– He dicho cinco minutos -respondio ella desde el otro lado.

– No, no esta segura ahi dentro.

La oyo reir, y a ese sonido siguio otro, perfectamente reconocible, de un cargador que se introducia en una pistola. El corazon se le acelero. ?Estaba sola? Intento abrir. Estaba cerrado con llave. Entonces vio que uno de los pomos giraba lentamente. Se aparto contra la pared. La puerta se abrio apenas y Michael espero a que ella saliera. Cuando no aparecio, se deslizo junto a la pared y abrio la puerta del todo.

En medio del estudio habia una rubia alta con ojos del color del mar. Tenia la mirada ausente, inexpresiva, y llevaba el pelo recogido por atras.

Lo apuntaba al pecho con una pistola.

– Bang, esta usted muerto.

– ?Baje esa maldita pistola! ?Que diablos se ha creido? ?Que esta haciendo?

– Me estoy protegiendo.

Michael giro sobre sus talones y se dirigio a la puerta.

– Tess, nos vamos.

– Michael -dijo Tess, mordiendose el labio.

– Ahora. -Decir que estaba furioso seria poco. Michael no toleraba que nadie lo apuntara con un arma. ?Acaso estaba loca?

– Por favor, Michael -dijo Annette, poniendole una mano sobre el brazo-. Rowan esta muy afectada. Escucha. Te necesita.

Michael miro a Annette y luego a la rubia que salia del estudio con los brazos cruzados, sosteniendo en una mano una Glock con gesto desenfadado, apuntando al suelo. Se veia que estaba muy tensa, lo cual contradecia su actitud distendida. Era demasiado delgada, pero Michael percibio unos musculos bien cuidados por debajo de las mangas cortas de su blusa. Estaba palida pero, aun asi, era una mujer bella. Tenia la misma expresion perdida que cuando le habia apuntado con la maldita pistola. Sin embargo, la intensidad de sus ojos le disuadio de abrir la puerta y largarse. Acababa de entender el sentido de la frase «Los ojos son la ventana del alma». Los ojos de Rowan Smith le decian que estaba asustada pero que era una mujer fuerte, angustiada pero atrevida. Era una combinacion cautivadora.

– Le dare diez minutos para explicarse -dijo Michael, entre dientes.

Tardo varios dias en encontrar la tienda de flores adecuada. Habria sido mucho mas facil si ella le hubiera dado un nombre.

Las manos enguantadas abrieron el libro por la pagina que habia marcado.

La fachada de la sencilla floristeria le recordaba el barrio donde habia crecido. Una ventana grande enmarcada por un toldo blanquiverde, y de los marcos de metal desbordaba una variedad de rosas rojas como la sangre recien derramada, helechos que acababan de ser rociados, goteando lagrimas de agua.

Perfecto, hasta las rojas rosas y los helechos regados.

Abrio la puerta de vidrio y sono una campanilla por encima de su cabeza. Lo acogio el aroma fragmentado de las flores, la tierra y las plantas, y un jovial «Hola, ?en que puedo servirle?»

Respiro la esencia de la tierra mientras observaba unos arreglos primaverales de tonos claros junto a la puerta. Espero a que dos mujeres parlanchinas recogieran sus pedidos en el mostrador y salieran.

Uno de los arreglos llamo su atencion. Era un ramo triangular disenado con exquisito gusto, con unas maravillosas espuelas de caballero rosadas y lilas rodeadas por un conjunto de narcisos de un intenso color amarillo, claveles blancos y rosados y lirios color purpura temblando bajo el aire acondicionado de la tienda.

Habria sido perfecto para ella en cualquier otra ocasion, pero no para un funeral. Era una lastima.

Busco otra pagina en el libro ajado. Aunque se habia aprendido el pasaje de memoria, le agradaba ver las palabras. Le procuraban un placer que casi lo mareaba, como si leyera inclinado sobre su hombro mientras ella lo tecleaba en el ordenador.

