que habia establecido Dios para ellos, no era ojo por ojo, diente por diente. Era siete por uno.

Su mirada se habia clavado otra vez en mi con una fijeza ansiosa, como si vigilara en mi cara la menor aparicion de un gesto de incredulidad. Le devolvi la Biblia y me quite los guantes.

– Siete por uno… pero no se cumplio exactamente, ?no es cierto? -dije, sin dejar de estudiarla. Me daba cuenta de que empezaba de verdad a temerle.

– Dios mio, ?no te das cuenta? Se esta cumpliendo paso a paso. Y si nadie se entera, si nadie lo detiene, seguira y seguira.

– Todavia ni siquiera veo -dije- como podria haber sido el en los dos primeros casos que me contaste.

– Si, eso era tambien lo mas enloquecedor para mi. Desde que abri la Biblia y vi esa frase ya no tenia mas dudas de que habia sido el, pero no podia todavia imaginar como lo habria hecho cada vez. Solo pensaba en esto. Deje incluso de comer en esos dias, sentia como si tuviera una fiebre mental que me impedia hacer cualquier otra cosa. En realidad si creia saber como habia hecho en el caso de mis padres. Solo habia tenido que seguirme durante el primer verano hasta mi casa para ubicar el bosquecito de los hongos. Era el unico dato que le faltaba. Yo creo que volvio a viajar a Villa Gesell en secreto uno o dos dias antes de la fecha del aniversario y disperso hongos venenosos entre los comestibles, pero sin las volvas, para que no hubiera modo de distinguirlos. Les arranco las volvas. Y antes de irse se cuido de dejar dos o tres enterradas con hojas y ramitas, para el caso de que hubiera despues un peritaje.

Trate de imaginar a Kloster, el Kloster que aparecia en los diarios y afiches, ocupado en esos desplazamientos jardineriles.

– Supongo que es posible, aunque suena un poco complicado: parece mas bien el tipo de crimen que hubiera elegido para una de sus novelas -dije. Pero a la vez, y quiza por eso mismo, tuve que admitir para mis adentros, no me parecia tan irrazonable-. ?Y como se las habria arreglado en el caso de tu novio?

Luciana me miro con ojos brillantes, como si fuera a confiarme una formula prodigiosa que ella sola contra el mundo habia encontrado.

– La taza de cafe con leche. Esa era la clave. Me desperte un dia de madrugada, sobresaltada con la solucion: recorde de pronto la discusion que habia tenido con Ramiro, sobre la camarera y el cafe con leche que me llegaba frio. Yo habia pensado que era una pequena maldad dedicada a mi para molestarme, pero en realidad, ahora que lo veia a la distancia, no era mas que una conducta tipica de los mozos: para ahorrarse un trayecto la chica a veces esperaba a que le pusieran en la bandeja, junto con el nuestro, el pedido de alguna otra mesa. Como era la unica camarera que atendia afuera, tambien era muy frecuente que los pedidos quedaran por un minuto o dos sobre la barra, hasta que ella volvia a entrar. Kloster estaba sentado exactamente ahi, en el lugar donde la duena dejaba las bandejas con las tazas. Y sabia muy bien que yo tomaba cafe con leche, de manera que sabia tambien que la taza de cafe negro tenia que ser la de Ramiro. Solo tuvo que esperar al primer dia de mar dudoso, para que pudiera confundirse con un accidente.

– ?Queres decir que enveneno el cafe de tu novio?

– No creo que haya sido un veneno: hubiera sido demasiado arriesgado. El tenia que saber que habria despues una autopsia de rutina. Yo creo que eligio una sustancia que los forenses en principio no buscaran, algo que pudiera provocarle una arritmia, o un principio de asfixia, o quiza calambres masivos. El fue nadador y seguramente sabe, por ejemplo, que el drenaje brusco de potasio provoca calambres. Pudo ser simplemente un diuretico poderoso. Al principio, apenas me di cuenta de como habia ocurrido todo, pense que debia convencer a los padres de Ramiro para que exhumaran el cadaver, pero ahora creo que seria peor. Estoy segura de que tambien esto lo calculo bien: no se encontraria nada y el quedaria otra vez fuera de sospechas.

– ?Y le contaste algo de todo esto a alguien?

Su mirada volvio a nublarse.

