advertencias de su hermana contra la persona a la que habia decidido confiarse. Me adelante de todas maneras hacia ella para darle el pesame y Kloster tuvo que liberar su mano del hombro. Lo salude friamente y por un largo minuto quedamos los tres en un silencio incomodo, mirando el ramo de flores sobre la tierra oscura, recien esparcida. En un momento senti que Kloster me tocaba el codo y me hacia una sena para que nos apartaramos. Caminamos unos pasos hacia el costado, hasta que se detuvo y se volvio para mirarme. No parecia haber en el la menor intranquilidad, ni nada parecido a la pena, ni, mucho menos, remordimientos: solo un asomo de curiosidad, como si le interesara discutir conmigo un detalle intrigante.

– Hay algo que nunca supe -me dijo-. Luciana dejo una nota, ?no es cierto? Un mensaje que usted guardo.

– Que guarde y entregue a la policia -le dije. Pero Kloster no parecio registrar la intencion de mi tono.

– Y bien, ?que decia el mensaje?

– Que al menos se salve ella -dije.

Kloster quedo un instante en silencio, como si repitiera para si las palabras en busca de un sentido profundo y de alguna manera las aprobara.

– Aunque era locura, tenia su metodo -dijo-: quiso ser hasta el final la guardiana de su hermana. Pobre chica: no podia estar mas equivocada. Como pudo creer que yo le haria algun dano, cuando es la unica persona por la que pude volver a sentir algo. La persona que me devolvio a la vida. Mire a su alrededor -me dijo y me hizo un gesto que abarcaba los campos de cruces y lapidas, la perspectiva vertiginosa de las tumbas en hilera-. Este era el paisaje que visitaba todos los dias. Todo verdor perecera. Aqui es mas facil que en cualquier otro lado creerlo. Y sin embargo, si ha venido lo suficiente, sabe que aun debajo de las lapidas con el tiempo empieza a crecer el musgo. Ya ve, yo creia estar muerto, tan muerto como todos ellos, pero a pesar de todo tambien habia para mi una esperanza. -Se dio vuelta hacia Valentina y la miro con admiracion-. Es una personita extraordinaria -dijo-. Y realmente valiente: no quiso creer nada de lo que su hermana le conto de mi.

– Todavia no cumplio dieciocho anos -no pude evitar decirle-: a esa edad la valentia tambien puede ser inconciencia.

– No cumplio los dieciocho, es verdad -dijo-. ?No es doblemente milagroso que se haya apegado a mi? A ella no parece importarle la diferencia de edad, espero que a usted tampoco. -Me miro por un momento con un destello desafiante pero enseguida recobro el humor con un gesto benigno-. Tenemos algo en comun mas fuerte: ella perdio a un padre y yo perdi a una hija.

– Ella perdio a toda su familia -dije, con un temblor de indignacion, pero Kloster apenas parecio notarlo, como si le hubiera senalado una diferencia no esencial.

– Los dos perdimos demasiado -dijo-: por eso quiero sobre todo ampararla. Que pueda tener una nueva vida. Cuando todo esto acabe vendra a vivir conmigo.

– Espero que no acabe tan pronto: habra una investigacion.

– ?Habra una investigacion? -repitio Kloster, como si no lo creyera del todo, en un tono que me parecio casi burlon-. ?Por ese mensaje oscuro, que parece otro signo de locura? Los hechos fueron clarisimos, no creo que pueda irse mucho mas alla. Los tres vimos y oimos lo mismo. Nadie la empujo.

– Usted sabia, ?no es cierto? Cuando fingio que se dejaba convencer para que fueramos a verla. Cuando consintio en acompanarme. Usted sabia que ella no podria resistir la confrontacion.

– Creo que usted me sobreestima. ?Como podia saber algo asi? Pero tuve el presentimiento de que solo empeoraria las cosas. Y eso se lo adverti. Quiza debi negarme con mas fuerza. Pero esa noche me habia abandonado ya toda voluntad. Me deje conducir. Me daba cuenta de que no era yo el que escribia los hechos, sino alguien delante de mi.

– ?Basta ya con eso! No lo crei ni la primera vez. Fue usted. Usted. Cada vez fue usted.

Habia alzado cada vez mas la voz y tenia el indice ahora apuntando hacia su pecho. Todo en mi se estremecia de impotencia. Me di cuenta de que Valentina habia girado la cabeza para mirarnos y baje el indice lentamente.

