portero electrico el timbre del ultimo piso. En el silencio penetrante de la noche escuchamos arriba de nuestras cabezas el ruido de una ventana que se abria, muy alto. Vi asomar fugazmente una cara y enseguida escuche una voz en el portero que no llegue a discernir si era de Luciana o de su hermana. Esperamos en silencio detras de la puerta. Se percibia, apagado pero aun asi audible a traves del vidrio, el crujido del unico ascensor que estaba frente a nosotros, y el rezongo neumatico del descenso. La puerta del ascensor se abrio y avanzo hacia nosotros, con un llavero en la mano y la cabeza todavia baja, lo que crei por una fraccion de segundo que era una aparicion: la figura intacta y recobrada de Luciana a los dieciocho anos. Llevaba puesto un saco largo de lana que no dejaba asomar demasiado del cuerpo, pero podia ver en esa chica alta y delgada, mientras daba los pocos pasos a la puerta, el mismo porte erguido y resuelto. Y cuando se echo hacia atras el pelo suelto para buscar en el manojo de llaves, vi en un instante vertiginoso que tambien las facciones reproducian, en una replica tan perfecta que resultaba impiadosa, la cara fresca de Luciana que yo habia conocido diez anos atras. La misma frente despejada, los mismos ojos inquietos, los labios entreabiertos. Toda ella volvia y comparecia bruscamente, como un acto de ilusionismo sin fallas.

– Por Dios, ?es identica a Luciana! -solo alcance a murmurar, y busque a Kloster con la mirada, como si necesitara un testigo que me devolviera a la realidad-. A lo que era Luciana -me corregi involuntariamente.

– Si, es bastante impresionante, ?no es cierto? Yo tambien me sorprendi la primera vez -dijo Kloster, y tuve que preguntarme, mientras la seguia mirando con una fascinacion antigua y nueva, si el la habria visto otras veces despues de la primera.

La unica diferencia que yo hubiera podido consignar es que parecia todavia mas joven, mas radiante, de lo que habia sido Luciana a esa edad. Pero esto quiza solo fuera porque mis ojos y yo teniamos ahora diez anos mas.

La puerta se abrio y Valentina busco antes que nada la mirada de Kloster, sin ninguna prevencion, sin ningun temor, como si hubiera entre ellos una clase de confianza secreta. Le dio un beso rapido en la mejilla y me miro a mi por primera vez.

– Mi hermana me hablo mucho de vos -dijo simplemente.

– ?Como esta ella ahora? -pregunte.

– Tranquila. Eso es lo que mas me preocupa. Demasiado tranquila. Desde que llamaste se quedo sentada frente a la ventana. Me dijo que vendrian juntos y que se sentaria a esperarlos. Despues no quiso hablarme mas. Solo se levanto para abrir la ventana cuando tocaron el timbre.

Mientras hablaba habia descorrido la puerta del ascensor y empezamos a subir en silencio. En la quietud de la madrugada se agigantaban los ruidos y se oia el chirrido de poleas y el resuello herrumbroso del ascensor que nos izaba por el tunel vertical donde se multiplicaban los ecos. Yo miraba en esa cara recobrada sin salir todavia de mi sorpresa, y volvian a mi, tambien subitamente recobradas, la atraccion y la emocion que habia llegado a sentir por esas facciones. Ahora que estaba callada, la ilusion era todavia mas abrumadora y punzante. Solo que ella no parecia tener ojos sino para Kloster, aunque se esforzaba con la torpeza de una adolescente para que no se notara. Adverti que a pesar de las huellas de llanto, no habia dejado de pintarse un poco y presenti que si yo no estuviera ahi ya se hubiera echado en sus brazos en busca de refugio. Quiza si tenia despues de todo Luciana razones para temer. ?Por que entonces no la habia apartado esa noche con cualquier excusa? ?Por que habia dejado que fuera a abrirnos la puerta y que estuviera ahora frente a frente con Kloster en la proximidad estrecha del ascensor? Mientras miraba los numeros que se iluminaban recorde por un instante que en la conversacion por telefono, apenas unos minutos atras, Luciana habia mencionado de una manera confusa algo sobre un plan para matar a Kloster. Yo lo habia descartado casi sin prestarle atencion, pero quiza realmente, como un recurso en extremo de su locura, se propusiera asesinarlo, y la docilidad inesperada a mi propuesta habia sido el modo de atraerlo a su casa. Quiza ahora, mientras su hermana bajaba a abrirnos, ella estuviera buscando un arma. Todo esto pense y lo volvi a descartar, sin tomarmelo ni por un instante en serio, como si se me hubiera cruzado una idea demasiado fantastica y melodramatica. Y sin embargo, nunca llegue a pensar, no supe ver, la otra posibilidad, todavia mas terrible, que nos esperaba. El ascensor se detuvo y cuando salimos al pequeno espacio frente a la puerta del departamento escuchamos el grito, un grito que todavia me despierta a veces en medio de las noches, el grito ahuecado, despavorido, de alguien lanzado al vacio. Y escuchamos tambien, antes de que Valentina lograra abrir la puerta, el retumbo brutal y siniestro del cuerpo contra el pavimento al final de la caida. Nos precipitamos a la vez dentro del departamento. La ventana estaba abierta de par en par. Nos asomamos y vimos, a medias extendido entre un cantero de adoquines y el cordon de la calle, el cuerpo roto de Luciana. Habia quedado boca abajo, iluminado bajo la luz espectral del alumbrado, con el cuello en un angulo extrano, como si fuera lo primero que se hubiera quebrado. Estaba totalmente inmovil y una mancha de sangre empezaba a extenderse hacia un costado. Escuche junto a mi el grito, convertido en llanto desesperado, de la hermana de Luciana, que corrio escaleras abajo. Quedamos a solas con Kloster y cuando me aparte de la ventana, porque ya no podia seguir mirando, vi un papel que Luciana habia clavado en el picaporte. Mis manos, como si no me pertenecieran, temblaban de una manera violenta, pero logre controlarme y lo saque con cuidado. Que al menos se salve ella, habia escrito en letras grandes y apresuradas. ?Era un mensaje dirigido a mi, o una ultima suplica a Kloster? El no se habia apartado todavia de la ventana y cuando finalmente me miro no pude encontrar en su expresion ninguna huella de horror, de pena, de nada que hiciera recordar la compasion de lo humano por lo humano, sino algo que solo podria describir como asombro y admiracion intelectual, como si se encontrara frente a la obra de un artista mas poderoso.

