Enferma de disgusto, movio la luz hasta el pecho empapado de sangre de Cordell, hasta detenerse en el cuello. No habia ninguna herida abierta, no habia coup de grace.
La luz repentinamente fluctuo. No, no era la luz; ?el pecho de Cordell se habia movido!
«Todavia respira».
Rizzoli arranco la tela adhesiva de la boca de Cordell y sintio su calido aliento contra la mano. Vio que Cordell parpadeaba.
«?Si!»
Sintio un arrebato de triunfo, pero al mismo tiempo la sensacion molesta de que algo andaba terriblemente mal. No habia tiempo para detenerse a pensarlo. Tenia que sacar a Cordell de alli.
Sosteniendo la linterna con los dientes, libero con celeridad ambas munecas de Cordell, y la palpo para registrar su pulso. Habia pulso, debil pero definitivamente presente.
Con todo,
Ese grito. Habia escuchado el grito de Cordell desde el granero.
Pero habia encontrado la boca de Cordell tapada con tela adhesiva.
«Se la quito. Queria que gritara. Queria que la escuchara».
«?Una trampa!»
Instantaneamente su mano fue hacia el revolver, que habia dejado sobre la cama. Nunca lo alcanzo.
El arma golpeo contra su sien, un golpe tan duro que la arrojo boca abajo sobre el suelo de tierra apisonada. Lucho por incorporarse sobre sus piernas y sus manos.
El arma volvio silbando contra ella una vez mas, aporreandola en un costado. Sintio el crujir de sus costillas, y el aliento escapo en un veloz resoplido. Giro sobre sus espaldas, con un dolor tan terrible que no se atrevia a llenar de aire sus pulmones.
Una luz se encendio, una unica bombilla bamboleandose muy alto sobre su cabeza.
El aparecio mirandola desde arriba, su cara un ovalo negro bajo el cono de luz. El Cirujano, olfateando su nueva presa.
Ella giro sobre su costado ileso y trato de levantarse del suelo.
El pateo su brazo y ella volvio a caer de espaldas, redoblando el dolor de sus costillas rotas. Lanzo un grito de agonia y no pudo moverse. Aun cuando el se acercaba. Aun cuando vio que el arma giraba sobre su cabeza.
Su bota cayo sobre la muneca de Rizzoli, aplastandola contra el suelo.
Ella grito.
El se acerco a la bandeja de instrumentos y tomo uno de los escalpelos.
«No. Dios, no».
Se inclino hasta quedar en cuclillas, con la bota todavia sosteniendo su muneca, y levanto el escalpelo. Lo dejo caer en un arco despiadado sobre su mano abierta.
Esta vez fue un chillido, mientras el acero penetraba su carne, y se clavaba en el piso de tierra, dejando su mano ensartada en el piso.
Tomo otro escalpelo de la bandeja. Agarro su mano derecha y la estiro, extendiendo el brazo derecho. Apreto con su bota, asegurando la muneca. Una vez mas levanto el escalpelo. Una vez mas lo dejo caer, apunalando carne y tierra.
Esta vez su grito fue mas debil. Fue un grito de derrota.
El se levanto y se quedo mirandola por unos instantes, en la forma en que un coleccionista admira la flamante y vistosa mariposa que acaba de ensartar en la cartulina.
Volvio a la bandeja de instrumentos y levanto un tercer escalpelo. Con ambos brazos estirados, sus manos estacadas en el piso, Rizzoli solo podia observar y esperar el acto final. Camino a su alrededor y se agacho. Tomo un mechon de pelo de la coronilla y lo tiro hacia atras, con violencia, dejando extendido su cuello. Ella lo miraba a los ojos, y aun asi su cara seguia siendo un ovalo oscuro. Un agujero negro que devoraba toda la luz. Podia sentir la carotida golpeando contra su garganta, latiendo con cada golpe de su corazon. La sangre era la vida misma, fluyendo por sus arterias y sus venas. Se pregunto cuanto tiempo permaneceria consciente una vez que el filo hubiera cumplido con su tarea. Si la muerte seria un desmayo gradual hacia la oscuridad.
