– ?Pervertido!

Avanzo camino adelante, la cabeza levantada, la espalda recta. La observe un segundo y me acorde de la primera vez que la vi caminando de aquella manera. Yo tendria siete anos y estaba a punto de montar en mi bicicleta -la que tenia el asiento en forma de banana y una calcomania de Batman-, dispuesto a hacer una incursion a traves de Goodhart Road. Goodhart Road era una calle empinada y azotada por el viento, el lugar perfecto para un ciclista exigente como yo. Me lance sin manos cuesta abajo, sintiendome todo lo tranquilo y arrollador que puede sentirse un nino de siete anos. El viento me echaba los cabellos para atras y me hacia lagrimear los ojos. Fue entonces cuando descubri el camion de mudanzas delante de la vieja casa de los Ruskin, me volvi y -?oh, primer impacto!- la vi, vi a mi Elizabeth con su columna vertebral de titanio, tan equilibrada ya entonces, cuando no era mas que una nina de siete anos con zapatitos de charol, pulsera y muchas pecas en la cara.

Nos conocimos dos semanas mas tarde en la clase de segundo de la senorita Sobel y a partir de aquel momento -?por favor, no se rian!- nos convertimos en amigos del alma. La gente mayor juzgaba nuestra amistad a un tiempo enfermiza y encantadora, una amistad que nos hacia inseparables y que iba camino de convertirse en amor y obsesion adolescente y en las tipicas citas puramente hormonales de instituto. Todo el mundo esperaba que nos hiciesemos mayores. Tambien nosotros. Los dos eramos alumnos brillantes, sobre todo Elizabeth, estudiantes por encima de la media, racionales incluso ante un amor tan irracional como el nuestro. Entendiamos las diferencias.

Pues bien, alli estabamos, teniamos veinticinco anos, hacia siete meses que estabamos casados y volviamos al lugar donde, a los doce anos, nos dimos el primer beso de verdad.

Vomitivo, lo se.

Nos abrimos paso a traves de las ramas y de una humedad tan densa que se palpaba. El olor pegajoso de los pinos hendia el aire. Avanzabamos con trabajo a traves de altas hierbas. Nos seguia como una estela el zumbido de mosquitos y otros insectos que se perdia en lo alto. Los arboles proyectaban largas sombras que uno podia interpretar como queria, igual que cuando buscas un parecido a una nube o a una mancha del test Rorschach.

Dejamos aquel camino y seguimos abriendonos paso a traves de una maleza mas espesa aun. Elizabeth abria la marcha. Yo la seguia a dos pasos de distancia, una posicion que era todo un simbolo segun lo veo ahora. Siempre crei que nada podia separarnos -nuestra historia lo probaba de manera irrefutable, ?no?-, pero ahora mas que nunca soy consciente de que presenti que el origen del problema estaba en arrancar a Elizabeth de mi lado.

Mi culpa.

Elizabeth, al frente, se desvio en angulo recto al llegar a la gran roca de forma semifalica. A la derecha estaba nuestro arbol. Si, alli estaban nuestras iniciales, grabadas en la corteza:

E.P.

+

D.B.

Y si, estaban rodeadas por un corazon. Debajo del corazon, doce rayas, testimonio de cada uno de los aniversarios de aquel primer beso. Ya estaba a punto de soltar una agudeza de las mias acerca de lo repulsivo de todo aquello cuando, al ver el rostro de Elizabeth, las pecas habian desaparecido o apenas se distinguian, la inclinacion de su cadera, el cuello largo y gracil, los ojos verdes de mirada decidida, los oscuros cabellos enlazados en una trenza que le caia por la espalda como una cuerda, me detuve. A punto estuve de decirselo entonces, pero algo me contuvo.

– Te quiero -le dije.

– Estas jodido.

– ?Oh!

– Yo tambien te quiero.

– Esta bien, esta bien -dije, fingiendo desconcierto-, tambien tu lo estaras.

Sonrio pero me parecio ver inseguridad en su sonrisa. La abrace. Cuando ella tenia doce anos y por fin hicimos acopio del suficiente valor para pasar a la accion, oli el maravilloso perfume a cabellos limpios y a Pixie Stix de fresa que emanaba. La novedad del acto me conturbo como no podia ser menos, y tambien la excitacion, la exploracion. Hoy Elizabeth olia a lilas y a canela. Como una calida luz, el beso salio del centro mismo de mi corazon. Cuando nuestras lenguas se tocaron, aun me sobresalte. Elizabeth se aparto, falta de aliento.

