– Tambien, y muy convenientemente, le dio un disparo mortal.
– ?Que pretendes, arrestar al fantasma?
– ?Hablaste alguna vez con la victima sobreviviente? -pregunto Rizzoli.
– No.
– ?Por que no?
– ?Cual hubiera sido el punto?
– El punto es que te hubieras enterado de algo interesante. Como, por ejemplo, que abandono Savannah al poco tiempo del ataque. Y adivina donde vive ahora.
A traves del siseo del celular pudo escuchar la corriente de su propio pulso.
– ?Boston? -pregunto en voz baja.
– Y no vas a creer como se gana la vida.
Tres
La doctora Catherine Cordell paso a toda velocidad por el corredor del hospital, las suelas de sus zapatillas chillando contra el piso de linoleo, y abrio con un empujon la puerta de dos hojas de la sala de emergencias.
– ?Estan en Traumatismo Dos, doctora Cordell! -exclamo una enfermera.
– Alla voy -dijo Catherine, moviendose como un misil teledirigido hacia Traumatismo Dos.
Media docena de caras le manifestaron su alivio con la mirada mientras entraba en la sala. Con un solo vistazo aprecio la situacion, observo una marana de instrumental quirurgico brillando sobre una bandeja, las vias intravenosas con bolsas de lactato de Ringer colgando como pesados frutos de troncos de acero, gasas estriadas de sangre y envoltorios desgarrados tirados por todo el piso. Un acelerado ritmo sinusal marcaba una linea crispada sobre el monitor cardiaco; el patron electrico de un corazon en carrera contra la muerte.
– ?Que tenemos aqui? -pregunto mientras el personal se hacia a un lado para dejarla pasar.
Ron Littman, residente avanzado de cirugia, le hizo un informe relampago.
– NN masculino, peaton, golpeado por un auto que huyo. Ingreso en emergencias inconsciente. Pupilas simetricas y reactivas, pulmones despejados, pero el abdomen esta distendido. No hay sonidos hidroaereos. Presion sanguinea por debajo de sesenta. Le hice una paracentesis. Tiene una hemorragia en el abdomen. Le aplicamos una via intravenosa con lactato de Ringer al maximo, pero no podemos mantener la presion.
– ?Sangre RH negativo y plasma fresco en camino?
– Deberian llegar en cualquier momento.
El hombre sobre la mesa estaba desnudo, con cada detalle intimo expuesto cruelmente a su mirada. Parecia cercano a los sesenta, y ya estaba intubado y con respirador. Los flacidos musculos se plegaban en capas sobre los miembros descarnados, y las costillas sobresalian como aspas arqueadas. «Una enfermedad cronica preexistente», penso. Cancer era su primera apuesta. El brazo derecho y la cadera estaban escoriados y sanguinolentos a causa del raspon contra el pavimento. En el extremo derecho de su torso, un hematoma formaba un continente purpura sobre el pergamino blanco de la piel. No habia heridas profundas.
Ella se coloco el estetoscopio para verificar lo que el residente acababa de decirle. No pudo escuchar sonidos en el abdomen. Ni siquiera un grunido. El silencio de un traumatismo intestinal. Deslizando el diafragma del estetoscopio hacia el pecho, escucho el sonido de la respiracion, y confirmo que el tubo endotraqueal estaba correctamente colocado y que ambos pulmones recibian aire. El corazon latia como un puno contra la pared del pecho. Su examen solo fue cuestion de segundos, aunque sentia que se movia en camara lenta y que, a su alrededor, la sala llena de personal esperaba congelada en el tiempo, a la espera de su siguiente movimiento.
– ?Apenas puedo mantener la presion sistolica en cincuenta! -exclamo una enfermera.
El tiempo corria a una velocidad temible.
– Guardapolvos y guantes -dijo Catherine-. Abran la bandeja de laparotomia.
– ?Por que no lo llevamos al quirofano? -dijo Littman.
– Todas las salas estan ocupadas. No podemos esperar. -Alguien le alcanzo una cofia descartable. A toda velocidad ato su largo pelo rojo y se ajusto el barbijo. Una enfermera ya le tendia un guardapolvos quirurgico esterilizado. Catherine deslizo sus brazos en las mangas y encajo las manos dentro de los guantes. No tenia tiempo para lavarse, no tenia tiempo para vacilar. El desconocido estaba bajo su responsabilidad y solo contaba con ella.
Se colocaron lienzos esterilizados sobre el pecho y la pelvis del paciente. Ella arrebato unos hemostatos de la bandeja y sujeto velozmente los lienzos en su lugar, apretando los dientes de acero con un satisfactorio sonido.
– ?Donde esta esa sangre? -exclamo.
– Estoy chequeando con el laboratorio -dijo una enfermera.
– Ron, tu seras el primer asistente -le dijo Catherine a Littman. Recorrio la sala con la vista y se detuvo en el joven palido parado junto a la puerta. Su identificacion decia: «Jeremy Barrows, Estudiante de Medicina»-. Tu - dijo-. Tu seras el segundo asistente.
El panico cruzo por los ojos del joven.
– Pero… Solo estoy en segundo ano. Yo vine para…
– ?Podemos conseguir a otro residente de cirugia?
Littman movio la cabeza.
– Todos estan ocupados. Hay una lesion de cabeza en Traumatismo Uno, y una emergencia al final del pasillo.
– De acuerdo. -Se volvio hacia el estudiante-. Barrows, seras tu. Enfermera, consigale guantes y guardapolvos.
– ?Que tengo que hacer? Yo en realidad no se…
– Mira, ?quieres ser medico? ?Entonces ponte los guantes!
Intensamente sonrojado, se dio vuelta para vestirse con el guardapolvos. El muchacho estaba asustado pero, en muchos sentidos, Catherine preferia a un estudiante ansioso como Barrows a uno arrogante. Habia visto a muchos pacientes muertos a causa del exceso de confianza de un medico.
Una voz carraspeo en el intercomunicador.
– Hola. ?Traumatismo Dos? Es el laboratorio. Tenemos un hematocrito del paciente. Es de quince.
«Esta desangrandose», penso Catherine.
– ?Necesitamos el RH negativo ahora!
– Esta en camino.
Catherine tomo un escalpelo. El peso de la empunadura y el contorno del acero le resultaban comodos al tacto. Era una extension de su propia mano, de su propia carne. Aspiro brevemente, inhalando el olor del alcohol y del talco de los guantes. Luego presiono el filo de la hoja contra la piel y practico una incision en el centro exacto del abdomen.
El escalpelo trazo una brillante linea de sangre sobre la tela blanca de la piel.
– Preparen las planchas de succion y laparotomia -dijo-. Tenemos un abdomen lleno de sangre.
– La presion apenas se mantiene en cincuenta.
– ?Tenemos RH negativo y plasma fresco! Ya lo estoy colgando.
– Que alguien controle el ritmo. Mantenganme informada de lo que hace -dijo Catherine.
– Taquicardia sinusal. Se mantiene en uno cincuenta.
Corto la piel y la grasa subcutanea, ignorando la hemorragia de la pared abdominal. No perdio el tiempo con sangrados menores; la hemorragia mas seria se hallaba dentro del abdomen, y debia ser detenida. El bazo o el higado danado eran la fuente mas probable.
La membrana peritoneal surgio hinchada, tensa de sangre.
– Esto va a ensuciar mucho -advirtio con el filo listo para penetrar. A pesar de estar preparada para el chorro, la primera penetracion de la membrana libero un borboton de sangre tan explosivo que sintio una oleada de