Vio lo inevitable de la situacion. Toda su vida habia sido una luchadora, toda su vida habia enfrentado con pasion la derrota, pero esta vez habia sido derrotada. Su garganta aparecia desnuda, el cuello se arqueaba hacia atras. Vio el resplandor de la hoja del escalpelo y cerro los ojos mientras el la apretaba contra su piel.
«Dios mio, que sea rapido».
Lo escucho tomando una bocanada de aire preparatoria, sintio que su puno apretaba mas su pelo.
La explosion de la descarga la sacudio.
Sus parpados se abrieron totalmente. Todavia estaba agachado junto a ella, pero ya no la sostenia por el pelo. El escalpelo habia caido de su mano. Algo caliente resbalo por su cara. Sangre.
No la suya, sino la de el.
El tambaleo hacia atras y desaparecio de su vista.
Resignada ya a su muerte, ahora Rizzoli yacia atontada por la perspectiva de que viviria. Lucho por asimilar un sinfin de detalles al momento. Vio la bombilla que se sacudia como una luna brillante colgando de la cuerda. Sobre la pared se movian unas sombras. Al girar la cabeza, vio que el brazo de Catherine Cordell caia debilmente contra la cama.
Vio que el revolver se deslizaba de la mano de Cordell y caia al piso.
A la distancia aullaba una sirena.
Veintisiete
Rizzoli estaba sentada en su cama de hospital, mirando cenuda la television. Sus manos estaban envueltas en tantas vendas que parecian guantes de boxeo. Le habian afeitado un extenso sector a un costado de la cabeza para que los medicos pudieran coser una laceracion producida por el escalpelo. Protesto contra el control remoto, y al principio no noto que Moore estaba parado en la puerta. Luego golpeo. Cuando levanto la cabeza y lo miro, el vio, solo por un momento, un destello de vulnerabilidad. Luego sus habituales defensas saltaron a su lugar y se convirtio en la vieja Rizzoli, su mirada desconfiada mientras el entraba en el cuarto y tomaba una silla junto a su cama.
En el televisor chillaba el insoportable tema de fondo de una telenovela.
– ?Puedes apagar esa basura? -exclamo frustrada haciendo un gesto hacia el control remoto con una de sus garras vendadas-. No puedo apretar los botones. Supongo que esperaran que use mi maldita nariz o algo por el estilo.
El tomo el control remoto y apreto el boton de apagado.
– Gracias -resoplo malhumorada. Y luego se sobresalto ante el dolor de sus tres costillas rotas.
Con el televisor apagado, un largo silencio se establecio entre ambos. A traves de la puerta abierta, se escuchaba que llamaban a un medico, y el tintineo de una bandeja de comida que pasaba por el corredor.
– ?Te estan cuidando bien aqui? -pregunto.
– Esta bien para un hospital de pueblo. Tal vez sea mejor que estar en la ciudad.
Mientras que tanto Catherine como Hoyt habian sido trasladados en avion al Centro Medico Pilgrim en Boston en virtud de la seriedad de sus heridas, a Rizzoli la habian llevado en ambulancia a este pequeno hospital regional. A pesar de la distancia que la separaba de la ciudad, practicamente todos los detectives de la Unidad de Homicidios de Boston habian hecho la peregrinacion para visitar a Rizzoli. Y todos habian llevado flores. El ramo de rosas de Moore estaba casi perdido entre los diversos arreglos desplegados sobre la bandeja y la mesa de luz e incluso en el suelo.
– ?Que bien! -dijo-. Parece que tienes muchos admiradores.
– Si. ?Puedes creerlo? Hasta Crowe me envio flores. Esos lirios que estan alli. Creo que esta queriendo