– A mi hermano. Esa madrugada, cuando todo se aclaro para mi, fui a verlo a su guardia en el hospital. Creo que estaba un poco exaltada: llevaba desde el entierro varios dias sin dormir. Me temblaban las manos y tenia una especie de excitacion febril. Le mostre la Biblia y le conte del juicio, de la muerte de la hijita de Kloster, de los cainitas y las venganzas de siete por uno. Le explique como pensaba yo que habia planeado las muertes en cada caso. Pero creo que me enrede un poco: no podia contarlo con la misma claridad con que habia visto todo. A partir de un momento adverti que habia dejado de escucharme y que me estaba estudiando con ojos medicos. Parecia verdaderamente alarmado. Me pregunto cuanto tiempo llevaba sin dormir y se fijo en el temblor de mis manos. Me dijo que esperara alli y salio por unos segundos de la salita. Habia dejado el libro que estaba leyendo sobre el escritorio. Lo di vuelta, porque me parecio ver algo horriblemente familiar en la tapa. Era una novela de Kloster. Creo que en ese momento me derrumbe. Mi hermano reaparecio con una medica psiquiatra que tambien estaba de guardia en el hospital, pero yo no quise contestar ninguna pregunta. Me daba cuenta perfectamente de lo que estaban pensando. La medica me explico que me darian un sedante para dormir. Me hablaba con una vocecita asquerosamente calma, como si le estuviera explicando algo a una criatura. Mi propio hermano me dio la inyeccion. Mi propio hermano, que durante la guardia leia a Kloster.

– Si era la novela que publico ese ano, no me parece demasiado extrano: tuvo todavia mas exito que la anterior, era dificil en todo caso encontrar alguien que no estuviera leyendola.

– Justamente. Por eso me abrumo tanto. Me di cuenta de la perfeccion de su plan. No era nada extrano: era lo natural. Que todo se inclinara a su favor. Es lo que te decia al principio: esa fue la parte quiza mas maquiavelica. Estar en todas las bocas. Convertirse en alguien publico. Situarse en una esfera mas alla del mundo de los simples mortales. Para que cuando yo intentara senalarlo todos me miraran con la cara que puso mi hermano, y corrieran a buscar psiquiatras.

– Pero despues de que te dieron el sedante…

– Me dieron otro sedante y despues otro. Para decirlo de manera elegante, fue algo asi como una cura de sueno. Hasta que me di cuenta de lo que debia hacer para salir de esa clinica y que dejaran de pincharme. Solo tenia que evitar que se me escapara la palabra con K.

Una lagrima de impotencia le corrio mejilla abajo. Se quito con dos tirones bruscos los guantes. Sus manos, que reaparecieron algo enrojecidas, parecian mas temblorosas que antes.

– Bien, creo que ya te dije lo peor. Pero queria que lo supieras todo. Estuve internada dos semanas y cuando sali, habia aprendido la leccion. No volvi a hablar con nadie mas de esto. El tiempo empezo a pasar otra vez. Paso un ano entero y despues otro. Pero esta vez yo no me enganaba. Sabia que era parte de su estrategia. Que las muertes se espaciaran. Eso fue quiza lo mas terrible: la espera. Me aleje de mis amigas; me quede sola. No queria a nadie cerca de mi. No sabia por donde vendria el proximo golpe. Tenia terror sobre todo por Valentina, que habia quedado a mi cargo, porque mi hermano ya se habia mudado a su propio departamento. No me animaba a dejarla sola en ningun momento. Esa espera que se prolongaba, vivir en vilo, la demora, era lo mas intolerable. Trataba en ese tiempo de seguirle el rastro por los diarios, de averiguar por las noticias el itinerario de sus viajes y donde podria estar el. Solo tenia unos dias de tregua cuando sabia que estaba fuera del pais. Hasta que finalmente ocurrio. Fue hace cuatro anos. Me llamo de madrugada un comisario. Habia entrado un ladron en la casa de mi hermano y lo habia matado. Mi hermano, que creia que yo estaba loca, ahora estaba muerto. Ei comisario no me dijo nada mas pero ya estaban en todos los noticieros los detalles macabros. Mi hermano no se habia resistido, pero el ladron tuvo una sana especial, como si hubiera algo mas entre ellos. Llevaba un arma, pero prefirio matarlo con las manos desnudas. Le quebro los dos brazos. Le arranco los ojos. Creo que hizo algo todavia mas horrible despues con su cuerpo: nunca me anime a leer hasta el final el informe forense. Cuando la policia lo atrapo todavia tenia en la cara sangre de mi hermano.

– Me acuerdo. Me acuerdo perfectamente -dije, asombrado de no haber hecho nunca la conexion-: era un preso de una carcel de maxima seguridad, que salia a robar con permiso de la guardia penitenciaria. Pero al menos en este caso esta claro que no fue Kloster.

– Si fue Kloster -me dijo con los ojos llameantes.

Por un momento tuve una sensacion de irrealidad. La boca de ella tenia un rictus colerico. Lo habia dicho de una manera tajante, con la determinacion sombria de alguien ganado para una causa fanatica, que no admite ninguna contradiccion. Pero apenas un instante despues rompio a llorar, en un murmullo apagado, con espasmos silenciosos, como si el esfuerzo de haber llegado hasta ahi la hubiera extenuado. Saco un panuelo de su cartera y lo estrujo en su puno despues de secarse los ojos. Cuando se repuso su voz sonaba otra vez como antes, controlada, extranamente calma y distante.

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