– ?Se da cuenta? -me dijo, en un susurro-. Otra vez el, de cuerpo entero. No podia haber eleccion mas simple, mas elemental, mas acorde a su estilo. Un principio cosmico -y separo el indice del pulgar, como si soltara una particula en el aire-. ?Se da cuenta? -repitio-: la ley de la gravedad.

EPILOGO

Vi a Kloster todavia una vez mas, en el entierro de Luciana. Era una de esas mananas frias y brillantes con que se anticipa en la ciudad a fin de agosto, en los brotes de los arboles podados, en el aire mas ligero y fragante, algo de la inminencia de la primavera. Me habia sobrepuesto a mi antigua aversion por los ritos funerarios y habia logrado traspasar la puerta de esa ciudadela de panteones roidos por el tiempo y tumbas prolijas y aterrantes. Si estaba finalmente ahi, forzandome a avanzar en el mar de cruces de cemento, no era por una ultima obligacion que le debiera a Luciana, ni tampoco para mitigar mis sentimientos de culpa -que la vision de su rectangulo de tierra solo podian aumentar- sino porque iba en busca de una ultima respuesta, o mas bien, de la confirmacion punzante de algo que todavia me costaba creer.

Y sin embargo, lo habia visto desarrollarse con todos los signos delante de mi. Lo habia sorprendido en la mirada de Valentina dirigida a Kloster mientras subiamos por el ascensor, y no habia logrado sumar dos mas dos: habia preferido creer que solo se trataba de una admiracion platonica que le habian despertado sus libros, un arrebato adolescente que a Kloster no se le ocurriria corresponder. Pero habia visto despues, en los instantes caoticos que siguieron a la muerte de Luciana, la rapidez energica con que habia actuado el escritor. Lo habia visto calmar y consolar a Valentina en algo que se parecia demasiado a un abrazo y organizar las cosas de tal modo que despues de dar mi declaracion yo habia terminado en un taxi rumbo a mi casa, todavia anonadado, mientras el se quedaba a cargo de todo, y sobre todo de ella. Y si yo no me habia resistido, si no habia logrado oponerme, fue porque en esa cara arrasada, entre las lagrimas y la desesperacion, pude percibir que Valentina lo preferia asi: que queria quedarse a solas con el.

Ahora que iba a buscar la ultima prueba, no me importa decir que tenia tambien una ultima esperanza, la de encontrarla sola. Al repasar las escenas de esa noche terrible, a pesar de todas las evidencias, crei que quedaba un resquicio para suponer que la inclinacion por el en ese momento tragico tuviera que ver con la figura paternal que proyectaba Kloster, y el aturdimiento de su dolor. Apenas ella reflexionara, apenas tuviera un momento para reflexionar, me repetia, tenia que apartarlo de si con horror.

Pero cuando encontre por fin, despues de bordear las chimeneas del crematorio, el camino hacia el sector trasero de las tumbas mas recientes, alli estaban otra vez juntos, la cabeza de ella inclinada como si estuviera rezando una oracion y la mano de el sobre su hombro. Nadie mas habia asistido al entierro, habia sobre el espacio de tierra todavia sin lapida un unico ramo de flores y en el silencio del cementerio se los veia como un padre y una hija que habian quedado uno para el otro solos en el mundo. Cuando me acerque Valentina alzo la mirada y algo en si se retrajo, como si hubiera preferido no verme. Solo pude pensar que quiza yo le recordara demasiado las

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