paso pelado llegue a un campo sembrado de piedras. Estas piedras se hicieron cada vez mas puntiagudas y al final apenas podia mantenerme derecho, pues empezaron a rodar con estruendo bajo mis pies. Saltando sobre una pierna y luego sobre la otra, cayendome tambien en varias ocasiones, alcance el borde de un estrecho sendero y por el, ya mas de prisa, me dirigi hacia la cumbre.
De vez en cuando me paraba y trataba de ver lo que me rodeaba, pero la oscuridad no me lo permitia. No veia la ciudad ni sus luces; tampoco habia rastro de la carretera luminosa por la que habia venido. El sendero entre rocas me condujo a un lugar pelado, donde solo crecia una hierba seca; las estrellas cada vez mas grandes me revelaron que estaba a bastante altura.
Se ve que las otras cimas que las escondian tenian la misma altura que la que yo habia conquistado. Unos cien pasos mas alla estaban los primeros grupos de pinos negros.
Si en esta oscuridad me hubiese detenido alguien y preguntado adonde iba y para que, no habria sido capaz de responderle. Por suerte, no habia ni un alma. La oscuridad y la soledad de esta marcha nocturna producian un efecto tranquilizador, aunque de esto yo solo era consciente a medias.
La pendiente era cada vez mas pronunciada, y trepar, cada vez mas dificil; pero yo solo me preocupaba de no perder el camino, como si tuviera un destino determinado. Mi corazon latia con fuerza, mis pulmones jadeaban, y yo continuaba subiendo como un poseso. Sentia instintivamente que un esfuerzo asi me era muy necesario. Apartaba las ramas de los pinos, muchas veces me quede atascado en su espesura y tuve que abrirme paso para seguir adelante. Las agujas me aranaban el rostro, el pecho, se prendian en mis ropas, y mis dedos estaban ya pegajosos de resina. En un lugar despejado me sorprendio de repente el viento, que me ataco en la oscuridad, bramo, libre de trabas, y luego silbo en alguna parte, muy arriba, donde me imagine habria un collado. Entretanto, mas grupos de pinos negros, muy densos, me rodearon completamente. En su interior descansaban, como si fueran islas, capas invisibles de un aire calido e inmovil, saturado de la fragancia del bosque. En mi camino surgian invisibles obstaculos: rocas, montones de pequenas piedras que rodaban bajo los pies.
Debia de hacer ya bastantes horas que caminaba asi, pero todavia me quedaban bastantes fuerzas. Estaba desesperado, pues el sendero que conducia al desconocido paso de montana, o tal vez a la cima, se habia estrechado tanto que podia ver sus dos lados destacados contra el cielo; casi verticales, sus oscuros bordes apagaban las estrellas.
Hacia rato que habia dejado atras la zona de las nieblas, pero la fria noche no tenia luna y las estrellas daban muy poca luz. Por ello me asombre tanto cuando sobre mi y a mi alrededor aparecieron largas formas blanquecinas. Descansaban en la oscuridad, sin aclararla, como si solo hubiesen absorbido la luz del dia, y hasta que oi el primer crujido bajo las suelas no comprendi que estaba pisando nieve.
Cubria con una capa delgada casi todo el resto de la empinada pendiente. Yo llevaba ropa ligera y me habria helado hasta los huesos si el viento no se hubiera calmado de forma inesperada. Ahora sonaba con mas claridad el eco de mis pasos; con cada uno de ellos rompia la capa de la nieve dura y me hundia hasta las pantorrillas.
En el paso apenas quedaba nieve. En el campo de piedras habia unas rocas gigantescas y negras, relucientes de tan barridas por el viento. Me detuve con el corazon desbocado y mire en direccion a la ciudad. La cubria la ladera, y solo unos reflejos rojizos en la oscuridad revelaban su situacion en el valle. En lo alto parpadeaban grandes estrellas. Di unos pasos mas y me sente en una roca que tenia forma de silla. Tenia algo de nieve traida por el viento.
Ahora no veia siquiera los ultimos reflejos de la ciudad. Ante mi las montanas se elevaban en la oscuridad, fantasmales, con cimas coronadas por la nieve.
