considera demasiado sagrada para mezclarla en el asunto.

– Ciertamente.

– Pero en lo que se refiere a el se ha mostrado perfectamente asequible y dispuesto a ayudamos. Por ejemplo, en la escena con Boone en el hotel. Entro en la habitacion y le dio a Boone algunos papeles; Boone le reprocho su conducta y dijo que se fuese y le volvio la espalda. Kates cogio la llave inglesa y se la entrego. Kates nos explica exactamente lo que dijo Boone y lo que dijo el y luego lo lee cuidadosamente para asegurarse de que lo hemos escrito de una manera exacta. Lo mismo, en cuanto a lo de Phoebe Gunther. Quiere que el relato sea fiel, que quede bien claro que el no se las compuso para reunirse con ella y venir juntos, cuando la Gunther le telefoneo, sino que se contento con esperarla en la acera de enfrente hasta que la vio venir; entonces se puso a su lado y subio las escaleras con ella. Llevaba el tubo en la manga, con la bufanda arrollada ya. Tres dias antes, la primera vez que estuvieron todos aqui, le quito a Winterhoff la bufanda del bolsillo, sin saber aun para que la usaria. Penso simplemente que podria servirle para complicar a Winterhoff, a una figura de la A.I.N.

– Naturalmente -dijo Wolfe, que intervenia en la conversacion de manera estrictamente cortes-. Cualquier cosa que sirviera para apartar la atencion de su persona. Trabajo perdido, supuesto que yo le vigilaba ya.

– ?Ah, si? -pregunto, esceptico, Cramer-. ?Por que se fijo usted en el?

– Sobre todo por dos cosas. La primera, como es natural, por aquella orden que le dio el senor O’Neill en este despacho el viernes por la noche, que era indudablemente un mandato salido de una persona que creia tener derecho a ser obedecida. Segundo, y mucho mas importante, por el retrato de bodas que se le remitio a la senora Boone. Partiendo de que existan hombres capaces de aquel rasgo, desde luego ninguno de los cinco de la A.I.N. lo era. La senorita Harding era de corazon demasiado frio; el senor Dexter habia visto demostrada su coartada; la senora Boone y su sobrina estaban sin duda libres de sospecha, por lo menos desde mi punto de vista. Quedaban solo la senorita Gunther y el senor Kates. La senorita podia verosimilmente haber matado al senor Boone, pero no a si misma con un pedazo de tubo y era la unica persona que podia considerarse autora de la devolucion del retrato. Luego, ?de donde lo habia sacado? Del asesino. ?De quien? Como conjetura logica y util, del senor Kates. Todo esto no era mas que la persecucion de un fantasma. Lo que hacia falta era la prueba. Y mientras tanto esta permanecia aqui, en este estante. Confieso que esta es una pildora muy dificil de tragar para mi. ?Quiere usted cerveza?

– No, gracias -dijo Cramer, que parecia nervioso o molesto por algo. Miro al reloj y se deslizo hasta el borde de la silla-. Tengo que marcharme. Vine de paso. -Se puso en pie y se estiro los pantalones-. Tengo un dia de trabajo horrible. Supongo que sabra que he vuelto a mi puesto en la Brigada y que el inspector Ash ha sido trasladado a Richmond.

– Si, y le felicito.

– Muchas gracias. Estando yo, pues, de nuevo en mi despacho antiguo, tendra usted que andarse con tiento. Como de un mal paso, me tendra usted en seguida encima.

– No pienso darlo.

– Conforme, usted y yo nos comprendemos.

Cramer empezo a dirigirse a la puerta. Yo le grite:

– ?Eh, su paquete!

Y el, por encima del hombro, casi sin detenerse, dijo:

– ?Ah, me olvidaba! Es para usted, Wolfe; espero que le gustara.

Salio y, a juzgar por el tiempo que tardo en llegar a la puerta de la calle y cerrar la puerta de un portazo, debio de andar a grandes zancadas. Fui a recoger el paquete, lo puse en la mesa de Wolfe y aparte el envoltorio. Era una maceta de mayolica de un color verde horrible; la tierra que contenia era tierra vulgar y ademas habia una planta en buen estado, pero con solo dos flores. La mire asombrado.

– ?Dios mio! -exclame cuando hube recuperado el uso de la palabra-. Le ha traido a usted una orquidea.

– Una «Brassocattleya thorntoni» -dijo Wolfe-. Es bonita.

– ?Rabanos! -dije con realismo-. Tiene usted mil mejores. ?La tiro?

– No, por cierto. Llevesela a Teodoro. Archie, uno de sus peores defectos es que no tiene usted sentimientos.

