– Sabes, no me molestaria que me pidieras un favor de tanto en tanto -dijo con suavidad-. Es parte de trabajar juntos. De ser colegas. ?No te parece?

Ella no contesto.

El volvio a su oficina.

– Te veo manana.

– ?Peter?

– ?Si?

– Con respecto a esos dos policias, y la razon por la que vinieron a verme…

– No es necesario que me cuentes.

– No, debo contarte. Te quedaras con la duda si no lo hago. Vinieron a preguntarme acerca de un caso de homicidio. Una mujer fue asesinada el jueves pasado por la noche. Pensaron que tal vez la conocia.

– ?Y era asi?

– No. Fue un error. -Suspiro-. Fue solo un error.

Catherine corrio el cerrojo y luego deslizo el pasador, sintiendo el satisfactorio roce de la cadena de metal al llegar a su fin. Una linea de defensa mas contra los horrores sin nombre que acechaban detras de las paredes. Atrincherada en la seguridad de su departamento, se quito los zapatos, coloco su cartera y las llaves del auto sobre la mesa de madera de cerezo de la recepcion y camino con las medias puestas a traves de la gruesa alfombra de su living. El apartamento estaba agradablemente templado, gracias al milagro del aire acondicionado central. Afuera hacia treinta grados, pero alli dentro la temperatura nunca variaba de los veintidos grados en verano ni bajaba de los veinte en invierno. Era tan poco lo que se podia determinar o calcular por adelantado en la vida, que ella se esforzaba por mantener el orden dentro de lo que podia manejar en los acotados limites de su vida. Habia elegido este condominio de doce apartamentos sobre la avenida Commonwealth porque era a estrenar y poseia un estacionamiento seguro. Aunque no tan pintoresco como las antiguas residencias de ladrillo rojo de Back Bay, no estaba plagado de las incertidumbres electricas o de plomeria que venian con esos viejos edificios. La incertidumbre era algo que Catherine no toleraba. Su departamento se mantenia intachable, y a excepcion de unos pocos toques llamativos de color, habia elegido amoblarlo de blanco casi en su totalidad. Sillon blanco, alfombras blancas, mosaicos blancos. El color de la pureza. Inmaculado, virginal.

En su dormitorio, se desvistio, colgo la pollera y separo la blusa para mandarla a la tintoreria. Se vistio con unos pantalones holgados y una blusa de seda sin mangas. Cuando entro descalza en la cocina ya se sentia mas tranquila, mas controlada.

No se habia sentido asi durante el dia. La visita de esos dos detectives la habia dejado temblando, y durante toda la tarde se habia descubierto cometiendo errores inadmisibles. Buscando un informe de laboratorio equivocado, escribiendo la fecha incorrecta en la planilla medica. Errores menores, pero que funcionaban como las pequenas olas que estropean la superficie de aguas agitadas en lo profundo. En los dos ultimos anos se las habia arreglado para reprimir todo pensamiento de lo sucedido en Savannah. Cada tanto, sin advertencia, una imagen recordada podia asaltarla, aguda como el filo de un cuchillo, pero ella se alejaba pronto de ella, cambiando diestramente de pensamiento. Hoy no podia evitar esos recuerdos. Hoy no podia pretender que lo de Savannah nunca habia sucedido.

Sintio las baldosas de la cocina frias bajo sus pies descalzos. Se preparo un destornillador con poco vodka, y bebio un sorbo mientras rallaba queso parmesano y cortaba tomates, cebollas y hierbas aromaticas. No habia comido nada desde el desayuno, y el alcohol iba directo a su sangre. El zumbido del vodka era agradable y anestesiante. Disfrutaba con los golpecitos sostenidos que daba el cuchillo contra la tabla, la fragancia del ajo y de la albahaca frescos. Cocinar como terapia.

Por la ventana de la cocina podia ver que la ciudad de Boston era un caldero recalentado de autos atrapados en embotellamientos y temperaturas llameantes, pero alli dentro, sellada tras el vidrio, ella salteaba tranquilamente los tomates en aceite de oliva, se servia una copa de Chianti y calentaba una olla con agua para sus cabellos de angel. El aire frio siseaba desde la salida de la ventilacion.