Cuando mire con atencion la parte este del horizonte, vi una franja de aurora, que borraba las estrellas… — el comienzo de un nuevo dia —. A esta luz se dibujo la cresta de la montana, hendida en el centro. Y entonces ocurrio algo con mi inmovilidad; la informe oscuridad exterior (?o la que estaba dentro de mi?) empezo a cambiar de sitio, a resbalar hacia abajo, a variar sus proporciones. Me quede tan aturdido que por un momento casi perdi la vision, y cuando la recupere, todo era diferente.
El cielo se aclaraba debilmente por el este, sobre el valle totalmente oscuro, e intensificaba tambien la negrura de las rocas; sin embargo, yo podia encontrar a ciegas cada una de sus rugosidades, cada una de sus grietas, sabia ya que panorama me descubriria el dia, porque esta imagen habia sido grabada en mi para siempre y no inutilmente. Esta era la posesion inalterable por la que habia sentido tanta nostalgia y que habia continuado intacta mientras todo mi mundo se desmoronaba y desaparecia en el abismo del siglo y medio trascurrido.
Aqui, en este valle, habia pasado mis anos de juventud, en la vieja posada de madera que se levantaba al otro lado de la cumbre, en la ladera cubierta de hierba. Seguramente ya no quedaba ni una sola piedra de la vieja construccion, y las ultimas vigas se habrian convertido en polvo haria mucho tiempo; pero el macizo rocoso seguia alli, invariable, como si hubiese esperado este encuentro.
La emocion de este encuentro dio rienda suelta a la debilidad que yo tan desesperadamente ocultaba primero con mi fingida calma y despues con la dura marcha hacia la cumbre. Toque el suelo a tientas, no me avergonce del temblor de mis dedos y me lleve un poco de nieve a la boca, que se fundio, fria, en la lengua; no apago mi sed, pero incremento mi serenidad. Asi permaneci, comiendo nieve, sin confiar del todo en lo que veia y esperando que los primeros rayos de sol corroboraran mis pensamientos.
Mucho antes de que amaneciera, de las alturas, de las estrellas que se iban desvaneciendo lentamente, bajo un pajaro, plego las alas, se hizo mas pequeno, se poso sobre una roca y empezo a moverse en mi direccion. Me quede inmovil para no ahuyentarlo. Dio saltitos a mi alrededor y volvio a alejarse, y cuando yo ya pensaba que no se habia fijado en mi, llego del otro lado y dio vueltas en torno a mi roca. Y asi nos miramos durante bastante rato, hasta que yo dije a media voz:
— Hola, ?de donde vienes?
Observe que no tenia miedo de mi, y continue comiendo nieve. El bajo la cabeza, me miro con las negras perlas de sus ojos y de pronto, como si ya me hubiese mirado bastante, desplego sus alas y desaparecio volando. En cambio yo, apoyado contra la tosca pared de roca, acurrucado, con las manos muy frias por la nieve, espere el amanecer, y la noche entera volvio a mi en breves imagenes, vivas e inacabadas; Thurber, sus palabras, este silencio entre Olaf y yo, la vista de la ciudad, la niebla roja y las transparencias de esta niebla, formadas de bolas de luz, calientes rafagas de aire, la inspiracion y expiracion de un proceso de descomposicion de millones, las avenidas y plazas colgantes, los edificios en forma de caliz, con alas llameantes, los colores que dominaban en los diversos niveles…, mi pregunta al pajaro en el paso de montana, y tambien el hecho de que tragara la nieve con avidez…; y todas estas imagenes eran ellas mismas y a la vez no lo eran, como ocurre muchas veces en los suenos. Eran un recuerdo y un esquivar las cosas que yo no me atrevia a tocar, porque durante todo el tiempo trataba de encontrar en mi mismo una aprobacion de lo que no podia aprobar.
Pero todo esto habia ocurrido antes, como un largo sueno. Ahora estaba despierto y sereno, esperando el dia, en un aire que la aurora tino de plata y ante las rocas severas, que lentamente fueron apareciendo como riscos, penas y laderas y que surgieron de la noche como una corroboracion silenciosa de la realidad de mi regreso. Solo por primera vez, pero no un extrano en la Tierra y ya sometido a sus leyes, pude pensar, sin rebelion ni arrepentimiento, en los que se preparaban para ir a buscar el vellocino de oro de las estrellas…
La nieve de la cima ardio en oro y blanco, destaco, poderosa y eterna, contra las sombras violentas del valle. Y yo, sin cerrar los ojos llenos de lagrimas, en los que irrumpia esta luz, me levante despacio y empece a bajar por la ladera. En direccion al sur, donde estaba mi casa.