– Muchacho: deberia cuidarse -me dijo Kloster con frialdad-. Esta empezando a sonar como Luciana. Se lo voy a decir por ultima vez.

Espero a que alzara hacia el la mirada y clavo en mi sus pupilas, que permanecian extranamente serenas, impasibles.

– No pretendo que crea lo que a mi mismo me costo tanto creer, lo que incluso yo creo solo a veces. Pero crea al menos esto: lo unico que hice, en todos estos anos, fue escribir palabras sobre papel.

– Usted sabia que ella habia llegado a un extremo -insisti-. Usted sabia que estaba desesperada y que no resistiria verlo cara a cara.

– Fue usted el que me arrastro a esa casa, con su estupida idea de reconciliacion -me recordo Kloster con dureza, como si ya hubiera agotado su paciencia conmigo.

Nos quedamos en silencio, mirandonos uno al otro.

– Aunque no haya investigacion -le dije lentamente- me voy a ocupar de escribirlo todo. Cada una de las muertes. Todo lo que Luciana me conto. Alguien tiene que saberlo.

– Me parece muy bien que los novelistas escriban novelas -dijo Kloster-. Casi le diria que me interesa ver como el campeon de lo aleatorio se las arregla para convertirme en el Gran Demiurgo. El que hunde baneros sin tocarlos y sopla esporas en los bosques y saca asesinos de las carceles y prende fuego a ciudades. ?Y tiene incluso poderes telepaticos para ordenar suicidios! Hara de mi un superhombre antes que un asesino. Vamos: usted lo sabe. No puede escribir todo eso sin caer en el ridiculo.

– Puede ser. Pero igualmente voy a escribirlo y a publicarlo. Es lo que le debo a Luciana. Y quizas sirva para protegerla a ella.

Mire en direccion a Valentina y Kloster siguio mi mirada.

– Ella no necesita ninguna proteccion -dijo Kloster-. Aunque la vea parecida a Luciana, por suerte tambien hay diferencias.

El sol de la manana ahora entibiaba el aire y Valentina estaba quitandose su abrigo. Mientras Kloster me hablaba mis ojos recayeron instintivamente por un instante en la curva pequena, pero aun asi pronunciada, con que asomaron sus pechos de perfil, tirantes y firmes bajo el pulover delgado y ajustado al cuerpo. ?Podia referirse Kloster a esto? Verdaderamente parecia como si la naturaleza hubiera aprovechado su segunda oportunidad para agregar la pincelada que faltaba en el lugar preciso. Gire la cabeza, para ver si advertia en la mirada del escritor esa segunda intencion. Pero sus ojos estaban perdidos en ella con otra clase de mirada, que tanto podia ser la de un padre orgulloso en la contemplacion de una hija particularmente hermosa, como la de un hombre cautivado en un amor reciente. En todo caso, en ese segundo en que su guardia quedo baja, lo que si me parecio indudable, lo unico que parecia verdad, es que Kloster realmente amaba a esa chica. Tuve que repetirme a mi mismo, para no dejarme caer en esta nueva trampa, que todos los monstruos de la historia tambien se habian guardado un lugar y una persona para sus sentimientos tiernos. Pero aun asi, sin ni siquiera proponerselo, lo habia logrado otra vez. Hacerme dudar.

Kloster me volvio a mirar, y se aparto un paso hacia atras, como si ya no hubiera demasiado que pudieramos decirnos.

– Supongo que no puedo impedir que escriba lo que quiera. Pero quiza entonces yo tambien me decida a terminar mi manuscrito. Mi propia version. Solo lamento que todos creeran que esta inspirada en los hechos. Que primero ocurrieron los hechos. Causa y efecto. Solo usted y yo sabremos que estan invertidos.

Miro alrededor, como si ya pudiera verla terminada, a los altos arboles que flanqueaban el cementerio, al cielo limpido y despejado, y otra vez a la chica que lo esperaba junto a la tumba.

– Sera una novela diferente de todas las que escribi hasta ahora. No se la suya -dijo-, pero la mia tendra un final feliz.

AGRADECIMIENTOS

A Carmen Pinilla, por su amistad, su entusiasmo, su confianza. Sin su constante aliento dificilmente hubiera llegado al final.

A los doctores Norberto Garcia y Carlos Presman, por sus consejos sobre medicina forense.

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