?Encontro su ficha medica?

Ella asintio.

– Se me ocurrio que debia haber necesitado tratamiento medico tras el ataque. Este es el hospital mas cercano a su domicilio. Corrobore con la computadora del hospital. Posee los nombres de todos los pacientes atendidos en emergencia. Su nombre estaba alli. -Se puso de pie-. Le mostrare la ficha.

El la siguio fuera del cuarto de guardia, de vuelta hacia la sala de emergencias. Era viernes por la noche, y los heridos entraban en hordas por la puerta. El empleado que se emborracha los fines de semana, torpe todavia por los efectos del alcohol, sosteniendo una bolsa de hielo sobre su cara golpeada. El adolescente impaciente que perdio su carrera contra la luz amarilla. El ensangrentado y amoratado ejercito nocturno de los viernes, abriendose paso a tropezones desde la noche. El Centro Medico Pilgrim era uno de los servicios de emergencias mas atareados de Boston, y Moore sintio que caminaba por el corazon del caos mientras esquivaba enfermeras y saltaba por encima de charcos de sangre recientes.

Catherine lo guio hasta el archivo de emergencias, un espacio del tamano de un armario con dos estantes de pared a pared llenos de biblioratos de tres anillos.

– Aqui es donde se almacenan temporariamente los formularios de las consultas -dijo Catherine. Saco uno de los biblioratos rotulado 7 de mayo-14 de mayo. -Cada vez que se atiende un paciente en emergencias, se llena un formulario. Por lo general son de una pagina, y contienen una nota del medico, mas las instrucciones para el tratamiento.

– ?No se hace una carpeta para cada paciente?

– Si se trata de una sola visita a emergencias, entonces no se adjunta a ninguna carpeta. El unico documento es el formulario de la consulta. Esto se traslada mas tarde a la seccion de archivos medicos del hospital, donde se escanean y se almacenan en un disco. -Abrio el bibliorato del 7 al 14 de mayo-. Aqui esta.

El se paro detras de Catherine y leyo sobre su hombro. La fragancia de su pelo lo distrajo por un momento, y tuvo que obligarse a prestar atencion a la pagina. La visita estaba fechada el 9 de mayo a la una de la manana. El nombre, la direccion y la factura de la paciente estaban mecanografiados en el borde superior de la pagina; el resto habia sido manuscrito en tinta. «Caligrafia medica», penso, mientras se esforzaba por descifrar las palabras, de las que solo pudo entender el primer parrafo, que habia sido escrito por la enfermera.

Mujer latina de veintidos anos, atacada sexualmente dos horas atras. No es alergica, no toma medicamentos. Presion sanguinea: 105/70, peso: 47 kg.

El resto de la pagina era indescifrable.

– Tendra que traducirlo para mi -dijo el.

Ella lo miro por encima del hombro, y sus caras estaban de repente tan cerca que Moore sintio que se le cortaba el aliento.

– ?No puede leerlo? -le pregunto.

– Puedo leer las huellas de llantas de un auto. Esto no lo puedo leer.

– Es la letra de Ken Kimball. Reconozco su firma.

– Yo ni siquiera lo reconozco como ingles.

– Para otro medico es perfectamente legible. Solo tiene que conocer el codigo.

– ?Y eso se lo ensenan en la facultad de medicina?

– Junto con la letra movida y las instrucciones para decodificarla.

Era extrano intercambiar bromas sobre un asunto tan sombrio; mas extrano aun escuchar que algo comico pudiera provenir de labios de la doctora Cordell. Era su primer atisbo de la mujer tras el caparazon. La mujer que habia sido antes de que Andrew Capra le inflingiera el dano.

– El primer parrafo es el examen fisico -le explico-. Usa abreviaturas medicas, coong significa cabeza, oidos, ojos, nariz y garganta. Tenia un hematoma en la mejilla izquierda. Los pulmones estaban despejados, y el corazon sin murmullos ni galope.

– ?O sea?

– Normal.

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