ayudarnos. Que querria evitar que sucediera lo mismo con otras mujeres.
– ?Esto no tiene nada que ver conmigo! Andrew Capra esta muerto. Esta muerto desde hace dos anos.
– Si. Lei el informe de su autopsia.
– Bien, yo puedo garantizarle que esta muerto -respondio Catherine-. Porque fui yo la que mate a tiros a ese hijo de puta.
Cuatro
Moore y Rizzoli transpiraban dentro del auto, con el aire caliente rugiendo desde la salida de ventilacion. Hacia diez minutos que estaban atrapados en un embotellamiento, y el auto no se enfriaba.
– Los que pagan impuestos obtienen aquello por lo que pagan -dijo Rizzoli-. Y este auto es un monton de chatarra.
Moore apago la ventilacion y bajo la ventanilla. El olor del pavimento caliente y de los escapes soplo dentro del auto. Ya estaba banado en sudor. No lograba entender como Rizzoli podia seguir con su chaqueta puesta; el se habia quitado su saco al minuto de salir del Centro Medico Pilgrim, cuando los envolvio un pesado manto de humedad. Sabia que ella debia de sentir el calor, porque vio la transpiracion brillante sobre su labio superior, un labio que probablemente nunca habia conocido el lapiz labial. Rizzoli no era fea, pero mientras que otras mujeres se realzan con maquillaje o usan aretes, Rizzoli parecia determinada a opacar sus atractivos. Usaba unos lugubres trajes oscuros que no favorecian su pequena contextura, y su pelo era una descuidada mata de rizos negros. Ella era asi, y lo aceptabas o te podias ir sencillamente al infierno. Entendia la razon por la que habia adoptado esa actitud de «vete a la mierda»; probablemente la necesitaba para sobrevivir como mujer policia. Rizzoli era, por sobre todo, una sobreviviente.
Tanto como lo era Catherine Cordell. Pero la doctora Cordell habia desarrollado una estrategia diferente: la retirada. La distancia. Durante la entrevista sintio que la miraba a traves de un vidrio escarchado, tan distante le habia parecido.
Era ese distanciamiento lo que fastidiaba a Rizzoli.
– Hay algo extrano en ella -dijo-. Falta algo en el sector de los sentimientos.
– Es una cirujana de traumatismos. Esta entrenada para mantenerse fria.
– Una cosa es el frio y otra, el hielo. Hace dos anos fue atada, violada, y casi destripada. Y ahora se jacta de esa maldita tranquilidad sobre el asunto. Me llama la atencion.
Moore freno ante una luz roja y se quedo observando el callejon lateral enrejado. El sudor se deslizaba en minusculas gotas por su espalda. No funcionaba bien en el calor; lo hacia sentir torpe y estupido. Lo hacia anhelar el fin del verano, la pureza de la primera nevada…
– ?Moore! -dijo Rizzoli-. ?Estas escuchando?
– Su autocontrol es demasiado rigido -concedio. «Pero no se trata de hielo», penso al recordar como temblaba la mano de Catherine Cordell cuando le devolvia las fotos de las dos mujeres.
De vuelta en su escritorio, sorbio un poco de Coca tibia y releyo el articulo publicado unas pocas semanas atras en el Boston Globe: «Mujeres de cuchillos tomar». Describia a tres cirujanas en Boston; sus triunfos y sus dificultades, en particular los problemas que enfrentaba cada una en su especialidad. De las tres fotografias, la de Cordell era la mas cautivante. No se trataba unicamente de su atractivo; era su mirada, tan orgullosa y directa que parecia desafiar a la camara. La foto, como el articulo, reforzaba la impresion de que esta mujer tenia toda su vida bajo control.
Hizo a un lado el articulo y se quedo pensando en lo erradas que pueden ser las primeras impresiones. En lo facil que el dolor puede ser enmascarado por una sonrisa, por un airado menton apuntado hacia arriba.
Abrio otro archivo. Tomo aire, y releyo el informe policial de Savannah sobre el doctor Andrew Capra.
Capra llevo a cabo su primer asesinato conocido mientras era estudiante avanzado de medicina en la Universidad de Emory, en Atlanta. La victima era Dora Ciccone, una graduada de veintidos anos cuyo cuerpo habia sido encontrado atado a la cama, en su departamento, fuera del campus universitario. Durante la autopsia, encontraron trazos de la droga tipica de citas y violaciones, Rohypnol, en su aparato circulatorio. El apartamento no mostraba indicios de una entrada forzada.