– ?No? -dije mirandole-. En este momento hay uno que casi me abruma: Es el de gratitud a nuestra buena suerte por volver a tener a Cramer, aun siendo tan pesado. Con Ash, la vida no hubiera sido digna de ser vivida.

– ?Buena suerte! -gruno Wolfe.

Capitulo XXXVI

Me habia propuesto darle a conocer tarde o temprano mi talento. Estuve esperando el momento oportuno y este llego el mismo dia, el lunes por la tarde, cosa de una hora despues almorzar, cuando nos telefoneo Frank Thomas Erskine. Se le permitio hablar con Wolfe y yo escuche desde mi mesa.

El centro de la conversacion era que le mandarian a Wolfe aquella tarde un cheque de cien mil dolares, lo cual parecia ya ser materia que justificaba una llamada telefonica. El resto era trivial. Que la A.I.N. agradecia mucho lo que por ella habia hecho Wolfe y que no podia comprender en absoluto por que razon le habia devuelto el dinero. Le pagaban a tocateja el total de la recompensa ofrecida en los periodicos, por la gratitud y la confianza que tenian puestas en el y tambien porque la confesion firmada por Kates hacia inevitable el cumplimiento de las condiciones. Les complaceria (decian) pagar una cuenta adicional de gastos, Wolfe queria decir a cuanto ascendian: Habian hablado con el inspector Cromar y este habia rehusado toda participacion en la recompensa, insistiendo en que correspondia por entero a Wolfe. Fue una llamada telefonica muy agradable.

– Es satisfactorio y comercial -me dijo Wolfe sonriente-. Pagan la recompensa sin dilacion.

– El senor Erskine no sabe lo que se pesca -le respondi.

– ?Por que? ?Que pasa?

Habia llegado el momento. Cruce las piernas, me arrellane y dije:

– Prefiero decirselo sin rodeos.

– ?De que habla usted?

– No, soy yo quien preguntara. Primero: ?Cuando encontro usted el cilindro? ?El sabado por la tarde, cuando entro usted aqui en pijama echando por tierra su talento? No. Lo sabia usted desde el primer momento, o por lo menos desde hacia tres o cuatro dias. Lo encontro usted el martes por la manana, cuando yo estuve en la oficina de Cramer, o el miercoles, mientras comia con Nina Boone. Me inclino a creer que fue el martes, pero admitire que pudiera ser al dia siguiente. Numero dos: ?Por que, si sabia usted donde estaba el cilindro estuvo dando la tabarra a la senora Boone para que se lo dijese? Porque queria usted asegurarse de que ella no lo sabia. Si lo hubiera sabido se lo habria dicho a los policias antes de que hubiese usted decidido soltar prenda y la recompensa hubiera ido a parar a ella, o por lo menos a usted no. Y puesto que Phoebe Gunther la habia contado una porcion de cosas, podia haberle revelado tambien esta. Ademas era parte de su plan general el difundir la impresion de que no sabia usted donde estaba el cilindro y de que estaba dispuesto a dar un brazo y varios dientes por encontrarlo.

– Esta fue la impresion creada, en efecto -murmuro Wolfe.

– Cierto. Podria respaldar estas hipotesis con diversos hechos incidentales, por ejemplo, que mandase usted a buscar el «Stenophone» el miercoles por la manana, que es el motivo principal por el que yo me inclino en favor del martes, pero pasemos a la pregunta numero tres: ?Por que, cuando encontro el cilindro, no lo revelo? Porque dejo usted que sus opiniones personales se interpusiesen entre sus deberes profesionales. Porque su opinion acerca de la A.I.N. coincide a grandes rasgos con la de otra gente, incluyendome a mi; sabia usted que la repulsion a los asesinatos estaba levantando una gran odiosidad contra la A.I.N. y queria prolongarla todo lo posible. Para conseguirlo, llego usted incluso a hacerse encerrar en su cuarto durante tres dias. Pero admito que interviene otro factor: su amor al arte por el arte. Usted es capaz de hacer cualquier cosa para que su comedia resulte brillante, contando, claro esta, con que sea lucrativa.

– ?Durara mucho esto?

– Casi estoy terminando. Numero cuatro: El porque devolvio usted el dinero y despidio al cliente es facil de saber. Siempre existe la posibilidad de que cambie usted de caracter algun dia y decida ir al Cielo. Por ello no podia usted retener el dinero de la A.I.N. y conservarla como cliente, mientras estaba haciendo todo lo posible para despenarla. En este punto, sin embargo, me vuelvo cinico. ?Que habria pasado si no hubiesen ofrecido

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