– ?Quieres hacer los honores?

Me tendio la navaja y grabe la raya numero trece en el arbol. Trece. Al volver la vista atras, se me antoja que quiza fuera una premonicion.

Cuando volvimos al lago ya habia oscurecido. La palida luna rasgaba la oscuridad como un faro solitario. Era una noche silenciosa, ni siquiera se oian los grillos. Elizabeth y yo nos desnudamos rapidamente. Al mirarla a la luz de la luna, senti un nudo en la garganta. La primera en sumergirse fue ella, apenas una ondulacion en el agua. La segui con torpeza. El agua del lago estaba extranamente calida. Elizabeth nadaba con brazadas precisas y regulares, cortando el liquido y abriendose un camino en el. Yo chapoteaba detras de ella. Produciamos el ruido que provocan las piedras lanzadas al agua. Elizabeth volvio a mis brazos. Su piel era calida y humeda. Me encantaba su piel. Nos abrazamos con fuerza, sus pechos apretados contra mi. Sentia los latidos de su corazon y oia su respiracion. Sonidos de vida. Nos besamos. Mi mano se extravio en la deliciosa curva de su espalda.

Cuando terminamos, y todo volvio a su estado normal, agarre un madero que flotaba y me desplome sobre el. Jadeante, despatarrado, con los pies colgando, oscilantes en el agua.

Elizabeth, enfurrunada, dijo:

– ?Vaya!, ?vas a dormir ahora?

– Y a roncar.

– ?Que hombre!

Me tumbe boca arriba con las manos detras de la cabeza. Por delante de la luna paso una nube que transformo la noche azul en algo palido y gris. El aire estaba tranquilo. Oi a Elizabeth salir del agua y dirigirse al embarcadero. Intentaba acostumbrar los ojos a la oscuridad. Apenas podia distinguir su silueta desnuda. Era, sencillamente, impresionante. La vi doblarse por la cintura y escurrirse el agua de los cabellos. Despues arqueo la espalda y echo la cabeza hacia atras.

El madero que me sostenia iba a la deriva y alejandose de la orilla. Trate de reflexionar sobre lo que me habia ocurrido sin acabar de entenderlo. El madero seguia moviendose. Empezaba a perder de vista a Elizabeth. Cuando se confundio con la oscuridad, tome una decision: se lo diria, se lo diria todo.

Asenti para mi con la cabeza y cerre los ojos. Me sentia un cero. Escuche al agua lamer suavemente el madero.

Entonces oi la puerta de un coche al abrirse.

Me sente.

– ?Elizabeth?

Salvo mi respiracion, el silencio era absoluto.

Volvi a buscar su silueta. Era dificil distinguirla, pero la entrevi un momento. O me lo figure. Ya no estoy seguro; ni siquiera se si importa. En cualquier caso, estaba totalmente inmovil, tal vez vuelta hacia mi.

Quiza parpadee -en realidad, tampoco estoy muy seguro- pero, cuando volvi a mirar, ya habia desaparecido.

El corazon me golpeo la garganta al gritar:

– ?Elizabeth!

No hubo respuesta.

El panico se apodero de mi. Cai de la tabla y nade hacia el embarcadero. Las brazadas eran ruidosas, ensordecedoras a mis oidos. No podia escuchar lo que ocurria suponiendo que ocurriera algo. Me detuve.

– ?Elizabeth!

Paso un largo rato durante el cual no oi nada. La nube seguia tapando la luna. Tal vez Elizabeth se habia metido en la cabana. Tal vez habia ido a buscar algo al coche. Abri la boca para volver a gritar su nombre.

Fue entonces cuando escuche su grito.

Baje la cabeza y me puse a nadar, a nadar con todas mis fuerzas, movi furiosamente brazos y piernas. Pero todavia estaba lejos del embarcadero. Intentaba mirar mientras nadaba, pero estaba demasiado oscuro para ver algo, la luna proyectaba debiles haces de luz que no iluminaban nada.

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