La victima habia invitado al asesino a su hogar.
Una vez drogada, Dora Ciccone fue atada a la cama con cuerdas de nailon, y sus gritos fueron sofocados con tela adhesiva. El asesino primero la violo. Luego procedio a cortar.
Estaba viva durante la operacion.
Cuando completo la extirpacion, y se llevo su recuerdo, le administro el coup de grace: un unico corte profundo a traves del cuello, de izquierda a derecha. A pesar de que la policia habia obtenido ADN del asesino, no tenian mas pistas. La investigacion se complico por el hecho de que Dora era conocida por ser una chica facil que gustaba de recorrer los bares locales y que a menudo llevaba a su casa hombres que acababa de conocer. La noche que murio, el hombre que llevo a su casa era un estudiante de medicina llamado Andrew Capra. Pero el nombre de Capra no llamo la atencion de la policia hasta que tres mujeres mas fueron masacradas en la ciudad de Savannah, a trescientos veinte kilometros de distancia.
Finalmente, una bochornosa noche de junio, los asesinatos terminaron.
Catherine Cordell, de treinta y un anos, jefa de cirugia en el Hospital Riverland de Savannah, se sorprendio al escuchar que llamaban a su puerta. Al abrir se encontro con Andrew Capra, uno de los residentes de cirugia, de pie en el umbral. Ese mismo dia, en el hospital, ella lo habia reprendido por un error, y ahora la visitaba desesperado por encontrar la manera de resarcirse. ?Podria ella ser tan amable de dejarlo pasar para hablar del tema? Tras un par de cervezas, repasaron la actuacion de Capra como residente. Todos los errores que habia cometido, los pacientes que podria haber perjudicado a causa de su negligencia. Ella no le endulzo la verdad: Capra estaba fallando, y no se le permitiria concluir con el programa de cirugia. En algun momento de la velada, Catherine abandono la habitacion para ir al bano, luego volvio para retomar la conversacion y termino su cerveza.
Cuando volvio en si, se encontro desnuda y atada a la cama con cuerdas de nailon.
El informe policial describia con horrorosos detalles la pesadilla que siguio.
Las fotografias que le tomaron en el hospital revelaban a una mujer de ojos enajenados, mas una mejilla golpeada y horriblemente hinchada. Todo lo que se veia en esa foto estaba resumido bajo el titulo generico de «victima».
No era una palabra que combinara bien con la extrana compostura de la mujer que habia conocido hoy.
Ahora, releyendo la declaracion de Cordell, podia escuchar su voz en la mente. Las palabras no pertenecian a una victima anonima, sino a una mujer de cara conocida.
No se como logre liberar mi mano. La muneca esta ahora despellejada, de modo que debo de haber forcejeado contra la cuerda. Lo siento, pero no tengo las cosas muy claras en mi cabeza. Todo lo que recuerdo es que buscaba el escalpelo, segura de que tenia que tomarlo de la bandeja. Que tenia que cortar las cuerdas, antes de que volviera Andrew…
Recuerdo haber rodado hacia un extremo de la cama. Cai al piso y me golpee la cabeza. Luego trate de encontrar el revolver. Es el revolver de mi padre. Despues de que mataran a la tercera mujer en Savannah, el insistio en que lo conservara.
Recuerdo que tantee debajo de la cama en busca del revolver. Lo encontre. Recuerdo el sonido de los pasos. Luego… no estoy segura. Debe de haber sido entonces que le dispare. Si, creo que eso fue lo que sucedio. Me dijeron que le di dos veces. Supongo que debe de ser asi.
Moore se detuvo, reflexionando acerca de la declaracion. Balistica habia confirmado que ambas balas fueron disparadas con la misma arma, registrada a nombre del padre de Catherine, y que fue encontrada a un costado de la cama. Los analisis de sangre del hospital confirmaron la presencia del Rohypnol, una droga amnesica, en su flujo sanguineo, por lo que era plausible que tuviera lagunas en su memoria. Cuando Cordell fue llevada a emergencias, los medicos establecieron que estaba confundida, o bien por la droga, o bien por una posible contusion. Unicamente un pesado golpe en la cabeza podia haberle dejado la cara tan amoratada e hinchada. Ella