Lirios de Casa Blanca, claveles, rosas, moluccellas, dragones, gipsofilas, todas de blanco impoluto, enmarcaban el arreglo floral funerario, y unas hojas de plumosus brindaban el contraste con su verde suave, realzando la intensidad del blanco. Las flores, llenas de su fragancia, tan vivas, nunca deberian haberse instalado junto al ataud cerrado, un ataud que contenia el cuerpo inerte y descuartizado de una vida segada prematuramente.

– ?En que puedo servirle?

Se giro y sonrio a la joven dependienta que se acerco a atenderlo. Menos de treinta anos, rubia. Afortunadamente, el texto no abundaba en la descripcion de otros rasgos. Aunque habia cientos de floristerias en Los Angeles, habria sido dificil encontrar la conjuncion de escenario y victima si la autora hubiera incluido mas detalles. Habia tardado seis meses en encontrar una camarera que se llamara Doreen Rodriguez en Denver.

Su vuelo a Portland salia en menos de dos horas.

– Si, me gustaria comprar una corona funeraria. -Observo que los demas clientes salian de la tienda, charlando, ajenos a el. No tenian ni idea de que acababan de cruzarse con un dios. Esa duplicidad lo lleno de energia, y sonrio a la simpatica empleada.

– Lamento su perdida -dijo la muchacha. En la tarjeta que llevaba prendida decia «Christine».

Doreen no habia sido una gran perdida. En realidad, ni siquiera habia opuesto una gran resistencia, pero el no tenia intencion alguna de comentar ese detalle con su proxima victima.

Cerro el libro y describio las flores que queria para la corona. Christine intento hacer unas cuantas sugerencias y ensenarle otros bellos arreglos, con abundancia de verdes, explicandole que las coronas habian pasado de moda. El escucho educadamente.

– Esto es lo que a ella le habria gustado -explico.

– Lo comprendo -dijo ella, con una sonrisa calida, y la dosis justa de simpatia en sus bellos ojos azules.

Era una lastima que tuviera que matarla.

Capitulo 3

– ?Alguien la ha amenazado?

Estaban sentados a la mesa del comedor. Annette aclaraba la mayoria de detalles, pero Michael todavia tenia preguntas sin respuesta. Miraba a Rowan pero no sabia con quien trataba. Ella llevaba puestas unas gafas pequenas de marco metalico con una patina gris que impedia verle los ojos. No eran gafas de sol pero tenian el mismo efecto. Estaba sentada en un extremo de la mesa y miraba por la ventana.

– No abiertamente -dijo Rowan, al cabo de un rato. Resumio lo que le habia dicho la policia el dia anterior, pero tuvo la precaucion de no incluir el detalle de su libro abandonado junto al cadaver-. Soy perfectamente capaz de cuidarme sola -dijo, mirandolo-. ?Que haria usted, concretamente, para protegerme? -Su tono condescendiente irrito a Michael.

Era evidente que habia trabajado para el FBI. Todos los federales creian saberlo todo, penso Michael, con un aire burlon. Aun asi, necesitaba proteccion. Un loco habia utilizado su libro como manual de instrucciones para un asesinato. Quizas el asesino tuviera sus propios planes, o quiza viniera a por ella. Aumentar la seguridad en aquella casa era una buena manera de comenzar.

Tambien era consciente de que un caso de alto perfil como ese podia dar un importante impulso a su empresa.

– Fui policia durante quince anos y he trabajado otros dos como guarda espaldas. Le aseguro que soy lo bastante competente para guardarle bien la espalda -afirmo. Era una espalda bastante bonita y agradable de mirar, penso. El conjunto del envoltorio era atractivo.

– No ha contestado a mi pregunta -dijo Rowan, que conservaba su rigidez-. ?Que puede hacer por mi que no pueda hacer yo misma?

?Era deliberada su tozudez? Seguro que sabia para que servia un guardaespaldas.

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