Se sento con su pasta, su ensalada y su vino, y comio con los acordes de Debussy como fondo. A pesar de su apetito y de la concienzuda preparacion de su comida, todo le parecia soso. Se obligo a comer, pero sentia la garganta obturada, como si hubiera tragado algo grande y espeso. Ni siquiera con la segunda copa pudo bajar esa masa de su garganta. Dejo el tenedor y miro su plato a medio comer. La musica se inflaba y se deshacia sobre ella en rompientes olas.

Dejo caer su cara entre las manos. Al principio no hubo ningun sonido. Era como si su dolor hubiera estado envasado por tanto tiempo que la tapa ya ni siquiera se abria. Luego un lamento agudo escapo de su garganta como un trazo infimo de sonido. Tomo aire en forma entrecortada y el llanto exploto como si los dos anos de sufrimiento brotaran al instante. La violencia de sus emociones la asustaba, pues no podia contenerla, no podia sondear lo profundo de su dolor, y tampoco sabia donde terminaba. Lloro hasta sentir que le dolia la garganta, hasta que sus pulmones tartamudearon en espasmos, con el sonido de sus sollozos atrapados en el departamento hermeticamente sellado.

Por fin, drenada de todas las lagrimas, se recosto sobre el sillon y cayo de pronto en un sueno profundo y exhausto.

Se desperto totalmente lucida para encontrar que estaba a oscuras. Su corazon latia fuerte, la blusa estaba empapada de sudor. ?Habia escuchado un ruido? ?El crujido de un vidrio, el sonido de unos pasos? ?Era eso lo que la habia arrancado de un sueno tan profundo? No se atrevio a mover un musculo, por temor a perder el sonido delator de un intruso.

Unas luces fluctuaban desde la ventana, las luces de algun auto que pasaba. El living apenas se ilumino, para volver pronto a la oscuridad. Oyo el siseo del aire acondicionado y el zumbido de la heladera en la cocina. Nada extrano. Nada que pudiera inspirarle una aplastante sensacion de temor.

Se incorporo y tomo coraje para encender la lampara. Los horrores imaginarios pronto se desvanecieron bajo el calido resplandor de la luz. Se levanto del sillon, paso deliberadamente por cada cuarto, encendio luces y reviso los armarios. En el plano racional sabia que no habia ningun intruso, que su casa, con un sofisticado sistema de alarmas y pasadores y cerraduras, asi como las ventanas firmemente cerradas, era lo mas seguro que podia esperarse. Pero no descanso hasta concluir con el ritual y revisar cada rincon oscuro de la casa. Solo cuando estuvo satisfecha de que la seguridad no habia sido burlada, se permitio respirar tranquila de nuevo.

Eran las diez y media. Del miercoles. «Necesito hablar con alguien. Esta noche no puedo manejarlo sola».

Se sento frente al escritorio, encendio la computadora y espero a que apareciera la pantalla de inicio. Esa marana de cables y plastico era su cable a tierra, su terapia, el unico lugar seguro en el que podia descargar su dolor.

Escribio su alias, Ccord, lo envio por Internet, y con unos pocos clics del mouse y algunas palabras escritas en el teclado, navegaba rumbo a una sesion de chat privada llamada simplemente «ayudamujer».

Media docena de nombres familiares ya estaban alli. Mujeres sin rostro y sin nombre, todas ellas atraidas por este reino seguro y anonimo del ciberespacio. Espero unos instantes, mientras los mensajes bajaban por la pantalla de la computadora. Escuchaba en su mente las voces heridas de estas mujeres, desconocidas para ella mas alla de esta sesion virtual.

Laurie45: ?Y entonces que hiciste?

Votive: Le dije que no estaba preparada. Todavia tengo recuerdos. Le dije que si yo le importaba algo tenia que esperar.

Hbreaker: Un punto para ti.

Winky98: No dejes que te apure.

Laurie45: ?Como reacciono?

Votive: Dijo que tenia que superarlo. Como si fuera una estupida o peor.

Winky98: ?Los hombres deberian ser violados!

Hbreaker: Me llevo dos anos antes de estar preparada.

Laurie45: A mi uno.

Winky98: En lo unico que piensan estos tipos es en sus pitos. Todo pasa por ahi. Solo quieren que su COSA este satisfecha.

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